Seis en punto de la mañana. Aunque pareciera que iba a clases como de costumbre, miré la línea amarilla de precaución que hay justo antes de las vías del metro. Me detuve unos pocos centímetros atrás de esta y pensé. Pensé muchas cosas en ese momento; lo primero que se me vino a la cabeza fue una frase que siempre me fascinó: «Todas las personas merecen una segunda oportunidad».
Después de eso, recordé todas las cosas que han pasado a lo largo de mi vida, y me pregunté: «¿Dónde está mi segunda oportunidad?» Siempre había esperado por una, pero las cosas nunca salen como uno quiere.
Seis y diez de la mañana. Sin pensarlo estaba sobre la línea amarilla.
Di un paso hacía el frente; el letrero indicaba que el próximo tren estaba a punto de llegar. Calculé el momento de su llegada y di «un paso de fe» Tenía la esperanza de que mi dolor se desvanecería. Sentí una fuerte conmoción en mi cabeza y todo se tornó oscuro.
Luego de un tiempo abrí mis ojos, percibí una luz enceguecedora, y después, el sonido del monitor multiparamétrico de un hospital. Entendí en ese momento que había despertado de un sueño profundo. Esa era mi vuelta al mundo, mi segunda oportunidad.
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