Al inconsciente materializado
hallo cada cierto tiempo al alba,
enigmático, taciturno,
como si no fuera de este mundo,
un paisaje onírico, confuso;
el alma de un homicida,
eterno doncel de esencia desvaída,
mirada vacía, que revela, a contrapelo
al devoto de la belleza, al que con fervor lleva al hedonismo como emblema,
híbrido de un Sordo y de la neofiguración
entregándose, sin ningún pudor,
a las beatas faltas, la reconfortante infamia
del mal nuestro de cada día;
lóbrega pasión que causa malestar develar;
excepto a ti, grisáceo mancebo,
tu maldad es pura y refinada, tan ajena
y tan propia de cada mundano cuerpo,
llevas al oprobio atravesado en el liego;
terco niño, enmarañado transeúnte
entre la intolerable realidad
y la afable fantasía,
ensalzo tu perversidad,
bendigo tu malditismo,
tan tuyo, tan mío
aquel que hace encontrarme
en el reflejo sombrío,
a veces tibio, a veces frío
cada cierto tiempo al alba.
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