Prefacio a la tercera edición de La Marina ilustrada

Prefacio a la tercera edición de La Marina ilustrada

En la noche del 5 de noviembre de 1789 ─año de la Revolución
francesa y una fecha singular para la historia de la Astronomía─
el joven oficial de marina y astrónomo Dionisio Alcalá Galiano,
enrolado a bordo de la expedición que comandan Alejando Malaspina y
José de Bustamante y Guerra, se encuentra en la ciudad de
Montevideo, y aprovechando su estancia en el hemisferio austral y la
claridad de los cielos que le rodean, se dispone a observar el
planeta Mercurio que esa noche alcanza su máximo perihelio respecto
al Sol. A sus 29 años, Alcalá Galiano ha sido el primer navegante
de la historia en aplicar el método de hallar la latitud por medio
de la altura polar, observada a una distancia cualquiera del
meridiano, tal y como se hace desde entonces, y por ello es el
responsable de las observaciones astronómicas que se llevan a cabo
dentro de los amplios objetivos científicos y políticos, del viaje
de circunnavegación que durante un lustro llevarán a cabo las
corbetas Descubierta y Atrevida, ensanchando las
fronteras físicas y del conocimiento del siglo ilustrado.

En la vuelta al mundo de Malaspina y Bustamante, a Alcalá Galiano
le cupo el honor de ser también el primer astrónomo en observar,
desde Montevideo, el paso irregular de Mercurio por delante del disco
solar. Sus apuntes sobre estas observaciones aparentemente erráticas
del planeta más próximo a nuestra estrella, pusieron en cuestión,
nada menos, que toda la mecánica celeste de Newton, y sirvieron para
que más adelante, el astrónomo francés Urbain Leverrier,
reconociendo la contribución a la ciencia del hallazgo del marino
español, corroborara que el movimiento de Mercurio no se ajustaba a
lo que establecía la teoría de la gravedad de Newton, por
determinar un avance del perihelio ─la distancia mínima posible
respecto al astro─ en su órbita, que no pudo ser explicado hasta
la teoría de la relatividad de Einstein.

El descubrimiento de Alcalá Galiano fue uno más, de los múltiples
hallazgos y contribuciones al desarrollo científico, técnico,
geográfico, económico y humano, de los marinos, astrónomos,
geógrafos, naturalistas y exploradores ilustrados del siglo XVIII,
dentro de los cuales los españoles ocupan, por méritos propios, un
lugar de honor. Independientemente de su probado valor como militares
y su entrega al servicio del Rey y de su patria, aún en las peores
circunstancias de lo que fueron las guerras napoleónicas. Tal y como
le sucedió a nuestro brigadier Alcalá Galiano, perdiendo la vida
cómo tantos otros de igual valía, en el combate de Trafalgar.

A tenor de cómo terminó para España la utopía ilustrada del
Siglo de las Luces, y las funestas consecuencias que tuvo la que ha
sido la mayor batalla naval librada en aguas españolas, más allá
de los errores tácticos del almirante Pierre Charles de Villeneuve
al mando de la Combinada, o del loco arrojo de Horatio Nelson,
nuestra historia del siglo ilustrado ha sido menospreciada e
infravalorada injustamente, por la simple razón, parafraseando al
poeta Gil de Biedma, que acaba mal. De ahí mi propósito como autor,
de divulgar y reivindicar con este ensayo sobre La Marina
ilustrada…
que en este año alcanza su tercera edición, la
herencia de una centuria excepcional, recuperando la historia y los
logros, poco a poco olvidados, de estos marinos, gobernantes,
científicos y expedicionarios españoles del siglo XVIII que son
nuestro pasado, y que por tanto merecen el reconocimiento y el justo
veredicto de respeto a los ideales de progreso que les movieron y, a
menudo, todavía hoy les regateamos.

Y sumado al ninguneo que la historia de los ilustrados hispanos
─incluidos todos los americanos─ haya podido padecer a la hora de
despertar el interés de la opinión pública, tanto nacional como
foránea, no es menos cierto que los españoles descuidamos, con
harta frecuencia, la investigación, el conocimiento y la divulgación
del pasado propio, que añadidos a la falta de promoción exterior de
nuestro país, tienen como resultado la ignorancia y el olvido ─más
de una vez interesado─ de nuestra historia, con las graves
consecuencias que todo ello conlleva para el porvenir de cualquier
nación que se precie.

Tal y como señalaba en el prólogo de la primera edición del libro
(2009): «Entre la pérdida de Gibraltar (1704) y el enfrentamiento a
tres bandas de Trafalgar (1805), las sempiternas alianzas borbónicas
con Francia y la ocupación napoleónica, transcurre todo un siglo
durante el cual los hechos que se suceden resultan tan amplios, que
su recuerdo puede verse difuminado entre estos varios polos de
atracción. Mi interés por hacer un mayor hincapié en la
divulgación y comprensión de toda la centuria, tiene por objeto el
que resulte útil para explicar el cómo y el porqué se llegó de un
extremo al otro, abarcando en este recorrido toda la hermosa, la
conmovedora historia de la Marina de la España ilustrada, y la de
los hombres que la hicieron posible. Con el telón de fondo del
escenario del mundo colonial americano, la Ilustración y el Siglo de
las Luces, que tanto en nuestro país como en la América hispana
alcanzan, pese a todas las resistencias, enorme brillo».

También apuntaba, en el prólogo a la segunda edición (2016) que:
«Como españoles, debemos congratularnos de que por fin se vaya
superando la amnesia intencionada de propios y extraños sobre el
gran papel que jugó España y su Imperio ultramarino, en el diseño
de la Modernidad y los grandes logros del siglo ilustrado. La
exploración científica, militar y comercial que nuestro país llevó
a cabo en América y Oceanía, encarnan plenamente los valores de la
Ilustración y contribuyen, como pocos, a fraguar lo que hoy llamamos
globalización. En palabras de un hispanista emérito, el profesor
Daniel R. Headrick, de la Roosevelt University de Chicago: Es difícil
pensar poder dibujar un horizonte del siglo XVIII en cualquiera de
sus facetas, sin imaginar el influjo de la Real Corona Española,
clave de su tiempo».

En la actualidad, y a punto de ver la luz esta tercera edición del
libro ─revisada y ampliada─, confieso a los lectores mi
satisfacción por la amplia singladura que ha realizado este ensayo,
desde que quedara entre los cinco finalistas del VI Premio Algaba de
Investigaciones Históricas en 2008; su inclusión, más adelante, en
el catálogo de la prestigiosa librería madrileña Polifemo, que
dedicó a Carlos III y la Ilustración (2014), ofreciendo
y publicitando las cien mejores obras publicadas para explicar el
siglo XVIII y entender esa época; o bien, que La Marina
ilustrada…,
figure hoy en los
fondos de las bibliotecas y las cátedras de historia en distintas
universidades españolas y extranjeras; algunas tan representativas
como las de Oxford, la Sorbona, Stanford, John Hopkins,
Wisconsin-Madison, o la biblioteca del Instituto Cervantes, por poner
algunos ejemplos de los que me siento muy agradecido.

En lo personal, para mi es un
reconocimiento a este esfuerzo por explicar y situar en su contexto
más adecuado, toda una época. La que da comienzo con el cambio de
dinastía en España y la crudelísima guerra europea que ello
conlleva, hasta lograr situar de nuevo a nuestra nación entre las
potencias más significativas del viejo continente y el anciano
régimen, poco antes de su ruina. Pero de las pocas capaces de enviar
sus navíos a los confines más alejados del mundo, gracias al
espectacular desarrollo demográfico, social, económico,
científico-técnico, militar y geopolítico, del que resultó capaz
la España ilustrada.

Primavera del 2021

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