Para María:
Hoy regreso aquí, no es una rama. No caben las alas que me habéis otorgado. Yo me poso en las montañas,  de los Andes infinitos, María, después que planeo con mis interminables brazos  sobre los abismos profundos que se alargan para que yo siga con este vuelo perenne y casi perfecto, regreso a vosotros. Mi poesía es algo que les debo, queridos amigos, querida María. Ya mis versos tienen a donde dormir,
donde despertar, donde sonreír, donde sollozar;  y hallan la voz, estos versos  que digo, repletos de amigos  que me esperan  siempre al final.

Siempre que tus mano se alargan y llegan a mí,

cada vez que tu voz penetra en mis ojos,

que escucho tus letras,

a esa distancia, con esa frecuencia,

con esas  bondades, deseos de bienes, 

y esas bendiciones,

retienes  mis deseos de escribir.

PD: Ya quisiera ser una pluma de un cóndor, un eterno segundo, nada más. 

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