El inicio de un día.

Hoy es el primer día que escribo aquí. Pensé en hacerlo desde hace tiempo y quería que empezara así: 

Me despierto. Lo primero que noto es el techo del cuarto, ¿me he quedado dormido más de la cuenta? Es tarde… ¿tarde para qué? No logro recordar. El peso de mi cuerpo cae sobre el colchón en el que estoy, me atrae hacia él. Es una fuerza que no exige esfuerzo ni preocupación. Antes de levantarme escucho un vaivén de sonidos que no logro distinguir totalmente. Son muy relajantes y parecen estar compuestos de algo similar. Como si los causantes de esos sonidos estuvieran conectados (¿y lo están?).

Pienso en unas sucesión de puntos y en el mar. Una línea recta o curva y pienso en las gotas pequeñas que conforman al mar y lo hacen algo inmenso y sublime. 

Los sonidos y su vaivén suenan cerca pero justo antes de acercarse tanto como para tocar mi cara, se difuminan en la distancia. Y regresan. 

-Hola, ¿cómo estás? ¿descansaste?

Su voz me recuerda el momento en el que estoy y pienso «sí, voy a empezar el día». 

No logro recordar qué fue lo que pasó ni si podría recapitular los hechos pero sí sé que estoy con personas que se preocupan por mí y me quieren. Yo también les quiero. 

Dejé abierta la ventana… qué raro, porque siempre la cierro ya que no puedo dormir por el aire que entra y la luz del sol que se traspasa por la persiana en las mañanas. Es verano y en el aire hay una sensación cálida y agradable, antes era mi estación favorita y hoy, ahora que está aquí, recuerdo el mar. 

El mar de nuevo… El vaivén de los sonidos y las olas. La presencia de la gente que desde la noche estuvo de fiesta o en la calle se mezcla con el ambiente y la calidez del día. Me quedé dormido y escuché el mar. La gente como olas en el mar de la ciudad me relaja mucho. 

Nunca pensé en escribir en esta extraña combinación. Recuerdo el mar pero no puedo recordar qué hago aquí, ni por qué estoy en esta casa con esta ventana abierta… Ahora, voy a empezar el día.