Las historias del abuelo

¿De dónde nacen mis historias?, pues fácil, he ido construyendo con el pasar del tiempo. Yo desde niño he sido un hombre trabajador, con huellas del tiempo y del caminar. He sido bombero, mercader, ciclista y trovador. He sembrado desde mi infancia los granos más dulces y fuertes que puedo desear. Desde muy temprana edad me han gustado los animales y los paisajes. Junto a mis seis hermanos he podido crecer dentro de una familiar llena de aprendizajes, no tuve mayores necesidades. Mis padres supieron educarnos con mucho amor y carácter.

Aun recuerdo algunas de las travesuras más intensas que ahora puedo contar. A tan solo seis años fui bombero. En un pueblo pequeño con calles de tierra, sin autos, sin ese actual bullicio ensordecedor. Salía muy temprano de la casa en los meses de febrero con un canasto en mano y mi compañera Carola, una perrita cholita color blanca de varios años, me dirigía al parque central, en donde estaban los novios, los jóvenes que trataban de llamar la atención de su amada.

Ahí estaba yo, en medio de los grupos, vendiendo globitos de agua o bombas de agua, ¡sí! Esos globos servían para cortejar a la chica. Lanzándoles desde la acera a sus balcones, yo proveía de tan preciado elemento. A veces se terminaban mis productos a media hora de salir, apurado corría a donde mi padre, él con mucha prontitud me ayudaba a inflar más y más esferas de agua para volver a llevar mi canasto. Mis años de bombero no duraron mucho, el cansancio y hambre en ocasiones me ganaban, quedándome dormido junto a mis monedas, mi compañera y mi canasto.

Trabaje criando pollos, mi abuelo Noé cada 18 de febrero, en mi cumpleaños me obsequiaba 14 pollos criollos negros con gris y blanco, con el fin de criarlos y en diciembre poder venderos a los vecinos para que se sirvan en navidad. Era un reto muy grande poder criar tantos pollitos, la verdad comían mucho, pero mi madre Dioselina me regalaba de sus granos: maíz, cebada y morocho para que mis muchachos crezcan pronto y sanitos.

Tenía tanto apego que no los dejaba dormir en el patio frío, dormían conmigo en mi cuarto, y cuando eran maltones los amarraba a la pata de mi cama para que no salgan. Un día al salir muy temprano para ir a la escuela, no me di cuenta que toditos me habían seguido hasta la esquina del primo sapo, como mamá gallina me toco llevarlos a la escuela. Obvio que la maestra me castigó, ¿cómo podía haber hecho tremenda indisciplina?, todos los guambras en el patio de la escuela querían coger a los pollos, haciéndoles corretear y chillar. Llamaron a mi papá, quien intento explicar que son más mansos que perros, pero como saben la educación de esa época, tan estricta y complicada, me mandaron a castigar.

Tuve que limpiar los baños de la escuela una semana. Y desde ese día mis padres me exigieron que les guarde en una jaula atrás en el patio de la casa. Obvio que mis pollos chillaban cada ves que no me veían. Pero lo más duro fue cuando llegó diciembre, mi abuelo vino ayudarme a vender, pero mis ojos se llenaban de lágrimas cada ves que uno se iba. Supe que ese negocio no era para mí.

Así que decidí dedicarme a vender granos con mi madre, viajaba con los empleados en un camión cada jueves en dirección a la costa, llevábamos todo tipo de granos que daba en la zona: maíz, cebada, habas, fréjol, arveja, morocho. Ya un niño maltón, mas bien jovencito, sabía que debía cuidar el negocio familiar. Mi mamá me recomendaba que mirara bien las balanzas y que supervise que paguen bien. Es verdad que en ocasiones me despintaba mirando los partidos de futbol cerca del mercado de granos. Pero la mayoría de veces cumplía, dándose un reporte detallado a mi mamá sobre el viaje y la venta. Ese trabajo, si me duro mucho más bien fui refinándome y conociendo más con el pasar del tiempo. Gracias a ella aprendí el valor del trabajo, del esfuerzo y de la tenacidad.

Así fue gracias a sus aprendizajes un día decidí inscribirme en una carrera de bicicletas que duraba 8 horas continuas, por una ruta interna por las calles céntricas de la ciudad, con un solo receso de media hora al medio día para poder hidratarse, ir al sanitario y poder aflorar las piernas. La carrera era un reto sonado para el grupo de jóvenes de la ciudad, todos con previa preparación: Inflaban llantas, limpiaban frenos, acomodaban los asientos, hasta que inicie tan esperada carrera. Mi madre como era de esperarse me apoyaba inmensamente, desde muy temprano en la mañana se levanto a hacerme un suculento desayuno: dos tortillas de trigo rellenas de queso fresco, un poco de arroz con carne frita, café pasado con panela y un huevito revolcado.

Siendo las 7:oo am con la barriga bien llena y con la bendición de mi madre y mi padre tomé mi bicicleta y me fui a punto de encuentro de los ciclistas. 8:00 am en punto inicio la carrera, la emoción ganaban mis piernas y mi equilibrio. Soñaba con ganar el trofeo, y los cien sucres de premio. A tan solo 30 minutos de estar en vueltas, tocó la campana de la iglesia, llamando a los feligreses a misa, mientras manejaba mi bicicleta y al ver pasar a mi mamá hacia la iglesia, con su pañuelo blanco en la cabeza, perdí el control y caí sobre el pavimento, quedando descalificado automáticamente, sin remedio, con la barriga llena, un poco acalambrada la verdad y con muchas ganas de seguir concursando. Solo tomé mi bicicleta y con la cabeza baja me fui a pasear por afuera de la ciudad.

Intente regresar varias veces a casa y contarles a mis padres lo que había ocurrido, pero la vergüenza me jugaba malas pasadas. Así que calculando el fin de la carrera, baje de la montaña llegando muy cansado a la casa. Mis hermanos y mis padres solo miraron mi pinta de deportista, todo sudado y agotado. Mi madre con santa paciencia me dijo, “hijito anda rápido a cambiarte debes estar adolorido de la caída que te diste temprano, venga rápido para ponerle un poquito de mantequita de cacao y mentol”. Yo que pensé que nadie me había visto, pero todos me han visto desde el balcón de los Chimbo cuando me había caído. Es así que fui llenado de colores y anécdotas mi vida, que ahora puedo contar a mis nietos.

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