EN BONDI 4 (NACER DE UN HUEVO)

  • ¡Chau Marcela, hasta mañana! Recordá que tienen que traer el mapa de la Argentina con división política.

Con esas palabras la Seño despide al último de sus alumnos, recoge el bolso que dejó en un rincón y vuela hasta el Jardín que queda a dos cuadras a recoger a sus propios hijos. Ella tiene cinco años y le charla todo el camino. Que hizo un dibujo con crayones, que Tomás le pegó a Lea y que jugó con Lucía a la mamá. Él tiene dos y le cuesta caminar las seis cuadras hasta la parada, está cansado. Ella va de la mano. Él medio caminando y medio a upa. Hoy el bolso pesa, porque lleva cuadernos para corregir.

Los diez minutos que tarda el colectivo son para los niños una oportunidad de juegos sin fin. Corren por la vereda “Denme la mano, quietos, cerca de mamá”. Ella le da a él un papelito azul, que tiene en el bolsillo del jardinerito. Él se lo mete en la boca, cuando mamá se da cuenta tiene la boca azul. Él se cansa y se sienta en la vereda sucia “¡A upa!”. Ella empieza a preguntar que hay para comer “Tengo hambre. ¡No, arroz con pollo, no!”

¡En la curva aparece el colectivo! La Seño, que tiene el delantal blanco puesto, le hace señas. Lleva el bolso al hombro, con esa mano sujeta a su hija, para ayudarla a subir esos enormes escalones, con el otro brazo sostiene a upa a su pequeño, pero pesado hijo. El chofer no para. ¡Siente una frustración! ¡Quiere llegar a casa, calentar el arroz con pollo, darles de comer, hacer lo propio, acostarlos a dormir la siesta, lavar los platos, corregir los cuadernos y limpiar la casa. Todo antes de que llegue su marido del trabajo y tenga la posibilidad de hablar con un adulto.

Vuelta a empezar. Ella juega a una rayuela imaginaria, el señor de atrás la mira con impaciencia “Acá de la mano, quietita”. Él se tira al suelo para tocar y mirar bien de cerquita un filtro de cigarrillo “¡A upa!” Por fin llega el bondi suben, al protestar por el chofer anterior, recibe como respuesta “¿Y yo que tengo que ver?” Se sientan los tres en un asiento doble y todo el tiempo hay que distraerlo a él para que no se duerma los 15 minutos del viaje, porque después no duerme la siesta y se complica la tarde para todos.

Bajar es una operación difícil, nunca sabe qué es mejor. Que baje primero la nena, lanzándose al vacío o bajar primero ella para atajarla con el brazo que tiene libre, ya que con el otro tiene a su hijo a upa. Un par de veces el chofer arranca antes de que terminé la «operación bajamos”, para terror de su hija. Bajan como pueden, avisando “¡MOMENTITO QUE BAJO CON LOS NENES!”.

Esta es una escena que se repite día a día y muy seguido los choferes se hacen los ciegos selectivos: al auto rojo que tienen adelante lo ven, a ella no.

Ese viernes estaba especialmente cansada e impaciente. Se levantó con dolor de cabeza e hizo todo lo humanamente posible para no agarrárselas ni con sus alumnos, ni con sus hijos. Pero estaba claro que en algún momento iba a estallar, si no podía darles de comer y acostarlos a dormir en lo inmediato (¡Gracias Dios mío por mandarme hijos dormilones!).

Todo transcurrió como de costumbre, incluida la ceguera selectiva del chofer. Sintió que la furia de crecía desde los pies. Aupó al niño, agarró fuerte de la mano a la niña y los llevo arando las cuatro cuadras hasta la estación donde estaba el inspector de la línea, ése personaje vestido de gris, que firmaba unas planillas que le alcanzaban los choferes. Llegó agitada, fuera de sí. Trató de controlarse para no asustar a sus hijos, pero no lo logró.

-¡LOS CHOFERES DE TU LÍNEA SON MUY MALOS TIPOS!- el inspector la mira y trata de meter un bocadillo- ¡MUY MALOS TIPOS! ¡SE VE QUE NO TUVIERON MADRE, QUE NACIERON DE UN HUEVO!

-Señora…

-¡NOS VEN, NOS VEN CLARAMENTE EN LA PARADA, VEN CLARAMENTE MIS SEÑAS Y SIGUEN DE LARGO Y NOS DEJAN DE A PIÉ!

-Venga a esta parada, que estoy yo, y va a ver cómo le paran…

-¡OTRO! ¡OTRO QUE NACIÓ DE GENERACIÓN ESPONTÁNEA! ¿PORQUÉ TENGO QUE VENIR HASTA ACÁ? ¿POR QUÉ TENGO QUE CAMINAR CUATRO CUADRAS MÁS? ¡ALLÁ TIENEN PARADA! ¡ESTOS CHICOS TIENEN HAMBRE! ¡YO ESTOY CANSADA! ¡SALIMOS DE CASA A LAS 7:30 DE LA MAÑANA! – Los chicos lloran- HACEME EL FAVOR.

-Si se acerca a la terminal en Morón puede usar el libro de quejas…

– ¿TE LLEVÓ UN CAMIÓN POR DELANTE? SOY MAESTRA Y MADRE DE DOS, NO SÉ SI TE DISTE CUENTA. A MI, NO ME ESTÁ ESPERANDO LA MUCAMA EN MI CASA… NO TENGO TIEMPO PARA PERDER ESCRIBIENDO UNA QUEJA, EN UN LIBRO, QUE NO LEE NADIE!

Justo llega el próximo transporte colectivo de pasajeros.

-Tiene razón señora…yo me voy a encargar… ¡Pedro la señora hoy viaja gratis y sentada! 

A partir de ese momento, no dejaron pararle nunca más. Como diría Discépolo “El que no llora, no mama”.

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