TRANSICIÓN

TRANSICIÓN

1816

29/08/2021

Me levanté

y lo primero que miré fueron mis manos;

eran extrañas, no eran mías,

venía mirándolas diariamente

por más de veinte años,

por lo cual estaba completamente segura,

no eran mis manos.

Miré fijamente mi piel,

¡y qué fue lo que hallé!

filamentos que crecían

a un ritmo sorprendente,

eran gruesos y negros,

muy negros.

Entonces llegó el miedo

y corrí hacia el espejo,

ese pedazo de vidrio pulido

en el que los seres pueden encontrar

lo que añoran

o lo que odian;

y yo vi algo horrible,

no era mi cara,

era un ente repugnante,

con ojos saltones y enormes,

tornasol,

y lloré.

Me senté en una esquina,

pensaba en que no quería

que nadie me encontrara convertida en eso

y la angustia se apoderaba de mí.

Me encontraba mohína en el sanitario

cuando de pronto, inesperadamente,

fui inevitablemente arrastrada hacia el retrete,

-simplemente no pude impedirlo-;

llegué hasta donde se encontraba el excremento

y lo tomé entre mis extremidades

con vellos enormes, negros y gruesos,

y acerqué la mierda a mi cara

-o al menos eso seguía creyendo que tenía-

y me estremecí:

amé el olor, la textura,

emanaba una especie de narcótico

que me deleitaba y me embriagaba

al mismo tiempo

y no quería escapar de él.

Perdí totalmente la noción del tiempo,

me dejé llevar por la coprofilia.

¿Cuánto tiempo pasó?

¿Diez minutos?

¿Veinte minutos?

¿Una hora?

¿Un día?

Realmente no lo podría asegurar.

Luego, me levanté extasiada,

intoxicada y feliz,

regresé al espejo y

¡por todos los dioses, lo que encontré!

Detrás de mi extraña entidad

se alzaban dos grandes alas,

cristalinas, diáfanas, hermosas,

¡lo más bello que haya visto jamás!

Entonces las moví,

acompañadas de un zumbido ensordecedor

que me hizo sentir la más orgullosa de las criaturas.

Sí, ¡me había convertido en una gran, peluda y alada mosca!

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