No, no fui yo quien pintó de aguas y añil,
todas tus velas,
pero no puedo decir que no las venté,
para que infladas,
chocaran en torno a mi cabecera.
Quien clavó el ancla y la enredó entre las rabiosas piedras,
fui yo.
Y quien animó tus gritos,
para que no escucharas
como se iban tus versos
sin encontrar la palabra verdadera,
y te quedaras buscando para siempre
la parecida, también yo.
El mismo que confundió tu espera con la vida.
Quien abrió las rejas a los tornados hambrientos,
te siguieran,
que no dejaran de empapar tu rostro,
que chorrearan enteras las aguas
y así no vieras,
que en tus arrecifes angostos,
seguían llegando,
a pesar de todo,
bellotas nuevas.
PD: Este humilde poema se lo dedico a mi querid@s compañer@s Verónica Martín Pinillo, Gaby Rodríguez y a Daniel Grand. Siempre los tres, dando ánimos a todos. Gracias.
OPINIONES Y COMENTARIOS