Soy guardia de seguridad durante la noche en el centro comercial ubicado en el barrio porteño de recoleta. El nombre del lugar hace mención a su ubicación: Recoleta Urban Mall.
Son doce horas las que trabajo, cuatro veces a la semana y trabajar de noche es de mi conveniencia. Tengo una hija de cinco años y una hermosa mujer como esposa, con la que estoy casado hace diez años y a quien amo. Ella me guió por el camino correcto en mis momentos mas oscuros, cuando no tenia trabajo y decidía pasar mis días tomando alcohol para olvidar las deudas.
Hoy es un día gris, el sol se estaba ocultando cuando estaba por comenzar mi turno en el shopping. Me paré frente a las puertas de vidrio y se abrieron automáticamente. Entré, saludé a mi compañero de turno sentado en una banqueta de madera, y me dirigí al cuarto piso para dejar mis pertenencias y cambiar mi atuendo por el uniforme de trabajo.
A las once de la noche, cuando mi turno comenzaba, ya habían terminado las ultimas funciones en el cine, y todos los locales tenían sus persianas bajas y encadenadas.
Estaba seguro de que hoy seria otra noche tranquila, igual a todas los anteriores.
Bajé a la planta baja, y reemplacé a mi colega en la banqueta a lado de las puertas de entrada y salida.
Siempre recuerdo mi primer año como seguridad del centro comercial, éramos dos los que hacían guardia nocturna, uno en el cuarto y ultimo piso, y otro en la planta baja. Pero como nunca sucedía nada relevante durante la noche, y siempre terminábamos durmiendo en los sillones de una de las confiterías del shopping, optaron por reducirnos a uno solo, y era entendible, al final a la empresa no le convenía pagar dos sueldos si el trabajo podía hacerlo uno solo.
A lo largo de la noche, subo y bajo en los ascensores para recorrer los diferentes niveles del centro comercial. Me aseguro que todas las puertas estén bien cerradas, y sobre todo, que nadie este escondido entre las macetas decorativas o en las escaleras mecánicas apagadas.
Luego de la primera recorrida, me siento para cenar un sándwich que mi esposa siempre prepara para traerme al trabajo, destapó una gaseosa para acompañarlo, y permanezcó sentado durante dos horas antes del siguiente recorrido, mirando la oscuridad, pensando en que haría si algo sucedería en aquel lugar:
Primero, haría la clásica pregunta de película, ¿Quién anda ahí? . Segundo, apuntaría con la linterna en dirección a donde escuché el ruido, y tercero, hablaría a la central de seguridad a través del Walkie Talkie para informar el suceso.
Aunque este pensamiento era muy recurrente para mi, debo admitir que me da un poco de temor, aunque al mismo tiempo, deseo que algo suceda para tener un poco de acción, por lo menos prender la linterna por observar algo más que una simple maseta.
Una vez pasadas las dos horas me levanté de la silla y caminé en dirección al ascensor para dejar mi tupper en el locker, pero eso hubiese sucedido si no hubiese oído un chillido agudo proveniente del segundo piso. Miré donde empezaba la escalera mecánica en el piso superior y prendí la linterna manteniéndome inmóvil, parecía que alguien quería hacer realidad mis pensamientos.
Paso a paso me acerque a la escalera apagada y subí escalón por escalón sin apagar la luz que me dejaba ver en medio de tanta oscuridad, y una vez en el segundo piso esperé por otro chillido.
No se cuanto tiempo paso, pero se escuchó otra vez, alumbré en dirección al patio de comidas, de donde provino el sonido, y caminé despacio preguntando en voz alta ¿Quién anda ahí?, pero nadie contestaba. Estiré el brazo para lograr que la luz llegara más lejos y de un momento a otro, una criatura escamosa con dos piernas cortas y dos largos brazos con los que parecía poder impulsarse para moverse más rápido, apareció deslizándose atrás de una mesa redonda. Me detuve en seco y mientras transpiraba y temblaba tuve otro deseo: nunca más volvería a prender la linterna para alumbrar otra cosa que no sea una maseta.
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