Mientras me queman los labios las gotas del duchero, pienso que es bueno sentirse solo, a veces, claro…

Me río, bajito.

-Quema, quema, quema- se siente tan delicioso el sabor a metal

la yuxtaposición de todos mis pensamientos juegan tan en contra, que me he encontrado más de una vez rezándole a un dios con quien ni siquiera cuento 

Pero hoy me quemo, y me regocijo en la locura del fantasma, que me eleva y llena las venas de adrenalina erudita

Y sigo riéndome, así, y susurrando, pero mis lágrimas caen

y en las mismísimas penas de Arthur:

¡Lloro sangre!

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