Por aquí no vuelvo a pasar. .

Por aquí no vuelvo a pasar. .

ESTEFANYA PARRA

11/08/2021

Había estado harto, harto de sufrir y tener ese dolor en el pecho que acompañaba una ansiedad  pasajera. Hubo un tiempo que incluso parecía que se olvidaba de respirar porque su dolor incrementaba y hacer visible una postura que mostraba una joroba era necesario para no alterar más su frecuencia cardíaca.

Tras una hora de llanto llegó a tener los ojos de un rojo semejante al color que pintaba corazones en aquellas cartas que enviaba a su antigua pareja. Logró hinchar sus ojos como aquella vez  en que una abeja aventurera pico uno de ellos. Creó una verdadera congestión nasal de tanto sacar emociones guardadas, pero ya era suficiente.

El ser enamoradizo no le estaba trayendo buenos resultados y el proceso vivido no era disfrutado porque las canciones tristes estaban siendo protagonistas de sus noches de recuerdo. El aceptar su responsabilidad de una relación frustrada era la única opción para empezar a conocerse. Quien diría que en su proceso por descubrirse se hallaría siendo un secuestrador.

El ambiente en el que se encontraba no hacía más que recordarle el nivel de dependencia emocional que había estado cosechando. Aquella tarde de invierno cansado de llorar así como las nubes hasta volverse claras, decidió rentar una casa en las afueras de la ciudad y compartir un mes con la tan temida «soledad».

Estaba claro que racionalizar una idea no era bueno, al cabo de un tiempo si una decisión es más pensada y nos saca claramente de la zona de confort, es rechazada por nuestro cerebro y al final no hacemos nada.

Consciente de aquello y con una risa nerviosa tomó el teléfono para rentar la casa y como si se tratará  de una carrera al terminar la llamada tenía el pulso acelerado, pero no logró. 

Llegó en fin de semana y su travesía hacia su auto conocimiento empezó. Llevando 6 paradas de ropa y algunos libros emprendió el viaje. Salir de casa a los 19 años con anterioridad se imaginaba que seria porque pudo independizarse no para hacer un viaje a su interior. Ese viaje que frente de los demás no catapultaba como loco.

En un inicio y sin mucha comida en el estómago cada paso que daba le hacía notar una pesadez muy fuerte. Pese a la extraña sensación continuó hasta llegar a la que sería su casa del renacimiento. Instalarse en ella no fue complicado pues había una sola habitación y el balcón daba justo a un paisaje natural en donde cerrando los ojos y abriendo los brazos se podía sentir una paz increíble.

El inicio como todo cambio fue complicado, pero se volvió amigo de la alarma para no arrojarla por la ventana o al piso hasta que se callara. Preparar su comida le hacía consciente del amor y la atención que había depositado en otros para alcanzar una falsa felicidad. Uno, dos… y diez días fueron pasando, pero tener grandes amigos a través de la lectura empezaba a dar flores que más tarde con su aprendizaje daría frutos al ser compartido.

Ensimismado en este nuevo mundo y habiendo pasado 3 semanas de no haber tenido contacto con ninguna persona le hizo notar su despensa vacía. Entonces salió por la noche a comprar lo que le hacía falta para terminar el mes. Al estar fuera de la tienda eligió regresar por una carretera de tierra, en este sitio se escuchaba maullidos y alegre por su hallazgo y pensando que tendría compañía corrió hasta el lugar donde se pronunciaba aquel sonido.

En efecto, era un gato. Rafael no dudó en echarle un pedazo de pan para acercarlo. El felino hambriento se acercó enseguida, pero antes de terminar aquel bocadillo fue capturado en una bolsa negra. Rasguño, forzó su cuerpo para salir, pero no pudo. Luego de unos minutos se escuchó decir: ya no falta mucho tiempo, tendrás cama y comida calentita.

Al llegar a casa la bolsa fue abierta por Rafael y el gato sin esperar nada, salió espabilado y querer ser su amigo no le sirvió de nada al joven. Después de todo, cada acercamiento del muchacho al gato significó un nuevo rasguño. 

Se detuvo para darse cuenta de que estaba teniéndolo contra su voluntad y él parecía haber perdido la razón por un instante. El gato volvió a su hogar y el joven incómodo por lo sucedido entendió una de sus lecciones, «no aceptar la soledad y conocerse hará que le pongas parches a tu vida«.

El dolor por la perdida de su pareja, su viejo yo y las heridas que dejo el gato fueron situaciones difíciles, pero en medio del caos su amor propio y propósito en esta vida apenas empezaba.

Tuvo resultados su esfuerzo y valentía que al final lo llevó a decir…» Por aquí no vuelvo a pasar«.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS