Con la mirada cansada por los años camina todos los días doce cuadras desde su casa hasta su trabajo, los juzgados de  Ajuterique, pueblo hondureño de origen Lenca. Don Gilberto Fernández, hombre de 85 años de edad de 1.85 metros de altura, ingenioso, fuerte de carácter, con su pelo platiado, sus amigos los llaman bondadoso e inteligente. La mayoría de los pueblerinos lo consideraban como un sabio, llevaba 20 años de juez del lugar. Era un juez justo y ecuánime, le gustaba ayudar a las personas de escasos recursos. En uno de esos días de su trabajo, al llegar a la oficina vio a una mujer entrada en años, con ropa socia y humilde que le esperaba. Señor juez, le dijo la mujer, ayúdeme a sacar a mi hijo que esta preso,  se robo unas medicinas para ayudar a salvar la vida de su hija. Por favor expreso la mujer. Don Gilberto, no expreso nada, se quedo pensando, no se preocupe dijo, veré lo que hago. Tres días después, el tres de mayo día de la Santa Cruz, la mujer lo esperaba en el juzgado para agradecerle que su hijo ya estaba libre. Don Gilberto nunca llegó, el mismo día que salió libre el muchacho  el sabio de Ajuterique había muerto de un infarto.

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