Junio de 1994. Mundial de fútbol en USA. Retorno de Maradona a un mundial. Para los argentinos que vimos salir campeones a la Selección Nacional en dos oportunidades, la copa del mundo es un evento importantísimo. No interesa si sos fanático o no tanto, hasta las mujeres nos fanatizamos. Lo poco que sé de fútbol, lo aprendí en los mundiales.
Para mi marido Sergio es un momento que lo retrotrae a los 11 años que tenía en el 78. Un niño con todas las ganas de vivir una pasión única. Contagia. Si bien me encanta ver los partidos de la selección, yo no siento esa misma pasión, pero me contagia. Además es genial ver como disfruta del tema con sus amigos. ¡Qué lo viva, que lo disfrute, que vuelva a la infancia y a ese mundo que construyó con sus amigos!
Que quede claro, para casi ningún hombre argentino, ver el mundial es como para nosotras ver la película o serie preferida, con amigas. Participan de una ceremonia MUY COMPLEJA, construida a lo largo del tiempo. Ellos son cinco en total: Sergio (mi marido), Lolo, Mario, Juanpa y Carlitos. Los conozco bien, a ellos y a sus esposas. Son amigos. Tenemos momentos de vernos más y otros menos. A veces, nos vamos todos de vacaciones juntos, otras no nos soportamos. El gran grupo está atravesado por “hechos de la vida adulta”: casorios, nacimientos, bautismos y separaciones. Pero ellos cinco, se reúnen los jueves a jugar al fútbol y a cenar. Y, caiga quien caiga, perpetúan un ritual durante los mundiales.
Tienen centenares de conductas repetidas, creo que conozco varias, pero sé que hay otras que no me cuentan. Yo sé que existe el azar. Ellos también saben que existe el azar, pero tratan por todos los medios de ordenar el caos. Ese orden se basa en una serie de LEYES que se llaman cábalas. La primera es estar todos juntos en los partidos de la selección, en casa de mi marido. Parece que mi suegra en el 78 era una madre gamba y se juntaban en su casa. Ahora lo hacen en la mía y yo trato de estar a la altura: no me importa que corran los muebles para que queden como “deben estar”, les compro todos los snacks y bebidas, que necesitan, incluso aprendí a hacer la pastafrola, porque mi suegra los recibía con pastafrola casera. También saco los elementos básicos, que guardé con cuidado en la baulera del placard: bandera, camiseta de la selección 78, vuvuzela, peluca bicolor. Mario trae la camiseta del 86, la de Boca y su propia bandera. Juanpa no puede perder su sombrero de picos, elemento fun-da-men-tal. Lolo trae las estampitas y Carlitos…ya me perdí. Todos menos Lolo van al baño antes, o en el entretiempo. No pueden ir al baño durante el partido. Lolo va en el minuto 38 del primer tiempo (cronometrado), porque no sé en qué mundial, luego de su visita al sanitario, el Pájaro metió un golazo. Todos acuerdan que el calzoncillo que usan durante el primer partido, pasa a ser “el calzón oficial”. Ese mes, solamente lo usan durante los partidos de la selección, y no se lava hasta después de la final.
Obvio que la familia no puede estar presente en la ceremonia. Solamente integran a los hijos varones. ¡Ya les va a llegar el día que una de sus nenas se los eche en cara! Yo me voy a lo de mis viejos. Mami y yo lo vemos en la cocina con los chicos. Mi papá y mi hermano en el living, gritando como locos. ¡En fin, una colección de tradiciones ultra machistas!
Volvamos al 94, Mundial de USA. Jugamos contra Nigeria. No importa la hora en la que se juegue el partido, todo el día hay cierto nerviosismo en el ambiente. Se van preparando. En eso estábamos cuando me interroga:
-¡Gorda! ¿Dónde está mi “calzón del mundial”?
– Dónde vos lo dejaste – respondo.
– No lo dejé en ningún lado especial- contesta en tono alterado.
-Fijate en tu cajón.
Desde el dormitorio, me llega un alarido mezcla de ataque de furia y llanto.
-¡ME LO LAVASTE! ¡LO LAVASTE!- lloriquea.
Aparece en la cocina y me lo muestra con cara de incredulidad.
-¿Me lo hiciste a propósito?
– ¡Pará, querés! – lo increpo – No hay un complot internacional, para cagarte el mundial. Yo juego para tu equipo, siempre. LO HABRÁS PUESTO A LAVAR VOS.
-NO, no esa sí que no. Creo que lo dejé tirado en una esquina del dormitorio.
– ¡Sergio eso, y ponerlo a lavar, es lo mismo! ¿O vos pretendes que quede ahí una semana? Además, no me dí cuenta que era ése.
– ¡ME MATASTE! ¡NO TENEMOS CÁBALA! -protesta.
– ¡Bueno empezá a hacerte cargo de tu ropa! Especialmente de tus calzones. ¡Basta, cortala porque esto está pasando de castaño a oscuro! Me voy a lo de mis viejos.- portazo.
Agarré a la nena y me fui. Cuando llegué, me abre la puerta mi hermano.
-Llamá a tu marido, que se quedó preocupado- me informa – No tenés arreglo, petisa – me dice con sorna fraterna.- ESTROPEASTE EL MUNDIAL, JA, JA.
Por si no lo recuerdan, en ese partido contra Nigeria, a Maradona lo sacan para un antidoping que le da positivo y ya no remontamos más. Luto Nacional, Luto Familiar y Luto Marital.
Sepan, que cuando cometí el error de levantar ese calzoncillo y lavarlo, le corté las piernas a Diego. Además dió comienzo una época de yeta para la Argentina en los mundiales, que ni teniéndolo a Messi en el equipo, logramos el título. Me lo recuerdan cada 4 años.
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