Aprendices Del Amor

Aprendices Del Amor

Hilda Castillo

09/02/2018

Capitulo 1

Vomité cuando los escuché hablar sobre mi muerte. Prácticamente fue algo como <<Lara tiene que haber encontrado un donante para cuando el verano de 2017 acabe, de lo contrario morirá>>. Lo dijeron en cuestión de segundos, sin anestesia, sin pensar en la depresión en la que iba a caer, sin pensar en lo destrozada que me iba a sentir, pero así son los adultos.

Regresamos a casa y no hablé el resto del día. Comí un sándwich con crema de cacahuete, vomité la mitad, tomé un poco de zumo de naranja y cuando fui a meterme en la cama, mamá y papá vinieron a hablar conmigo. Estaba completamente segura de que iba a ser la típica charla de <<todo estará bien>>, pero resultó ser que era más interesante. Era la conversación que había esperado desde hacía un par de años cuando me dieron la noticia de que mi corazón no servía y ese momento había llegado de golpe.

Todo sabemos lo que una conversación de este nivel significa.

— ¿quieres que encienda la alfombra? —preguntó mamá antes de sentarse en la cama.

<<Que no es una alfombra>>. Quise gritar. Asentí lentamente y mamá conectó el interruptor de <<la alfombra>> y vino a sentarse al lado mío.

El techo de la habitación se iluminó y pequeñas lucecitas de color celeste que simulaban estrellas, iluminaron la habitación. Papá apagó la lámpara de la mesita de noche y se sentó a mi izquierda dejándome presa entre los dos.

—Bonita alfombra —comentó papá con una sonrisa en los labios. Me dio un beso en la cabeza y me rodeó los hombros con su brazo —escuchaste lo que dijo el doctor ¿no es así?

—un poco —mentí. Solo tenía dieciséis años y mis padres aun me trataban como a una niña de ocho años y realmente me había acostumbrado a eso, así que actuaba como tal y por eso las demás chicas de la escuela decían que era muy infantil y hasta cierto punto creo que realmente lo era.

—Sabes que los humanos no podemos conseguir todo lo que queremos —susurró papá. Asentí lentamente y papá siguió hablando —vamos a encontrar un donante Lara.

Mamá solo asentía porque si decía algo se soltaría a llorar y no le gustaba que la viera llorar.

—Si no encuentro un donante moriré —dije con un hilo de voz.

—No digas eso cariño —podía sentir que la voz de papá estaba llena de dolor —lo encontraremos ya verás.

— ¿Lo prometes? —pregunté en un susurro. Mamá soltó un gemido ahogado y papá sonrió.

—Lo prometo —me dio un beso en la frente y los tres clavamos la vista en la alfombra de estrellas que estaba pegada al techo.

Amaba el cielo nocturno. Lo amé desde aquel viaje que hicimos hasta Nevada, cuando le dije a papá que paráramos para observar el cielo. Para entonces aun no sabíamos que mi corazón no servía y era feliz.

Los últimos años habían sido difíciles, ya que me cuidaban demasiado para que no se me acelerara el ritmo cardiaco; muchas veces pasaba en el hospital porque mi corazón no bombeaba suficiente sangre y algunas veces afectaba mis pulmones a tal altura que no podía respirar.

Recuerdo que cumplí quince años en el hospital y mis amigos y unos niños con cáncer, celebraron el cumpleaños conmigo y no estuve sola ese día; meses después uno de los niños con cáncer falleció y fue allí cuando conocí el miedo a la muerte.

Mamá tuvo que dejar de trabajar y trataron de que mi vida siguiera siendo normal y creo que lo fue hasta que me desmayé en el parque una semana antes de que comenzaran las clases y bueno ahora me han dicho que técnicamente me queda un año de vida y aunque intento adaptarme a la idea de la muerte, no puedo evitar temerle. Pero todos sabemos que la muerte algún día llegara por nosotros, ya que no somos inmortales.

Todos esos años había creído que las cosas malas solo le suceden a la gente mala, pero me di cuenta de que no era verdad. Las cosas malas le suceden a la gente buena y nuestro deber como personas buenas es tratar de mantener la calma siempre, pero ¿Cómo mantener la calma cuando sabes que vas a morir? No se puede o al menos yo no podía en aquel tiempo.

Sabía que contaba con mis padres, ellos habían prometido cuidarme, pero si no encontraba un donante yo no iba a poder cuidarlos a ellos y supongo que así debe ser ¿no? Primero nos cuidan a nosotros y luego nosotros los cuidamos a ellos.

Aquella noche mis padres se marcharon a su habitación y yo me quedé en silencio, pensando que quizá nunca había estado más sola que aquel día. No me gustaba el silencio, pero había aprendido a escucharlo ya que pasaba mucho tiempo en él y si. Es como cuando usas una blusa que no te gusta, pero te acostumbras porque es un regalo. Es como tener que aceptar la vida, aunque no te gusta, pero te das cuenta que no puedes comprar otra; si fuera así ya hubiera comprado un corazón nuevo, pero los humanos no venden lo que realmente necesitamos.

Aun recordaba la vez que Hannah Brown me había dicho que el mundo no era solo mío y esa vez en quinto grado me di cuenta que el mundo no era mío, pero yo como humana inteligente podía crear mi propio mundo y cuando regresé a la escuela le dije a Hannah que ya tenía un mundo y que no necesitaba el mundo tan grande en el que todos vivíamos. Le dije que me bastaba con un mundo pequeño en el que hubiera todo lo que me gustaba y Hannah no respondió nada porque desde aquel día se dio cuenta de que yo realmente había perdido la cabeza.

Cuando me desperté por la mañana, me di cuenta que unos débiles rayos de sol iluminaban mi habitación. Era septiembre, era Ohio, era un día normal de clases, era un día en el que la rutina volvería a hacerse presente y mis amigos y yo terminaríamos visitando la colina, o el lago Cowancuya agua aquel día estaba helada.

Bajé a desayunar y papá y mamá ya estaban allí. Mamá preparaba las tostadas y papá sostenía una taza de café en su mano derecha y con su mano izquierda sostenía el periódico cuyas noticias siempre eran las mismas.

—Buenos días —dije sonriendo.

—Buenos días cariño ¿dormiste bien? —preguntó mamá. Asentí lentamente y me coloqué un mechón de pelo tras las oreja.

Mis padres eran buenas personas, pero no sabía a qué nivel podía llegar su bondad. La gente decía que éramos una buena familia de afroamericanos y yo quería saber que tan buenos podían llegar a ser mis padres.

—Oye mamá ¿ayudarías a una persona que no tuviera un lugar a donde ir? —pregunté mientras le daba un sorbo a mi zumo de naranja. Papá levantó las cejas y mamá se giró con brusquedad para mirarme —me refiero a que si le brindarían ayuda a alguien desconocido.

—Sabemos a lo que te refieres Lara —respondió papá con voz tranquila.

—Y la respuesta es no —dijo mamá y volvió a las tostadas —no le brindaríamos ayuda a cualquier persona.

— ¿Y si fuera un niño? —pregunté con un hilo de voz. Guardaron silencio y no me miraron. Estaba claro que les incomodaba la pregunta.

—Llamaríamos a servicios sociales y regresaríamos a nuestras vidas —dijo mamá sonriendo. Pensé que no eran personas de buen corazón o de lo contrario lo ayudarían y se preocuparían por su salud.

— ¿Y qué tal si tiene problemas? —pregunté con inquietud. Quería que me dijeran algo bueno, sin embargo lo único que estaba recibiendo eran cosas malas de personas sin sentimientos.

—Todo el mundo tiene problemas Lara y no vamos a detener nuestras vidas por alguien desconocido —su respuesta me heló la sangre. Ahora sabía cómo eran mis padres y no quería preguntarles nada más porque sabía que recibiría respuestas crueles y no quería que se incomodaran por mis preguntas raras.

Me lavé los dientes y me despedí rápidamente. Charles y Andrew ya me esperaban, cada uno con sus bicicletas, vestidos extrañamente con sombreros y gorros de puntos.

Llegamos hasta la calle donde vivían Grace y Nena y juntos nos marchamos a la escuela.

Primer día de clases. Probablemente tendríamos que hacer el típico ensayo sobre lo que hicimos en el verano y tendría que decir <<estuve en el hospital y me dijeron que me queda una año de vida y eso fue lo más impresionante que hicde esas que todo el mundo quiere escuchar y te hacen coro para mirarte.
Andy tenía más cosas que contar, ya que solo había hecho cosas malas durante el verano y su mamá aun no se daba cuenta y si se enteraba probablemente lo mataría y no queríamos eso.

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