Los tres estaban juntos desde que tenía memoria. Habían crecido en las calles, criados por la oportunidad y la audacia, moldeados por la imperiosa necesidad de alimentos y otros menesteres básicos. Todo lo que el mundo tuviera para ofrecer era de ellos para que lo tomaran, o eso creía él.

Con los años vinieron preocupaciones más allá de la mera supervivencia, como los asuntos que competen al corazón. El suyo, robado por la muchacha con la que había pasado todo este tiempo. Pensaba en como podría obtener el de ella a su vez.

Un día como cualquier otro, volvía a la guarida de hacer una ronda nocturna, cargado con los botines de sus pulcros hurtos, cuando los encontró besándose. Aprovechó que la atención de sus amigos estaba puesta al servicio de la pasión para aproximarse furtivo, y ni bien estuvo al alcance, clavó su puñal en la espalda de quien había sido como su hermano. Un segundo después, el cuello de la pobre chica, paralizada por el espanto, se abrió con facilidad ante el filo de su arma. El joven ladrón se agachó junto al cuerpo sin vida, y con violencia extrajo su tan ansiado tesoro, todavía palpitante.

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