De los defectos de la vida y de la muerte,
sólo conozco dos exactos argumentos:

el de la vida que resiste por pura vanidad,

y el de la muerte que traiciona, con total impunidad. 

La equidad ha de ser otorgar lo merecido. 

A la muerte se le da la oscuridad, los tropiezos  y el olvido.

A la vida los partos, los llantos extraviados

y la esperanza de ponerlos en su sitio. 

 Entregar por ejemplo lo que pertenece, al mar por equidad. 

 También igual, premiar la pálida gaviota,

mas no otorgárselo a las rocas nada, 

ni tampoco a una sola de sus soledades

Todas tienen la perfecta realidad, que acaparan cada una,

una estática atención.

Aunque en las tres de estas móviles verdades, 

mar, gaviotas y rocas

la del final de  todas ellas, la más última que digo,

 nunca consiguió esa mínima embriaguez, 

ni esa sutil sobriedad que rozan al ave,

cuando resbala por el aire y tiene al fin,

de fondo al mar  

En la muerte no para el corazón, sigue latiendo,

de entendimientos empecinados sostenida,

abrazándose  de ilusiones  no olvidadas,

 como cuando las brasas que se escaparon del carbón nos han quemado. 

En cambio hay cuerpos vivos que ni tan siquiera laten, 

sólo han sido diseñados al azar,

para que no todas contagien  la ambición,

 que llevamos a veces adosadas,

en el envés de las razones.  

Si alguien quisiera construir algo de mí,

tal vez me hará mejor de lo que he sido.

No dejaré detrás la más pequeñas de mis dudas, 

ni un solo dedo de mis manos grises,

ni los papeles rescatados de la cesta,

de ese desorden de aprendiz  

con cicatrices. 

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS