En una esquina, mi misterio.

En una esquina, mi misterio.

Esto es un microrrelato.

De lejos resaltan sus gruesos labios rojos, la piel morena de su estructura corporal es como ver la curva de una carretera en el transcurso del viaje. Sus ojos no son más que dos luceros al lado de la luna que ilumina su pelo para darle ese color tan llamativo, castaño, como el color de sus tacones puntiagudos. La minifalda que usa, es oscura, como quizás lo está su corazón. Parada en aquella esquina te permite observar lo lisa que son sus piernas, sin nada de celulitis, pero sí con estrías, porque a leguas, se nota que es una mujer que ha podido con cualquier complejo. Los dedos de su mano derecha están entrelazados en su cabello, dándole movimientos circulares. En cambio, la mano izquierda sujeta un cigarrillo el cual le hace olvidar el motivo del porqué está allí, esperando que algún hombre petulante se de cuenta de lo hermosa que puede ser, por lo que puede comprar su cuerpo, pero no su corazón. Al mismo tiempo va pasando una amiga que le dice algo gracioso y ella no le queda de otra que sonreír, es allí donde me doy cuenta que la sonrisa de una mujer tan espectacular puede volver loco a cualquiera. Su cartera está colgada en el antebrazo y tal vez, allí lleva los preservativos, su labial rojo, y su celular en caso de emergencia. ¿Pero, si ella es un ángel, quien podría salvarla? Es algo místico. El escote de su blusa te da la impresión de que ese lunar que trae consigo en el medio de sus senos, te dejarán hechizado. La forma en que mueve sus piernas te da a entender que está ansiosa, pero no por ganar dinero, sino, porque la noche se acabe rápido y termine esta pesadilla que noche a noche la atormenta. AL otro día por la mañana, se transforma en una mujer radiante, incluso más de lo que es en realidad, sale de su casa a las 9 am con su morral terciado, jeans oscuros, una blusa rosada, y tenis blancos, ya que, los colores provocativos no hacen parte de esa otra vida, se dirige por la calle 80 y va camino a la universidad, donde espera algún día poder convertirse en toda una profesional y olvidar esa faceta de su vida, que tanto hace odiar. Pero, de nuevo son las 12 am, la pesadilla empieza, y allí estoy yo, queriendo hacerla mía pero sin necesidad de bajarle los vidrios de mi carro para decirle donde pasaremos la noche hoy.

He soñado con ella todas las noches, y mientras la fotografió, ella me mira y sonríe, supongo que ya se dió cuenta que sí creo en el amor puro y sencillo. A partir de mañana, empieza otra pesadilla, la de vernos todos los días, pero sin tener que ser, tan egoísta con su vida.

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