En zarzas, o mimetizada

entre los matorrales,

es paciente tu espera

hasta anidar en el suelo.

Te sabes presa fácil de mil enemigos,

y hay miedo en tus vivaces ojos,

que temen no avistar a tiempo a voraces alimañas que al acecho se andan

y aprovechan el descuido ajeno.

Indefensa y desprotegida quedas,

pues tus armas son insuficientes para defender tu nido.

Pero se desvanece tu temor con el canto del macho,

y te armas de valor y, confiada, hasta su procedencia vuelas. Tu peor enemigo, que observa, apunta y dispara.

Demasiado tarde, avecilla,

para comprender la

realidad;

demasiado tarde, avecilla, cuando el suelo te recibe

herida de muerte

Etiquetas: poema

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