Milagro de lluvia
«Miramos el mundo una sola vez, en la infancia. El resto es memoria».
(Louise Glück)
El ruido de la lluvia me ha despertado.
Una brisa antigua, fantasma fugitivo, con su ropaje de frío, roza mi piel al pasar.
¿Qué sensación provoca en mí esa música de gotas golpeando las hojas, ese cantar del viento en las ramas, esa polvareda de cristal que llama a mi ventana?
Viene a mi memoria un atardecer iridiscente, en que he visto a Buenos Aires morir indiferente entre nubes de fuego.
Edificios, pájaros, gentes, el ayer y el hoy; todo se mezcla y se confunde con el olor a tierra mojada, con el sabor indefinible de mi felicidad pasada, de mi infancia ida.
Recuerdo aquella vez, había llovido y en la acera color ocre, se había formado un charco de un agua increíblemente luminosa, transparente.
¿Por qué perdura en mí su imagen todavía?
¡Y el arcoíris, qué belleza, qué magia!
Embargaba mi corazón una emoción tan intensa, que la hubiera juzgado sustancia corriendo en mis venas.
¿Será que lo mejor de la vida, aquello destinado a dejar en nosotros una huella indeleble, es siempre frágil, temporal?
Mirando para la chocolatería, el cielo era una gran nube oscura.
Pero esa visión imponente no me aterró; la tormenta había pasado y ahora reinaban la calma y la paz.
Había en la brisa fresca, como un aroma frutal, y era el aire más liviano y era un gusto el respirar.
Hacia el lado de la iglesia, las gotitas en las ramas, como astillitas de cielo, compartían su color, produciendo la ilusión, como de un mundo de ensueño.
Y en casa, mi madre, tan querida, tan eterna.
Y mi padre, tan bueno, volviendo del trabajo.
Y mi hermano mayor, ¡tan vivo en mi recuerdo!
Supongo que era el amor, un amor tan verdadero que, por mero pudor, no se dejaba ver.
La lluvia arrecia de nuevo, algo me quiere decir.
Tal vez, que debo salir, sentirla otra vez en mí, como ayer cuando creí, inocente de la vida, que por siempre sería así, que la muerte no existía.
Iré por esos senderos, lluvia eterna, sin pensar, tus lágrimas que caen del cielo, otras lágrimas verán, que voy en busca de ellos, que también me han de extrañar, para decirles que nunca he consentido olvidar, que siempre viven conmigo, que a mi lado siempre están, pues son parte de mi alma, por toda la eternidad.
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