Mirando por la ventanilla, la seño observa el camino que la lleva a su casa. Hoy fue un día con suerte, porque se pudo sentar. Repasa algunos de los eventos del día, mientras la escenografía móvil del recorrido pasa rápidamente frente a sus ojos.

-Gustavo Ramirez me sigue dando mucho trabajo… para segundo mañana tengo que llevar el libro de Dailan Kifki- piensa.

Sacude la cabeza para alejar el trabajo, hace un rato, terminó su día laboral. Ahora tiene tiempo para pensar que tiene en la heladera para la cena. Además, en el camino, tiene que comparar leche y pan. Sueña con llegar a su casa, darse un baño y descansar un rato antes de ponerse a cocinar. Su pareja tiene clases en la facultad llega bien avanzada la noche, eso le da un poco de tiempo extra.

De repente algo la sorprende y pone su atención en el recorrido. “¿Para dónde va? – mira la calle- ¿Me equivoqué de ramal?, ¿Adónde nos lleva? No hay caso esto de viajar sentada era demasiado bueno para ser real…”

A su alrededor, el resto de los pasajeros, también se inquieta. Los que van parados se agachan para ver el recorrido. Los que van sentados preguntan, ¿Este es el cartel verde?. Cunde la confusión.

  • ¿Dónde vamos chofer? – gritan desde atrás.

  • Pronto retomamos el recorrido- contesta.

Vuelve a girar en una calle angosta y aminora la velocidad, para. El confundido pasaje observa con estupor cómo un chiquilín de unos 8 años sale corriendo de una casa, con un mate en la mano. El chofer lo mira con amor y el niño sube a toda velocidad y le entrega el mate al chofer, que se lo toma, hasta que se escucha vacío.

-Gracias gurí – dice cariñosamente el chofer, mientras le embarrulla el pelo- decile a mamá que este es mi último recorrido.

A la misma velocidad, baja y vuelve para su casa.

El bondi recorre unas calles de barrio, y vuelve al camino habitual. El pasaje va tranquilo y reconfortado, por un mate colectivo.

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