Julia Boutros, canción a Palestina
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Amada Palestina

Variaciones sobre el poema “La fuga de la muerte” de Paul Celán
y
“Las tonalidades de la ira” de Rafeef Ziadah 

El día de hoy o el de ayer o cualquier otro
matan al pueblo palestino a sangre fría.
Matan a los niños, matan a los ancianos, matan a las mujeres.
Check point de la muerte y es en los check point
donde se planifican las avanzadas de las matanzas
y luego lanzan las innumerables esquirlas
que cortan la carne el hueso hasta las palabras.
A las astillas de la muerte le sigue una tormenta de misiles
que devastan iracundos la reseca-tierra-reseca
cuando no queda ni una gota de agua,
aplastan las cenizas hasta dejarles
impresos todos los sufrimientos posibles,
hasta estampar la congoja de los indefensos
a los ardientes metales de las innumerables bombas
que el Estado fascista arroja contra los desventurados.

En Palestina se bebe la leche negra de la madrugada,
se la bebe en la noche y en las tardes y se la bebe en la oscuridad
de los apagones cuando el humo de las bombas no puede disiparse.
Los hombres y las mujeres beben la negra leche y luego cavan y cavan
una infinita tumba entre los escombros hasta la tierra seca,
piedra a piedra cavan, cautivos de la muerte, son humos que ascienden
hacia la aciaga cavidad del cielo. Domo y sarcófago.
En los reductos de la losa disuelta yacen pequeños moribundos
que padecen en silencio los antiguos y renovados dolores
que el hombre que se divierte con su serpiente de seis puntas
con la que escribe las órdenes de muerte a quienes dirigen sus bombas.
Escribe en Israel sobre una mujer árabe de piel cetrina,
y sobre su idioma árabe rompiendo las palabras en un check point
donde el hombre-los hombres proponen violarla
antes de que se vuelva madre, y ella es ella y todas las mujeres
cargando el genocidio día a día. El hombre describe
su cabellera negra y su luminoso rostro cetrino
y lo describe en varias lenguas para que quede el testimonio preciso
del nuevo Holocausto, y mientras escribe sus sentencias mira los incendios
delante de su tienda de campaña, cuando parece que las estrellas caen
contra los pobladores y una columna de piel chamuscada
asciende por el viento hasta la luna que se vuelve negra.
El hombre silba para que lleguen sus soldados
que cavan otras tumbas mientras entonan una melodía
que cae encarnizada de sus dientes para que la mujer árabe
de piel cetrina y que habla su idioma árabe,
baile la música del nuevo Holocausto para ellos,
hasta morir luego de una ráfaga de ira.

Es la leche negra que se bebió tiempo atrás,
ochenta años atrás, noventa años atrás,
leche negra en la oscuridad del mundo,
setenta y cinco años atrás
en la madrugada, en la mañana, en la noche,
y se la bebe como entonces en sílabas muertas
y el hombre, que permanece en su tienda de campaña
mirando cómo llegan en racimo las bombas a su destino,
escribe en Israel sobre la cabellera fragante y renegrida
de una mujer árabe de piel cetrina y su idioma árabe
hecho cenizas como el tormento de los niños entre los escombros
que se desintegran por la furia del fuego de las bombas
mientras otros niños ejercen la intifada de las piedras.

El hombre delante de su tienda de campaña grita:
¡cavad más profundo! Más profundo, exige; quiere enterrar allí
a los profetas, a todos los profetas, y deshacerse para siempre
de la mujer árabe de color antes de que sea madre,
y blande el hierro de sus ojos azules mientras escribe
con su serpiente de seis puntas la historia contemporánea de la muerte.

Leche negra de la madrugada, la beben en la noche palestina,

la beben en los mediodías de olor a almendro y lluvia amarga,
y la muerte es un Maestro de Israel de muros y alambrados.

La beben al atardecer y por la mañana,
beben y beben la muerte en la intimidad de los escombros.
La muerte es un Maestro de Israel, su ojo es azul

que alcanza con bala de plomo el disparo certero.

Ese hombre que vive en su tienda de campaña
y que ha destruido la casa de la familia árabe luego del saqueo,

azuza sus perros contra la humanidad,
a todos nos regala una fosa en el aire

mientras juega con serpientes de seis puntas
y sueña la muerte que es un Maestro de Israel.

16/05/2021

Amada Palestina II 

Franja de Gaza bajo fuego,
Franja sublime, dolorosa patria.
Tu sangre en pugilato fluye
hasta una roja aurora.

Franja de Gaza, heroica.
Es un festín de piedra tu coraje
aunque la bala more en mil heridas.

Franja de Gaza, que no hay puñal Dios mío
que quiebre tu voluntad de vida. Eres
la rebelión humana, y tu bandera en cólera
resiste al sangriento metal de la conquista.

Franja de Gaza machacada,
el fósforo blanco te incinera
noche a noche y en cada madrugada,
pero tú flameas como el mejor instinto,
sin agua ni comida, no suplicas, luchas
y enseñas de la libertad allende tus fronteras.

Franja de Gaza, entre alambres de púas.
Yo vi tus niños bajo los escombros
luego de los bombardeos,
y vi su sangre correr bajo las piedras
hasta teñir de rojo la tierra resecada.
Vi tus mujeres cavar a mano cada tumba
romper sus uñas contra las brutas ruinas,
pero no rindes tu corazón, y tu grandeza
sostiene nuestras dudas sin la menor queja.

Franja de Gaza, exangüe cuerpo,
destruirán tus casas, tus escuelas,
arrasarán tus hospitales,
y lloverá la apocalíptica pólvora
sus extremos cementerios
más seguirás en pie, como Guernica,
mostrando al mundo al asesino
de los templos sangrientos e inmorales.

Franja de Gaza, sin padres y sin madres
que arrullen a los hijos, te sublevas
y en el púlpito planetario clamas
por tu libertad y por tu independencia
y los pueblos del mundo te saludan,
te miran, te oyen, se persignan por vos
pequeña patria Palestina, rezan en sus metales
y en sus dinamitas por toda tu gloria.

Franja de Gaza, palestinada, esplendorosa,
de la carne muerta de tus inmortales
surge inacabable la intifada colectiva.
Un coágulo de cenizas en todas direcciones
estampa los nombres de mártires y héroes
y un ¡ay, pequeña patria bajo fuego!
Que voy repartiendo tu bandera
blanca, verde, roja y negra hasta la victoria. 

II 

Y entonces tu camisa estaba rota, mujer,
y te sangraba la hebra cuando el niño mamaba
la guerra de tu pecho. Llegaba el fuego
en el metal urdido y te envolvía un cadáver la cintura
hasta torcer tu vientre hasta la tumba.

¡Cuánto lloraste desde toda tu infancia
tocando piedras y no espuma, dolor y nunca calma,
el grito endurecido y no la palabra blanda!
Los muertos de Zeitun aún reclaman
poder abrir los ojos pero la tumba les serpea
en las pupilas y una bomba les graniza la metralla.

Desde entonces, sin contar los años que pasaron,
no hubo juguetes, solo balas, burbujas de pólvora
ardiendo a tiro de una llaga en el pecho
que Haganá regará con sangre de los árabes,
hasta que un cráter de malicia devore lo que resta.

Vendrán por ti como por todos, calando bayonetas,
los ataúdes al hombro y envolverán tu cabeza
con la negra mortaja del ultraje y lucirá tu calavera
una marca indeleble, creciente en la osamenta
hasta padecer el agite del ahorcado.

Mujer que miras los muertos desde tu ventana,
baja a la calle de perpetua ruina, yugo de tierra seca
y piedra encandilada y échales tu misericordia
como agua bendita. Llora tu lágrima de nueve meses,
bébele el rostro a besos, que palpiten sus labios
tus tibiezas que a Palestina llegará su hora.

20/10/2023

III 

Al-Ahli, ¡ay! ¡Ay! Infernal llega el misil,
arde metal su vómito caliente y rompe
en su caída palabras y silencios.
(La noche ahora es un libro que mató sus estrellas).
Estalla. Apenas un segundo. Iracundo.
Llueven nubes rojísimas de fuego
y el cirujano suda la última gota de su vida
mientras los escuadrones de la Knéset
celebran con Natanyahu la masacre.
Los niños de Gaza van tumba abajo, ruedan,
y un verdugo sin rostro les machaca la pulpa de los huesos.

Niños de Gaza, el cielo ha caído sobre ustedes,
miren el cielo ¡ardiendo! Abajo, la tierra sucumbe
al golpe de la muerte remojándose en la negra sangre
de un abismo abrupto que no tiene fondo.
Al-Ahli está lleno de carne que orbita entre las llamas.

Al-Ahli, tus criaturas son cáscaras que cosen como pueden sus heridas,
no tienen bocas para maldecir sus lágrimas,
ni ojos para ver un camino. El aliento del muerto
espanta en la saliva de los sobrevivientes
y besos encarnizados como puñales rotos
cortan las lenguas por la espalda. Que hoy es martes,
atrocísimo martes de dolores; todos morimos algo
en Al-Ahli, en la martirizada Franja. Se cavarán
las tumbas, se escucharán los salmos de difuntos,
y hasta el niño se pondrá la guerra al hombro
y gritará muy fuerte: ¡Palestina será libre o no será nada!

17/10/2023

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A Hiba Kamal Abu Nada 


“Si morimos, sepan que estamos satisfechos y firmes,
y digan al mundo, en nuestro nombre,
que somos personas justas/del lado de la verdad”.
 

La noche en la ciudad es oscura.

Dirá al aire su himno brutal,
rito de candados y cadenas.
Un vasto pabellón de mortaja.
A manotazos las nubes que flotan
huelen inconsolables a fuego.
La luna es una mancha estática
que ve pasar la criatura de la muerte.

La noche en la ciudad es oscura.

Liturgia de los bombardeos
que aplastan la humanidad contra las fronteras;
inminentes piedras sobre las cabezas,
bordan el metal caliente
que vuelve como puños
contra cada uno de los martirizados.

La noche en la ciudad es oscura.

Los niños se acurrucan por los rincones.
A ellos les quitan el pan, el agua, la infancia
y nuestras lágrimas no sacian su sed,
no endulzan sus quebradizos labios
porque no consuelan, estoy seguro.
Lloramos para palpitar nuestra rabia.

La noche en la ciudad es oscura.
Excepto por el brillo de los misiles.

Súbitos misiles. Aplastantes misiles.
¿Acaso algún dios desgraciado les dio ánimo
para destruir en el fuego las Sagradas Escrituras?
Hay tanto frío suntuoso en sus gabinetes de guerra
en los que las palabras fueron aniquiladas
hace setenta y cinco años. 75.
Mucho tiempo de crímenes planificados.

La noche en la ciudad es oscura,
excepto por el brillo de los misiles.

En la inmensidad de los cráteres
la estampida de sangre surge a cántaros
y un íntimo rezo echará a los brazos
de Dios el bálsamo de su misericordia.
Esa es tu nerviosa patria, ¡formidable Palestina!
Sincero tu cortejo de lucha no se rinde
y abraza campos enteros de coraje
a la luz de los misiles. En el mundo entero
cae la Babel de las mentiras. Y celebramos
el próximo fin de los templos de los filisteos.

La noche en la ciudad es silenciosa,
excepto por el sonido de los bombardeos.

Arrebatadores. Sonidos que corren
las calles destruidas ciegan a su paso
los párpados, los labios, las manos.
Reparten en moléculas las tumbas
que pueblan siempre los indefensos.

La noche en la ciudad es silenciosa,
excepto por el sonido de los bombardeos.

Es un sonido lleno de rencores, odioso
hasta el pálpito del hierro, del acero,
de la química incandescente que ruge
su vómito desde las sombras.
Del otro lado de la frontera sobran las horas para matar,
los burócratas secretísimos elaboran las formas
de la muerte en masa. Beben, fuman, matan.
Es que los verdugos tienen el temperamento
de los alambrados de púas,
la violencia de la aritmética mortal
de los campos de concentración,
y hacen sus cálculos de exterminio.

Émulos de Auschwitz.
Saña de Auschwitz.
Émulos de Auschwitz.
No lo olvides.
Se oyen aún los gritos,
E-S-T-R-E-M-E-C-E-D-O-R-E-S.
No lo olvides. No lo olvides.

La noche en la ciudad es silenciosa, aterradora,
excepto por la promesa tranquilizadora de la oración.

Palestina, eres el universo rodeado de grilletes.
La palabra de Dios entre campos minados.

Gritos: ¡Al fin una oración detrás de tanta muerte!
Está el fusil bajo la cobija
y el Corán sobre la almohada.
Dios escucha desde su dimensión lejana.
Escucha tu corazón atentamente
porque ve tu agonía en el ojo del fósforo blanco
y asume tus dolores y tus esperanzas.
¡Seréis libres! Niños, ancianos, mujeres, guerreros.
Oración esplendorosa que trae paz
en la noche cuando la oscuridad,
el silencio fúnebre, el humo de los misiles
llegan con su satánico instinto
hasta los niños, las mujeres, los ancianos, los guerreros.
En la noche, hambreados y sedientos, la oración
es el bálsamo, es el jardín de cantos
que suena en un antiguo rababeh.
La música del rezo serena su responso
en el sueño del Domo de la Roca
y renace la esperanza en el futuro.

¡Y la pólvora se rezará paso a paso cada mañana!

La noche en la ciudad es silenciosa, negra,
excepto por la luz de los mártires.

Es un gesto de sol. Luz ante el verdugo.
Pasa por su costado el brillo de los mártires
y teje elástico una gota blanca
que alimenta a los vivos en sus rezos.

Ahora la luz dialoga su canción
laboriosa para la gracia de los combatientes.
Los mártires acuden, Dios salve su luz
hecha de hierro, de blancas calaveras,
de pálidos asuntos de las alas,
de tibias pieles, de alfabetos, de lágrimas.

Luz de los mártires, el sufrimiento se ha cargado
de enormes palabrotas. Su combustión
consumirá las fieras que invaden la patria
montados en Merkavas que serán chatarras.

“La noche en la ciudad es oscura,
excepto por el brillo de los misiles;
silenciosa, excepto por el sonido del bombardeo;
aterradora, excepto por la promesa tranquilizadora de la oración;
negra, excepto por la luz de los mártires.
Buenas noches.”

Ultimo poema escrito por Hiba Kamal Abu Nada, antes de su asesinato.

Abu Nada nació en 1991 en La Meca (Arabia Saudí). Provenía de una familia refugiada durante la Nakba (como se le denomina al desplazamiento forzado de palestinos a causa de la ocupación israelí en 1948). Abu Nada estudió Bioquímica en la Universidad Islámica de Gaza, ejerció como profesora y completó una maestría en nutrición clínica.
En 2017 ganó el premio Sharjah a la Creatividad Arabe por su novela El oxígeno no es para los muertos . Abu Nada fue asesinada el 20 de octubre de 2023 a la edad de 32 años, en su casa en Jan Yunis (en la franja de Gaza) durante un bombardeo por parte de las fuerzas israelíes de ocupación.

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Netanyahu genocida 

De crimen en crimen,
de genocidio en genocidio. Un largo disturbio
de palabras surge cuando repaso la historia.
Es tu violencia el valle de la muerte,
tu fúnebre oración al falso dios de la supremacía.
No tengo paz en las palabras, ni un gramo de paz,
ni un rumor de paz en la gota de lágrima
que brota como la espina líquida, una piedra
fría que por tu nombre no encuentra consuelo.
Pura muerte a tu paso, yendo y viniendo
de misil a misil sobre la tierra ardida
en la que solo queda piedra sobre piedra.
La muerte en tu nombre crece a cada rato,
el tiempo corre de la mano de esas muertes
y sin afligirte repites las condenas.

Te has propuesto matar el porvenir.
Tú, Netanyahu, como un rabino
hervido en podredumbre, has resuelto
que el espanto preceda tu nombre
y el dolor te sigue en fatídica marcha.
Hundes en todas las cruces las herrumbres
enfermas de los clavos legendarios
de los conquistadores. Crucificas el raciocinio,
cierras los párpados a manotazos,
cortas los labios en pedazos y las lenguas
sufren el yugo de todas tus mentiras.

Genocida. El ovario de la madre palestina
es devastado, fuego para consumirlo
en un toque de hierro incandescente,
una esquirla precisa de martirio que abrasa
la pulpa de su útero hasta dejarlo yermo.
Pero eso, Netanyahu, no te conforma.
Vas voraz por el amor a sepultarlo
bajo los escombros que tus escuadrones
de feroces asesinos reparten en la Franja de Gaza
todas las noches, todas las madrugas,
todas las mañanas, todas las tardes,
todos los días reventando escuelas,
reventando mezquitas, reventando hospitales.

Genocida. Las niñas y los niños mueren por los arpones
de tu odio. Su purísima sangre es derramada
entre despojos hasta los médanos profundos,
hasta los cimientos de la última napa de arena roja
que guarda el tesoro de sus muertes. Netanyahu,
sudas tu peste inhumana, sudas un animal
en tu secreción de rabia consumando matanzas
y vas al pudridero de la Historia.
Amamos Palestina, no hay alternativas, es la Palabra,
es la lágrima atravesada hasta la posibilidad de la Libertad,
son los dolores en la conciencia humanitaria,
los muertos de todas las patrias oprimidas.
Palestina no es una propuesta abstracta,
es la Humanidad precipitada, ¡es Vida!
¡Es Vida!

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El monstruo de Medio Oriente no es árabe,
tiene costumbres y vocablos occidentales.
El monstruo de Medio Oriente no es nativo,
Llegó desde Europa sobre orugas y misiles imperialistas.
El monstruo de Medio Oriente escupe azufre y odio
Como los asesinos de los pueblos.
El monstruo de Medio Oriente no conoce de Paz
Nunca lo acarició su madre. Lo golpeó, hasta casi darlo por muerto, su progenitor.
El monstruo de Medio Oriente rotura la tierra con bombas millonarias para sembrar la muerte.
El monstruo de Medio Oriente sabe que tiene sus días contados, solo trata de retrasar lo inevitable.
Palestina será LIBRE, lo sabe, o NO SERÁ.»

Ilustración y poema de Martín Elías «Tito» Müller. 


El crimen de Jabalia 

Yo muerdo mi rabia, muerdo
mi espuma negra de anverso y de reverso
y un alacrán de seis puntas baja en mi garganta
hasta la forma espina del lamento.
Lloro. No respiro, lloro. Tengo en mi corazón
un agujero geométrico y difunto.
Palestino:
casi palpo tu carne herida y muerdo tu muerte,
¡tus infinitas muertes! Y sabe en mi boca tu carne
a la última pólvora, la última explosión
por la espalda. Tengo aquí tu tallo muerto,
entre mis manos viejas y arrugadas
tu tallo es una excepcional melancolía,
la flor de vida se ha quemado de golpe
justo donde estalla la piedra
hasta quedar hecha añicos. Líquida una arena roja
hunde su desgracia hasta la sepultura
ante la que, de hinojos, otros muertos
esperan su turno entre blancas mortajas.
Hipócritas, ¿tragedia de la guerra?,
¿Daños colaterales? Destilan sus venenos
los asesinos en nombre de su dios
torcido. En Jabalia el padre
sale a recoger su hambre con que saciar
las lágrimas resecas. Junta los niños muertos
entre los escombros. La madre ha muerto
antes del lamento en una madrugada incendiada.
¡Oh! Los muertos palestinos no valen
igual que los muertos israelíes. En las capitales
imperiales se discute el precio del galón de sangre
de los palestinos masacrados en Gaza.
Blinken simula una mueca antes de aplaudir
las carnicerías. Quién no lo ha visto sombrío restregar
de sus manos la sangre en su espléndida corbata
mientras da vueltas la muerte en su apolillada conciencia imperialista.
En toda la tierra de occidente desfilan las larvas
ofreciendo unos lotes del cementerio de niños y niñas
en que Israel ha convertido a la Franja de Gaza.
¿Este es el martirio de la profecía? Es una Biblia
descorazonada, la pulpa de un animal podrido
le ha dado a su tinta sus arrecidos salmos.
El primer ministro inglés aplaude la fatalidad del día.
El presidente de Francia aplaude la tierra horadada por la bomba.
Úrsula mojigata repite su liturgia diplomática
y bajo cuerda traza los baldíos de las nuevas fronteras.
Las burguesías árabes, los jeques feudales, cantan
“qué me importan las palestinas y los palestinos
(las niñas, los niños, las madres, los ancianos)”
,
y acumulan sus mejores ganancias a valor dólar
libra por libra de carne palestina.
¡Tomad esta tierra y esta sangre
y extraed de ella las máximas ganancias!

En Jabalia no quedan más excusas.
Netanyahu, la solución final llega de tu mano
portando la cruz gamada. Netanyahu,
has proclamado el Holocausto,
la tierra prometida es un panteón atroz
de músculos, de huesos, ¡de agonías!

01/011/2023

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Nakba 

Tomo esta flor que sangra. Es de un jardín
que luce miles de pétalos de piel cetrina.
La luna en su membrana reencarna noche a noche
en la luz de una tumba inapelable,
de lunes a lunes, día a día, noche a noche,
semana tras semana, aherrojadas de furias
hasta que no queda más que huesos y llantos
esparcidos como rotos diamantes por la patria.

Un criadero de muerte sigue a las sombras
de los que huyen abriéndose camino entre lamentos.
Si no cayeran bombas, tantas semillas germinarían
llenas de risas y de lágrimas. Echarían raíces
entre las hondas intimidades de la tierra.
Pero la vida fuga como un pequeño insecto entre las ruinas.
Los horizontes se colman de muertos sustantivos,
del tamaño de un grito, de una pupila negra,
de un suspiro a palos, de apenas el clamor de la chispa
que alumbra la inocente sustancial infantil
que muere en la quemadura del hierro incandescente.
¡Son miles de niños condenados!

Antes de la alucinación mortal de los verdugos
en la condensación sudorosa de los Merkava,
Dier Yassin retorna con su ferviente Rothschild
y su cosecha de niñas y niños muertos. Entonces Netanyahu
repite forajido el salmo de los exterminadores
de una Biblia que reparte la muerte hasta los tuétanos.

Si no es la lucha, sobrevendrá la caverna,
el corazón baldío muriéndose de pena entre cadenas
ilimitadas, a puñetazos e impávido quién sabe
dejando de latir sin más remedio antes de ser esclavo.

Palestina será libre, brotarán de su llanto
ya no flores de sangre, y sus niños
verán rodar los amaneceres por sus calles.
Palestina será libre. Será el fin de la nakba. 07/11/2023

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A Mohammed Abu Hattab 

Periodista 


En homenaje a todos los periodistas asesinados por el ejército invasor de Israel 

Sobre la tierra de los mensajes celestiales a la humanidad,
sobre la tierra de Palestina, ha sido asesinado
Mohammed Abu Hattag y toda su familia.

A la Puerta de Damasco llega la muerte.
¿Que no tiene la piedra aun la sangre derramada?
Siento el dolor y exclamo en lágrimas la queja.
En Lifta los hermanos mueren en silencio
y una reseca oscura de tristeza oxida mi corazón
por esos crímenes. Y si pienso en Balad al-Shayj,
en sus mujeres y niños acribillados, el cuerpo
en piel llorada tiembla en un recóndito lugar
del fin del mundo. Tengo una Galilea muerta
a cada lado del cuerpo y ella no es un olvido
postulado a lo largo del tiempo por un loco.
Haifa carga la obstinación de la muerte
luego de un estallido inconfundible. A pocos pasos
de su vieja corteza milenaria, aún exhala
la tierra, el oloroso perfume de la sangre
que fue vertida diariamente y en silencio.
Huyo con los infelices luego de masacre
de Khirbet Nasser ed-Din, y en vacilante marcha
ardo medio muerto a cántaros de furia.
Y no he mencionado aún ni a Sabra ni a Shatila
donde brotó la muerte de a pedazos y una larga
hilera de gusanos se solazó del crimen
sin prejuicios. Áspera y desenfrenada
la matanza se repite en inminente fuego,
donde no hay mágicas iglesias
ni formidables ángeles que nos protejan.
Estabas, tú, Mohammed Abu Hattag,
y tu familia. Como un adverbio justo,
un paradigma físico, infinito, puro,
tal vez hablando del último crimen
retratado en los pequeños músculos
de una niña o un niño. Y el hierro cayó
en un vendaval de punta que hundió sus incisivos
en tu cuerpo y en cada uno de los once
de tu sangre que fueron masacrados.
¡Mi naturaleza no comprende perdones!
Los ojos ardidos de llorar tantos crímenes,
no puede sustraerse del corral de la muerte
en que la humanidad pernocta en cautiverio
por orden de Netanyahu, el asesino.
Nunca escuché tu voz ni tu la mía,
no he visto a tus niños ni tú a los míos.
A extremos mundos los fríos matutinos
urden sus propios templos oratorios
y tu alma y la mía se extrañan
en medio de las oscuras calaveras
de los masacrados. Que de tu carne
a huesos consumidos brote la libertad
como destino para tu alma,
la de todos los tuyos, la de todo tu pueblo.
Rezaré este infortunio duplicando mi rabia
y soltando mi lengua en tu memoria.

07/11/2023

Palestina vencerá 

Combatiente: el mundo admira tu batalla.
Sales de las profundidades de la tierra
y echas a calcinar los tanques a infiernazos
que arden atados a la tierra invadida
y cuecen en sus metálicos sucuchos a los verdugos
de pálidos rostros de palomas. Palestino,
sabes de tu tierra los secretos cavados
cada noche hasta romper tus dedos fidedignos,
y construir un reino subterráneo de esperanzas
en este mundo de dolores. Flamea tu bandera
atada a la abundancia de un tórrido humo enrojecido
al pie de la minúscula trinchera hundida
entre la extrema dureza de la piedra.
Surge de tu brazo armado la universal granada
contra el acero blindado hasta los dientes.
La atmósfera se envuelve infausta
en la dinamitera lluvia que vomitan
súbitos misiles contra tus hospitales
y refugios. Asaltan tus escuelas, tus mezquitas,
rompen tus casas por la espalda y tú,
honesto hombre combatiente,
a quemarropa asaltas la sangría
y, aun tullido, en la batalla atroz
cambias el curso de la guerra sin parpadear
apenas, mirando de frente el giro de la muerte.
En los papeles del mundo se ha escrito
sobre ese hombre valiente. Padre, hijo,
hermano, guerrero en la Franja de Gaza,
a pedazos todos llenan de palabras tus hazañas,
y entonan tus canciones. ¡Palestina vencerá!
Está escrito en inmensos paredones.
¡Palestina vencerá! ¡Gritos! ¡Gritos!
En los hemisferios del peligro
las voces repiten ¡Palestina vencerá!
Y van andando por todas las capitales
que aprenden con ansias los himnos de tu lucha.
Franja de Gaza, toda la poesía en ti,
el retoño del libro, la espuma de polvo
donde la sangre se solivianta contra los invasores,
el agua escasa y el metal y la sandalia
y la emblemática kufiya envolviendo la cabeza
para siempre, hasta la victoria. ¡Franja de Gaza!
¡Vencerás!

07/11/2023

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A Ahed Tamimi 


Invocación del genocida Netanyahu, convocando al exterminio del pueblo de Palestina:
“Ve ahora, y ataca a Amalec, y destruye por completo todo lo que tiene, y no te apiades de él; antes bien, da muerte tanto a hombres como a mujeres, a niños como a niños de pecho, a bueyes como a ovejas, a camellos como a asnos. Por lo tanto, ve y atácalos; destrúyelos junto con todas sus posesiones, y no les tengas compasión.” Samuel 15:3 

Ahed Tamimi:
Tú demuestras alzando la mano y señalando
al cielo que eres el pedernalino gesto
invencible de tu patria.
Gesto de amor,
en el metal inconfundible
nace tu auténtico lirio palestino
justo, inmenso, ardiente,
del linaje arrebol de los guerreros
bajo el espléndido cielo palestino,
o en la pequeña celda recluida
tras las rejas de imposible metalurgia
del tirano. Se escucha tu voz,
tu palabra sustantiva, tu terrenal lenguaje
de patria echando luz, tal lámpara furtiva,
tu íntima tormenta indestructible,
sin claudicar, jamás, sin olvidar
tu florecer perenne. Se escucha tu clamor
bendito, exhalando sanguínea
la perpetua intifada, ¡libertad a mi pueblo!
¡Libertad! Así, en estampido
arrebatado,
henchido,
histórico
y millones de voces de coreutas del mundo,
alabamos tu causa en el ritual del combatiente
entonando el salmo portentoso de la liberación,
opuesto aquel que vocifera Netanyahu
el de la cruel matanza
a las puertas del templo profanado.
Enarbola hasta la última pedrada,
Ahed, estamos de tu lado.
Tu honda echará por el suelo
al patético gigante.
Eres el enfático acero,
la munición basáltica
volcánica
impávida
que rompe la armadura
de los conquistadores.
A donde vayas,
el porvenir no estará en los cementerios.

II 

Debo decirlo de esta forma,
estas palabras se encarnizan y arden
como la pólvora iracunda.
Palestino, hombre que exclamas la libertad
entre dolores.
Palestina, mujer que envuelves en un triste pañuelo
el cuerpo de tus hijos a un punto muertos
entre las piedras y los humos.
El pueblo se ha vuelto miliciano
y extrae de las tantas agonías
la arquitectura de la libertad futura,
marcha apasionado con el instinto
en la yema de sus dedos curtidos
a combatir a los portadores de la muerte.
El cielo, de hinojos, llora sobre tus tierras
devastadas en un coro de nubes grises
que envuelven, a la intemperie, los cuerpos
exangües de los desafortunados
que son incombustibles. Pieles insepultas
de tenaces guerreros, y de sus magníficas osamentas
destella su propia luz desde los pechos rotos,
y enseñan la dirección exacta, el quehacer necesario
universal del pueblo para la independencia.
Ahí, justo en esa encrucijada de la vida y la muerte,
estás Tamimi, andándote entre verbos rabiosos
y cantos libertarios diciendo no una sino todas
las verdades que esperan los que marchan descalzos,
los que no saben leer, pero leen la sangre plural
que se derrama desde hace setenta y cinco años;
los mudos que abrazan el polvo que elevan las bombas
que destruyen sus casas; los ciegos que exploran
la oscuridad entre las llamas; los salvos del lobo,
los niños huérfanos, los desarrapados,
los ancianos que rezan de hambre sin tanques,
sin aviones, sin barcos, solo en sus manos
la palabra dios y los besos del olvido.
Ahí estás Tamimi. En todos ellos.
¿Cómo no oír tu voz en el estruendo?
De pronto, de la nada, surges como bandera
y aquí, en los confines del mundo,
donde el agua llega hasta la atávica luna de la Antártida,
te abrazamos, para siempre, como a tu amado pueblo.

III 

¡Amado sea aquel que lucha hasta vencer!
Todas las victorias se han escrito primero
en la carne viva de los pueblos. Al borde
de la sangre, donde abisma la muerte, allí mismo
la palabra fue impresa en un sollozo inmenso
que dio lugar al cántaro de los poemas. Sale
desnuda la libertad nonata al encuentro
de quienes la convocan. Sosténgala, combatientes,
abrácenla a más no poder, con la piedra,
con el candor de la honda que lanza la verdad
justo en la cara; con el calor del músculo
forjado en la incógnita del combate,
en la ilusión de la tinta del que escribe
los registros de la verdadera historia.
Luego vendrán los salmos para las almas
de los que pueblan los improvisados cementerios,
que sonarán como el arrullo del océano lejano
donde moran las espumas azules de las olas.

Ahed, así raíz tu nombre, se hurga en la conciencia
y uno puede asistir al hallazgo de tu alma
en medio de la procesión de los fusiles
del Estado opresor, los del reino caníbal
del desgraciado dios que consume sus pupilas
en la fatalidad de este Holocausto del pueblo palestino.

Como es habitual en las tertulias internacionales,
vendrán los habladores a explicar algunas muertes,
y no arreglarán nada más que sus corbatas
sobre la enorme curva de sus redondos vientres.
Darán los mismos discursos
en los mismos hieráticos recintos
llenos de burócratas con aspecto de asno,
rebuznando su lógica de ataúdes,
al son del canto de un balbuceante
y viejo borracho postrado
a las puertas del blanco Capitolio.

Ahed, así raíz tu nombre,
se flameará la bandera,
roja, negra, blanca y verde,
ante las rudas hienas,
palpándoles entre las brumas
sus odiosas dentaduras,
sus ingratas babas bicolores,
la hiel subida hasta los hombros,
ateridos de gusanos en sus vientres
y atascados de huesos
sus lívidos estómagos.

Ya vendrá el día,
saldrá la luz
de entre las sombras,
del funeral antiguo
quedará la resaca
entre luces robustas,
y al fin un nuevo edén,
la Franja nueva,
será el trémulo lirio
en un verano,
en una primavera,
lúdicos de risas
y de lágrimas,
de infancias
que no tendrán
un alfabeto muerto
por canción de cuna.

IV 

¡JENIN VIVE! 

La llave de la casa ha dicho:
En nombre de cada piedra
de tu humilde casa ¡Resiste!
Un golpe en el muro
es el mensaje de una mano rota
que dice: ¡Resiste!
Y la lluvia cae
golpeando el techo de la sala de tortura.
Cada gota grita: ¡Resiste!

Fragmento del poema
“Tres muros para la sala de tortura”,
del poeta palestino Muin Basisu

El soldado israelí ha cumplido su cuota de crímenes.
¿Cuántos niños ha matado? Él no lleva la estadística,
ese es asunto de otro ministerio. Él solo mata
a la mañana, a la tarde y a la noche. Mata
con su piel blanca, sus ojos claros,
sus lívidos labios resecados. Matar es su misión
en esta tierra, sienta frío o se sienta calor.
Sus pecados no serán contabilizados el día
del juicio final. En la liturgia obscena de los holocaustos,
habrá para él toda clase de justificativos.

El soldado israelí ha cumplido su cuota de crímenes.
¿Alterará su humor los cráneos rotos,
los ojos desorbitados, las bocas entreabiertas
por las que asoman exangües las pálidas lenguas infantiles?
¿Reparará en los niños difuntos con los dientes rotos,
las manos partidas de escarbar bajo los escombros,
las piernas quebradas intentando ponerse de pie?
No, tan solo mata porque tiene el presentimiento
de lo inevitable. El exterminio al hombro,
gusanea los cuerpos insepultos porque los hospitales,
que ya han sido bombardeados, no dan abasto
para cuidar los muertos. Y se pudren a más no poder
en fosas improvisadas en improvisados baldíos.

Después de todo, se consuela talmúdico el soldado,
son simplemente difuntos palestinos que tan israelí
observa satisfecho desde su carro de combate.
Pero él no contabilizará los muertos, no es un burócrata,
es un asesino que disfruta el anélico runrún
de los gusanos que reparten la pudrición
en sus rudimentarios sistemas digestivos.

Las niñas, los niños, están muertos y eso para él
es suficiente, son sus sabáticos trofeos.
Niñas, niños, los párpados cerrados,
los labios cosidos por la muerte a balazos,
viejas azotadas de ansiosas manos raquíticas
y viejos envueltos en sus atolladas osamentas
y en lacrimosas túnicas blancas. Seguramente rezará
a su sanguinario dios cavernario en un Tabernáculo
monstruoso. Es el regreso de Treblinka
y la metamorfosis de Auschwitz, que llegan desde el pasado
para celebrar la matanza entre los cráteres al mismo tiempo
en toda la patria sojuzgada. Un carnívoro pan si levadura
se cuece en el fósforo blanco de bombas de racimo
y de él se alimentan las legiones invasoras.

El soldado israelí teje con alambres de púas
las nuevas fronteras a su antojo. Duplica, triplica
las púas para que, cuando haya acabado de vaciar su arma,
quede sobre la tierra solo la imperfección de los cadáveres,
y atraviesen los vientos ese inmenso cementerio gris
del Mar Mediterráneo a la arenosa tierra sinaítica.

Su engañosa victoria se escribirá con tintasangre,
espuma, zumo, sobre la piel de los papiros
resecados al sol del Medio Oriente, que serán leídos
batiendo palmas en la Knéset entre banderas bicolor
y rebuznos de asnos codiciosos, que exhibirán
orgullosos la última conquista imperialista.

Nusairat


Los niños asesinados 

Nusairat
Los niños asesinados

Los cuerpos están tendidos
y mi amor es inútil. Agoniza
mi cáliz y esta muerta esta hostia
que desborda de sangre.

Tomo las manos pequeñas,
pálidos copos de angustioso frío,
y ya les palpo el hostil plomo
y el impasible gatillo de los asesinos.

Cruzados los brazos,
amoratado el músculo
hasta el impalpable hueso,
en caravana de mustias flores
va el crepúsculo como un oscuro beso,
a la luz de las vísperas en la púrpura tumba
escarbada entre lágrimas.
Busco un latido, apenas,
en los frágiles pechos,
palpo sus muertes
en el costado abierto,
y en el rubor exhausto de la herida
el coágulo de un beso esconde
la sombra muerta de los niños.

¡Ay, si no llorar!, insomnes,
el incendio perpetuo
y el total desamparo,
mientras caen las bombas
fúnebres de los genocidas
sobre los cuerpos pequeños
de muchos otros niños.

Yo soy apenas el sudor de una letra,
el inútil rasguño de una palabra rota,
que no puede quitarse de la boca
la bíblica cicuta que la muerte derrama
sobre los niños y niñas
de la Franja de Gaza.

VI 


A Mohammed Adli, 

asesinado por Israel en la aldea de Beita, Nablus, 

en la Cisjordania ocupada.
Mohammed tenía apenas 12 años. 

Quienes arrasaron Beit Hanoun, te han matado.

Los asesinos de Ein al Zeitun, te han matado.

Los fusiladores de SafSaf, te han matado.

Los genocidas de al-Dawayima, te han matado.

Los masacradores de Hula, te han matado.

Los homicidas de Qibya, te han matado.

Quienes devastaron Beit Lahia, te han matado.

Los que bombardearon Jabalia, te han matado.

Tus asesinos vienen con su muerte en las alforjas
desde los días patéticos de Deir Yassin. O de mucho antes,
de cuando el colonialista Balfour teñía su sermón de sangre
y recomendaba para los árabes el definitivo exilio.

Desde entonces, no hablan otra lengua que la muerte.

Si eres un retoño en la arena,
ellos secarán tu raíz para que no florezcas.

Excavarán bajo los árboles para naufragar la abundancia
de la ascendente savia hasta los rojos frutos.

Sin prisa alguna, echarán a los moribundos
el fósforo resplandeciente hasta calcinar los huesos
y se marcharán los verdugos babeando una canción funeraria.

En domingo, porque el sábado es de guardar,
empalarán la primavera antes de que vuelen
las aves, y pondrán de rodillas los cielos celestiales.

Mohammed Adli, la muerte diurna te arrojan
los que truecan en lunático esqueleto bautismal
la lisura redonda de tu cráneo, y hurgan voraces
la incógnita secreta de tu calavera. Buscan qué piensas,
donde en el corazón escondes los odios y los amores
con que estremeces al conquistador que llegó para matarte,
y eso que solo tienes doce años. No habrá más para ti
que ese soldado con las venas hinchadas, los ojos inflamados
hasta los oscuros poros de la oscura pupila y en las manos
el hierro que se embadurna con la sangre de los fusilados.

Nada para ti más que la bala en el tímpano,
en la corteza desesperada de tus labios,
en el corto pescuezo, en la sudada palma de la mano,
en la franja que va hasta la melancolía de tu vientre,
hasta la mordedura del gusano en un sarcófago de tela
que abanica el zumbido de la mosca sobre la carne muerta.

Si apenas eras una expresión, una risa entre labios,
una lágrima en su sombra amoratada. Si apenas eras
átomo de un imprevisto futuro entre puñales.

¿Para qué te han asesinado?

Si a tus manos no llegaba el pan, tus homicidas
te lo arrebataron, para que murieras de hambre, de hinojos
ante una piedra imperdonable. Orinaron tu agua
para que no la bebieras hasta extinguirte sediento,
como cientos de bocas secas a cucharadita de hiel
en el destrozo de la lengua cautiva en la garganta.

¿Y entonces, qué pretendían? ¿Dejar solo astillas de tu grito?

¿Acaso hubo otra cosa para ti que no fue la muerte?

¿Para que solo quedara el último humo de tus cenizas
en la extensión metódica de tu sepulcro?

En Palestina no hay inocentes 

«Como repetimos incansablemente, no hay civiles inocentes en Palestina,
tal vez solo los niños de menos de cuatro años».
Sergio Pikholtz 

Todos los días llegan aquí noticias.
Estando tan lejos, no sé a qué distancia,
será la muerte la oscura permanencia
Palestina, cuando el cielo naufraga
de peligros y caen las luces rotas
que desbaratan el sueño de los niños
entre tanta sangre derramada.
Caen los párpados maternos, y la lágrima
cruza la mejilla reseca hasta el borde
anudado de sus labios que rezan en soledad
frente al riesgo del furioso misil
que desbarata la tierra con su golpe.
La lucha sigue, no cesa.
Es el testimonio compartido
de mujer a mujer, de hombre a hombre,
de niño a niño, de niña a niña.
No es un papel movido por la mano
exangüe de un rufián de las Naciones Unidas,
ni el inventario de los desasosiegos
que redacta un burócrata europeo
que habla de la guerra sumido
en un trágico lupanar parisino.
Es la permanencia en la sufrida Patria,
la ilesa raíz nacida hace milenios,
la persistencia de la Historia,
la necesidad de la Justicia.
Y aquí llegan las noticias día a día
estando tan lejos, no sé a qué distancia,
sucedes de amor entre estos versos
y en cada uno de ellos confío en tu victoria.


Hind Rajab

Niña palestina asesinada junto a toda su familia

No hay sueño de una noche,
ni enigmática luna
que ilumine tu delicado rostro.
Los genocidas te contemplan
como una pobre criatura.
Pero eres capullo, anuncio
de la flor más bella.
Que ellos maten,
que tú florezcas.
En tus pequeños pétalos
abrevamos la vida, tu vida
de apenas un instante de viento,
o de perfume, o de sonrisa.
No es ilusión la que sentimos.

¿No hay suficiente amor en estas lágrimas
para que te devuelvan, como a Lázaro,
el latido perfecto de un corazón
de patria, pequeño, pequeño?
Un corazón tan breve,
tanto como el beso de tu madre
antes de la última despedida.
Aquí venimos a llorar,
no nos reproches las lágrimas
que vertemos al delinear,
en versos, tu delicado cuerpo.

Esta será tu mortaja,
no será blanca, ni roja,
será hilada por las arrugadas manos
de una abuela, o el murmullo
de un poeta que recitará
tu responso entre las ruinas.

Llévate mi corazón contigo,
llévalo, no cabe en él tanta tristeza,
dale alegría Hind, dale tu alegría,
y espérame a la vera de tu tumba
hasta que llegue mi dolor a venerarte.

26 de febrero de 2024

Gaza 

Masacre de la calle Al-Rashid 

El hambre mira por el ojo del genocida.
El mundo lo ha presenciado.
Fácil es matar a los hambrientos.
Los magníficos drones llevan la muerte
de un lado al otro. Zumban eléctricos
mientras descargan su crimen en blanco y negro.

Hay tumultos de plomo. El soldado elige
a una mujer, a un hombre, a una niña, a un niño
para asesinar y cuenta hasta tres antes de disparar.
Es una eternidad efímera, apenas un chasquido
con los dedos, un breve movimiento de la mano
y la mujer, el hombre, la niña, el niño caen de bruces
y su sangre recorre la calle en blanco y negro.

Crímenes, crímenes, crímenes.
Criminales. Un azote de sed y de sangre.
Genocidas. Pende de cenizas la mañana.
Asesinos. Un espejo sin frenos los retrata.

Y el mundo los contempla.

Netanyahu reúne aguijones de entre las ruinas.
Repasa la cráteres y en ellos los muertos.
Batallones de piernas y manos,
disparates de ojos y pescuezos partidos,
huele a tripas sin dar un respiro.
Es la dimensión de su matanza.

Blinken, sentado sobre un genocidio,
desayuna un palestino cada mañana.
En el ronquido de su estómago disuelve
las osamentas de miles de víctimas.

Blinken ve venir rapaz el día palpando sus carnicerías.

Nuland bebe sangre palestina noche a noche,
hinchándose de rojo porque la bala circula sin alarma
y le sabe dulce el martirio, bajo su lengua ácida.
Su boca es veleidosa, ingrata, ensangrentada.

Biden toma un pérfido helado en la demencia de la Casa Blanca
y sonríe sordísimo un gusano que desconsuela
una humareda detrás de la matanza.
¿Han muerto muchos? Pregunta. ¿Importa?
En un sarcófago pálido ausculta las razones de Estado.

Mientras tanto, Mister Trump anuncia nuevos genocidios
desde la frontera con México. Si vuelve al gobierno
será en otro cáliz en el que beberá sus mugres.

Guerra del hambre, guerra de exterminio,
he visto un sonido de muerte poner de rodillas
a la humanidad esta mañana. Horrible.

Se dirá que fue sin mediar palabras. Ni una palabra.
En las bocas de tinieblas no hay ni una pena.
La geometría de las balas y bombas
establece las proporciones de la muerte
y el exterminio del pueblo palestino.

Se estremeció mi lágrima hasta el espinazo
y lo que es un instante de calle se volvió cementerio.

Al cabo una piedra quedó atravesada por la sangre
y Biden aun lame un helado atroz en el Salón Oval de la Casa Blanca.

¡Ay de tanto crimen impune! 

1 de marzo de 2024

Aferradas a la vida y la existencia.
Mujer palestina llora sus olivos talados por la ocupación israelí.
En el Día De La Mujer, saludamos a todas las mujeres libres del mundo especialmente la Mujer Palestina símbolo de la lucha libertaria de su pueblo para acabar con la barbarie, la injusticia y la ocupación militar.

________________

En el acertijo de la noche,
no habita luz, sino penumbra
antes del fuego, conmovedor temblor
entre las lívidas carnes.
Invicto golpe del metal
en el seguro acierto de la bala
contra el menudo pecho
cuando ese niño muere, la cara al cielo,
buscando el consuelo de un Dios ausente,
un Dios que ya no existe en esa tierra.
Tan solo el fuego, algo de profana piedra
por donde la sangre escurre su última sustancia
hacia el hondo misterio de la tumba.
La libertad es un lenguaje breve,
una bandera que muta su ira
innumerables veces, mientras llueve
el misil su imperturbable profanación
día tras día, noche tras noche.
Si acaso pudiera cobijar tu muerte
más no fuera un instante, no me redimiría,
pero sería así la última eucaristía,
la lágrima pura sobre tu cuerpo muerto,
en tu incesante silencio insoportable.

In the riddle of the night,
There is no light, but gloom
Before the fire, stirring trembling
among the livid flesh.
Undefeated Metal Strike
in the sure hit of the bullet
Against the small chest
When that child dies, face to heaven
seeking the comfort of an absent God,
a God who no longer exists on that earth.
Only the fire, something of profane stone
Where the blood drains its last substance
into the deep mystery of the tomb.
Freedom is a short language,
A flag that mutates its wrath
Countless times, while it’s raining
The missile its imperturbable desecration
Day after day, night after night.
If only I could shelter your death
But it wasn’t for an instant, I wouldn’t redeem myself,
But that would be the last Eucharist,
Pure tears on your dead body
In your incessant unbearable silence.

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