Los juglares, ebrios de vino y aguardiente cantaban en la calle, enfrente de la prisión.

Los reos esperaban la última sentencia.

El rey celebrando su fiesta con un lujuriante e indecente banquete, animada por bufones y enanos hambrientos. 

El monarca, de vez en cuando, les lanzaba trozos de pan. 

Sus invitados reían y se burlaban mientras veían como se peleaban como perros para coger del suelo un trozo de comida.

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