EL viaje extraordinario de Peter Time; capítulo 1

EL viaje extraordinario de Peter Time; capítulo 1

Abigail Rhoeas

15/08/2021

Capítulo I

Cómo comenzó mi viaje de aventuras

Todo el mundo dice que yo vuelo, que me voy como agua de las manos. Pero yo no vuelo, no tengo alas, ni soy agua para irme de las manos. Tampoco soy oro, porque si lo fuera, sería tan pesado como el plomo y no podría ni andar y mucho menos volar.

Un día me harté tanto de que me llamasen de esas maneras y sin saber el porqué, que bajé de las nubes y me hice pasar por un muchacho callejero, para así averiguar el porqué de tanto escándalo a mi nombre. Me puse por nombre Peter Time, para que nadie sospechase que se trataba del verdadero Tiempo. Y así emprendí mi más grande aventura en mi vida tan larga y placentera.

El primer lugar que visité fue Londres, Inglaterra, ya que en 1832 yo era un ser inabandonable para la gente inglesa (y, creo que no han cambiado mucho como nación). ¿Sabéis de casualidad qué es un deshollinador? Bueno, con la primera persona que trabé amistad y plática, fue con un deshollinador. Era un chico bastante simpático, de mi estatura, más o menos, con cabello dorado pero teñido de negro por el hollín. Y en lo más profundo de su cara pintada de negro, unos ojos verdes, brillantes y traviesos. Su nombre era, como bien recuerdo, Harry Anniston.

Bajé de las nubes a la esquina de una calle muy transitada, donde decidí que iría a mi izquierda. Dicen algunos que la izquierda siempre trae cosas malas y la derecha cosas buenas, y como dicen también que de lo malo se aprende a hacer el bien imaginé que si tomaba la izquierda aprendería muchas cosas buenas. Caminando así por la calle, escuché a alguien silbar, y tan bien lo hacía, que me intrigó tanto que traté para ver si podía hacerlo yo. No pude, y como practicando se aprende, probé mi paciencia para ver hasta donde llegaba. No tardé más de quince minutos en exasperarme y renunciar. Retomé la práctica unos segundos después, diciéndome que de la disciplina algo bueno ha de salir, y seguí tratando. Agudizando mis labios y sacando aire por la boca tan fuerte como podía, caminaba con la cabeza clavada al piso, como si así fuera más fácil llegar al objetivo. Cabizbajo, tropecé entonces con alguien. ¡Vaya imprudencias las mías!

–¡Ey! Ten más cuidado, ¿quieres?—dijo una voz bastante enfadada, voz que pertenecía a un muchacho, como bien me pude dar cuenta al levantarme del suelo al que había caído.

–¡Qué genio! ¡Si yo solo trataba de silbar!—repliqué, también encendido por el coraje.

El chico se rió a costa mía, burlándose de lo que quiera que le diera risa. Yo me limité a verlo con intrigación, pues no acababa de comprender qué le había hecho tanta gracia para reírse de un pobre extranjero.

–¿No sabes silbar?—me preguntó por fin, para gran alivio mío.

–No—declaré con frialdad.

–Pero si es muy fácil… mira, así—dejó escapar un nítido silbido, tan claro y agudo como el oro.

–Pues yo no sé—

–Todos los chicos de la ciudad saben hacerlo, desde el más rico hasta el más pobre. Alguien de tu edad aproximada ya sería todo un experto—

–Te digo que yo no sé. Nunca antes había tenido interés por saber hacerlo y no quiero estar con alguien que no sabe comprender a la gente—

Seguía enojado con aquel muchacho lleno de negro. Di media vuelta y reanudé mi marcha, pero si creía que caminando en dirección contraria me desharía de aquel desconocido, me equivocaba. Me siguió sin dudarlo y me habló de una manera muy distinta, una manera muy amigable y placentera debo decirlo:

–Oye, no te enfades. Si yo solo pretendía jugar. Mira, si no sabes silbar yo te enseño, pero no te enfades conmigo—

–De acuerdo, pero ya no quiero aprender—

–Entonces hay que presentarnos. Soy Harry Anniston, a los servicios de tu chimenea (suponiendo que la tengas)—

–¿Por qué de mi chimenea?—

–Porque soy deshollinador—

–¿Y eso qué es?—

–¡Vaya que sí no sabes mucho! Todo mundo sabe qué es un deshollinador, pero dicen que siempre hay una primera vez. Un deshollinador es alguien que limpia las chimeneas de la gente, y le pagan a uno por hacer el trabajo. Por eso estoy lleno de hollín—

Se detuvo y se hizo a un lado para que pudiera admirar la negrura de su porte, cosa que había advertido desde el primer instante.

–¿Y tú cómo te llamas? ¿Trabajas en algo o eres uno de esos que se ganan la vida pidiendo limosna?—

–¡Jamás! Está bien que no sepa nada, pero no soy de los deshonestos—

–De acuerdo, pero no te enfades. Debo saber de ti de una manera u otra—

–Me llamo… Peter Time—

–Interesante nombre. Una vez conocí a alguien que se llamaba Chubb Andrew—

Me reí a carcajadas sin poder evitarlo. Harry se rió también, pero cuando terminó la explosión, se detuvo y me tomó por el brazo.

–Debo marcharme. Mi madre me estará esperando en casa y no quiero alarmarla. Fue un gusto haberte conocido—

Me alargó la mano y yo la tomé, pero había algo en sus ojos verdes que me decía que no tenía que separarme de él. Sin embargo, me sonrió, dio media vuelta y fue a la izquierda. Cavilé unos segundos y luego salí corriendo tras él, hasta que sin mucho esfuerzo lo encontré y lo llamé por su nombre. Volvió la cabeza al momento y no sé qué habría hecho si Harry no se hubiese detenido.

–¿Te importa si te acompaño por un rato?—le pregunté, no sabiendo qué más hacer o decir.

–En absoluto. Pero, ¿quién eres exactamente?—me respondió reanudando su marcha, a lo que yo moví también mi pies. Era magnifico saber al fin lo que era caminar, luego de deslizarse suavemente por el aire sin tocar una sola vez el piso.

–El Tiempo en persona para ser exacto. Me harté de que me llamaran de tantas maneras y sin saber el porqué, que bajé de mi hogar en las nubes a ésta la Tierra, para averiguar por qué tanto escándalo a mi nombre—

–A ver si entendí, ¿eres el Tiempo mismo?—

–Sí, solo que encarnado—

–¿Y te cansaste de que te llamaran de muchas maneras y sin saber el porqué, que bajaste de las nubes para averiguarlo?—

–Sí, vivo en el País de las Nubes, allá arriba hasta donde alcanza la vista—

–Entiendo. ¿De veras eres el Tiempo?—

–Sí, ¿es acaso que no me crees?—

–No, no, para nada. Te creo todo. Pero oye, será mejor que no andes diciendo eso por todas las calles de Londres o te llevarán al manicomio—

–¿Qué es un manicomio?—

–Un lugar horrible a donde llevan a los locos. Pero tú no estás loco, solo quieres saber. Sin embargo debes saber algunas cosas para que puedas sobrevivir a este viaje que has emprendido—

Harry se dispuso entonces a hablar y hablar de una lista que parecía eterna, sobre cosas básicas de la vida de los humanos que tenía que saber para “sobrevivir a mi viaje emprendido”. Le entendí la mitad de las cosas, y supongo que debió ser suficiente con eso, porque por fin dejó de hablar de eso y para gran alivio de mi dolida cabeza, cambió drásticamente de tema y me preguntó:

–¿Qué edad tienes?—

–En realidad no lo sé. Lo único que sé es que soy tan viejo como la vida y tan nuevo como el mañana. Pero creo que los humanos le llaman a mi edad “la edad de los doce”—

–¡Ah, tienes doce! Yo tengo catorce, pero mi hermana Isabel tiene tu misma edad—

–¿Tienes una hermana?—

–Dos, en realidad. Y dos hermanos, pero yo soy el mayor—

–Suena interesante… ¿Y cómo son?—

–Ya lo descubrirás por ti mismo. Vamos a mi casa y los conocerás a todos; también a mis padres—

–De acuerdo—

Harry dio signos de tomar una dirección y yo lo seguí. Caminamos por un montón de calles y callejones, limpios o sucios, atiborrados de gente o desnudos de hasta el alma más mundana. Harry era un chico simpático en verdad, era mayor que yo, pero éramos casi de la misma estatura. Y no es que fuésemos bajitos, sino que yo estaba al parecer más alto de lo que la mayoría de los niños de mi edad solían ser. Londres no era una ciudad que me interesara mucho conocer antes de aquello, ni aun me causa la menor inquietud, por lo que no me había molestado en investigar sobre la ciudad en que ahora me encontraba. Dejé que Harry me guiara por donde quisiera y yo no hacía más que caminar y hacer todas las preguntas que se me ocurrieran sobre el lugar. Finalmente llegamos a una calle grande pero casi vacía, nos detuvimos ante de la puerta de una casucha en media cuadra, y entramos a ella.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS