Reseña de la película «A Thousand Times Goodnight», 2010 de Erik Poppe

Reseña de la película «A Thousand Times Goodnight», 2010 de Erik Poppe

Título original: A Thousand Times Goodnight (Mil veces buenas noches)
Año: 2013
País: Irlanda, Noruega. 
Director: Erik Poppe
Reparto: Juliette Binoche, Nikolaj Coster-Waldau, Maria Doyle Kennedy, Larry Mullen Jr., Lauryn Canny, Adrianna Cramer Curtis, Mads Ousdal.
Género: Drama, fotografía, periodismo
Ciclo: La fotografía y el cine. 
Duración: 117 minutos

Sinopsis:

Rebecca (Juliette Binoche) es una fotoperiodista obsesionada que realiza reportajes desde zonas de guerra Se encuentra en Kabul documentando material al interior de un grupo de terroristas que utiliza mujeres suicidas para sus fines. Al acompañar a una de las terroristas suicidas, estalla una bomba y no logra alejarse resultando herida. Mientras se recupera en su casa en Irlanda, su esposo Marcus (Nicilaj Coster-Waldau) y su hija Steoh (Lauryn Canny) le confrontan y le obligan a elegir entre su peligroso trabajo o su familia.

Película ganadora del Gran Premio Especial del Jurado en el Festival Internacional de Cine de Montreal de 2013. Recibió en su estreno críticas mixtas y se agradece la honestidad en los elementos autobiográficos utilizados en el filme. Su director Erik Poppe trabajó como fotoperiodista en los años 80’s, cubriendo conflictos en América Central, Medio Oriente y el Sudeste Asiático.

La mayor parte de la película fue filmada en Marruecos y su presupuesto alcanzó los $8.500.000 dólares. El guion, elaborado por el mismo Poppe en colaboración con Harald Rosenlow-Eeg; la música estuvo a cargo de Armand Amar y el director de fotografía fue John Christian Rosenlund.

Juliette Binoche (1964) considerada por la crítica especializada como una de las actrices francesas de mayor prestigio tanto en Estados Unidos como en el resto de Europa, confirma la versatilidad mostrada a lo largo de su dilatada y exitosa carrera, ya cuenta con más de 40 películas: «Herida», 1992, «Tres colores: azul», 1993, «El paciente inglés», 1996, «Chocolat», 2001, «Copia certificada», 2010.

Su trabajo en el cine comercial e independiente ha contado siempre con el reconocimiento del público y los críticos resaltan su notable estado de gracia fílmica. Poseedora de una sofisticada presencia ante las cámaras que no pierde brillo con el paso de los años.

En contexto, la película nos instala en un tiempo posterior a la llegada de tropas estadounidenses al suelo afgano para derribar el régimen talibán. Un tiempo de gran esperanza. Después del oscuro régimen talibán, parece que, los afganos se encaminan a una vida mejor, pero no. La esperanza se desvanece y nada indica que esta guerra esté próxima a terminar. Por el contrario, desde el anonimato y la clandestinidad sus seguidores comienzan una violenta lucha para expulsar las fuerzas extranjeras y restaurar el gobierno islamita.

Es en estos años cuando se extiende la práctica de la inmolación como fórmula de protesta política o religiosa —el filme no profundiza en ello—, la muerte se convierte entonces, en condición necesaria para garantizar la eficacia del atentado, y los propios terroristas deciden de manera deliberada poner fin a sus vidas como parte del plan.

Aquí aparece en escena Rebecca, una periodista de guerra que documenta a través de su cámara el ritual de una mujer dispuesta a morir por la causa. Observamos acompañados de su lente, la preparación de la mujer suicida. La curiosa ceremonia de despedida y duelo de familiares y amigos, sólo minutos antes de disponer su cuerpo como arma estratégica, al mejor estilo de los kamikazes (viento divino) japoneses en la segunda guerra mundial.

En el aspecto tradicional, el ritual de duelo ayuda a los sobrevivientes a catalizar la pérdida, proporcionándoles una estructura socialmente aceptada dentro de la cual, dirigen —como un recurso temporal— toda su atención hacia el difunto, declarando así la muerte de éste y aceptando sus consecuencias. Llama la atención que ante la imposibilidad de un entierro tradicional, se representa el proceso antes del fin de la persona. Si extrapolamos este suceso, al interior de Rebecca también se produce un duelo, al tomar la decisión de aferrarse a su vocación por el trabajo. Ella sabe que la consecuencia directa de su decisión es la pérdida inminente de su familia y, afligida, el dolor perceptible en su rostro ante la inevitable ambivalencia de sus sentimientos.

Lo anterior constituye el marco perfecto para presentarnos el conflicto esencial que plantea la película: el drama de una mujer abocada a una disyuntiva, debe escoger entre su dedicación a un trabajo de alto riesgo que ama con fervor desbordado y la posibilidad de disfrutar del sosiego, la tranquilidad familiar. Su esposo e hijas no comparten su gusto por una profesión tan peligrosa a la que pocos se atreven. En pocas palabras, el filme nos habla sobre el manido tema del equilibrio entre familia y trabajo, lo que imprime a la película matices melodramáticos y la torna previsible de forma irremediable.

Es interesante el uso de primeros planos, el ritmo pausado y la introducción en la narrativa de elementos oníricos: la inmersión en el agua que Rebecca suele tener durante el sueño, invita al espectador a reflexionar sobre cómo la actividad del fotógrafo de guerra puede afectar a los involucrados en ella y cómo intentan establecer relaciones «normales» quienes han decidido entrar y salir del infierno como un modo de trabajo.

El filme posee una estructura narrativa circular que no admite dudas cuando advertimos la duplicidad de la primera escena y la última. En ambas se desarrolla el mismo ritual de preparación de una mujer para la inmolación, la gran diferencia es que segunda es una niña.

Centramos la atención en esta escena final, que nos transmite un claro mensaje de mea culpa, es aquí donde el personaje de Rebecca nos sugiere el reconocimiento de su error. Inmersa en un momento de angustia, con pocas perspectivas, se mira a sí misma lanzada a un profundo abismo, sin mayores posibilidades de salir.

En un editorial sobre Wafa Idris, quien ostenta el dudoso honor de ser la primera mujer palestina suicida, convertida, tras su sacrificio en una heroína para las jóvenes palestinas y en un ejemplo a seguir, reza lo siguiente:

«Es una mujer la que hoy te enseña una lección de heroísmo… y la manera de morir como un mártir. Es una mujer que ha conmocionado al enemigo, con su cuerpo delgado, más fuerte y débil… Es una mujer que se hizo estallar, y con ella, explotaron todos los mitos sobre la mujer debilidad, sumisión y esclavitud… Es una mujer que ahora ha probado que el significado de la liberación [de la mujer] es la liberación del cuerpo de las pruebas y tribulaciones de este mundo… y la aceptación de la muerte con un abrazo poderoso y valiente».

«¡Es una mujer!», Al-Sha´ab (1/2/2002)

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