Corazones rendidos ante el primer sofoco
No sirven ni han servido, no alcanzan,
No pujan, no buscan su suerte o la tuercen
Ni redimen sus banderas cuando estas
-frágiles siempre- el traspié arría.
Sin defender su causa capitulan
Y la paz del rendido prefieren
Al trastorno sudoroso de la lucha.
Corazones hincados, temerosos,
Nunca declarados soberanos.
Nacen así: secos, separados, amargos.
Si un corazón de estos poseyeres
Mejor fuera no seguir.
No seguir o mudar el trayecto,
Desandar el miedo o resistirlo.
¿Qué vale un corazón cobarde?
Nada vale, pero cuesta.
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