Aceptar que no estás, resulta nada complicado. He decidido ver esta situación como el cielo nublado, ese cielo que parece imponente, pintado del gris más oscuro, ese cielo que anuncia una tormenta y hace que todos se resguarden en casa, huyendo del clima, justo como escapamos del dolor. No es de sorprenderse, la mayoría sí tiene la oportunidad evita el ya conocido sufrimiento y prefiere ver la lluvia desde su ventana e ignorar por completo el desastre natural de afuera. Esa no soy yo, he aprendido a disfrutar de nuestra tormenta, sin que me asusten los fuertes rayos y sin importar que me arrastren las corrientes de aire que avanzan a 80km/h. Las gotas duelen al caer, pero se vuelve mágico estar sintiendo la lluvia, apreciando el espectáculo de la vida y ver el cielo deshacerse, igual que el amor se derrumba ante nosotros. 

Solo los que nos atrevemos a vivir los días de tormenta, somos dignos de ver el brillante sol después de ella, sabremos apreciar la luz que secará la lluvia y estar listos para disfrutar la belleza del cambio, de un nuevo amor.

Por eso estar sin ti, me resulta nada complicado.

En mi ayer fue día de lluvia, pero en mi hoy siempre sale el sol.

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