Son las ilusiones como pompas de jabón. Irisadas y cambiantes. Frágiles, delicadas, llenas de nada y a merced del viento. Son la imaginación en estado gaseoso, de lo que la esperanza está rellena. Son los sueños de futuro soplados al vacío como vidrio de Bohemia. Son lo que queremos ser y son también lo que jamás seremos. Son el rumbo caprichoso del devenir propio, el norte etéreo, la brújula indecisa de nuestro destino. Son el empuje del viento en las velas, la energía del espíritu. Son los planos de un ser a construir, las instrucciones de un tiempo que vivir, las señales de un camino a recorrer.
Son la espada contra la desidia y el escudo contra la indiferencia. Son las ganas de vivir y los deseos de amar. Son también freno de odios, alquimia que trasmuta el rencor en perdón, la ira en olvido, al extraño en cómplice, al extranjero en vecino y al diferente en igual. Son lo que nos hace humanos.
Todo eso son las ilusiones. Y más, mucho más, pero se me acaban las palabras y quiero terminar como empecé. Porque son las ilusiones como pompas de jabón, irisadas y cambiantes, a merced del viento, llenas de nada, tan frágiles, tan delicadas, que debemos tratarlas con mimo y, sobretodo, cuidar mucho a quién se las arrebatamos.
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