Era el quinto o sexto día. Desde que llegaron, Sam no se había preocupado por cuanto tiempo llevaban en ese planeta hostil, solo se preocupaba por ganar la batalla y traerle honor a sus compañeros y a su nación. Desde que era niño soñaba con luchar por el Imperio Kaleer, pues creía en los cinco Gobernantes (a quienes normalmente se les llamaba “Los 5”) y en su capacidad para mantener la paz. Por eso se había enlistado nada más cumplir 18 años. Él siempre tuvo en la cabeza que esto se debía a su padre, Heirrum Halass, que era miembro del consejo que servía a Los 5. A pesar de todo, de vez en cuando recordaba su planeta natal, Mitha, y sus hermosos paisajes verdes, sus suaves ríos y lagos, sus cordilleras en donde se había sentado tantas veces para admirar el atardecer en el mar. Estos pensamientos eran más intensos ahora que se encontraba en Kardonia, un lugar que, aún sin el deprimente escenario de la encarnizada batalla que se libraba en esos momentos, no era muy de su agrado. Todo el planeta estaba completamente sumergido en una niebla que apenas dejaba ver. El suelo, lleno de criaturas que intentan comerte solo por pasar a su lado, las cuales eran difíciles de distinguir, pues su apariencia era similar a la de las plantas, también muy abundantes en ese lugar. Los Kardonianos tampoco eran mucho mejor pues no era muy amables, ni mucho menos razonables. Esta última era la razón del por qué él y sus compañeros se encontraban atacando el planeta ahora mismo, pues los habitantes nunca se mostraron muy contentos de formar parte del Imperio, y siempre hubo mucha tensión entre uno de los Gobernantes y el Gobernador Kardoniano.
Todos estos pensamientos se disiparon muy pronto de la cabeza de Sam, ahora mismo le llovían disparos y explosiones. Él y sus compañeros se encontraban en una trinchera improvisada superados por las fuerzas Kardonianas. La misión del pelotón era hacerse con un punto estratégico que permitiría apoyar a las tropas del General Desploon, pero las defensas eran muy fuertes, la tecnología Kardoniana siempre había sido superior a la Kaleer. Ahora mismo debían mantener la posición hasta que los bombarderos, solicitados por el Capitán, llegaran a despejar el camino. Debido a la característica niebla tan densa del planeta, Sam apenas podía ver al enemigo, estaba disparando a ciegas. De pronto se escucharon unas explosiones que podrían dejar sordo hasta a un gusano freit, Sam vio como esas explosiones acababan con sus compañeros y distinguió entre la niebla unas figuras enormes, eran tanques Kardonianos. Sam había escuchado historias terribles sobre esos tanques, pero nunca pensó que se tendría que enfrentar a uno, o en este caso a tres. Cada vez iban quedando menos hombres y menos torretas, que eran sus mejores armas en ese momento, no tenían tanques, pues las naves capitales Kardonianas habían destrozado a los transportes al entrar en la atmósfera, solo las naves más pequeñas, las cuales los transportaron a ellos, habían logrado cruzar. Tampoco tenían deslizadores o algo por el estilo, pues los pocos que habían logrado llevar a la superficie los habían perdido unos días atrás. Muchos quisieron retroceder, incluido Sam, pero pronto la General Dorant les ordeno que mantuvieran la posición. Así estuvieron durante unos minutos hasta que por fin cayeron explosiones sobre las tropas Kardonianas y no sobre las Kaleer, los bombarderos habían llegado.
En cuestión de segundos, la mayor parte de los Kardonianos fueron arrasados, y así, Sam y sus compañeros pudieron avanzar. Los tanques resistieron el primer ataque, pero no volvieron a ser un problema pues los bombarderos volvieron y terminaron de destruirlos.
-Eso fue intenso-dijo Onji, el mejor amigo de Sam-casi tan intenso como cuando nos atraparon robando comida de las cocinas en la academia-.
Onji siempre les estaba comentando chistes malos a sus compañeros, sobre todo a Sam. Ellos dos se conocieron en la academia militar de Kaleer Prime, la cede principal del Imperio. Sam siempre se preguntó cómo dos personalidades tan opuestas se habían vuelto tan unidas, él siempre fue muy callado, reservado y calmado, y Onji desde el principio fue muy parlanchín y energético. Por otro lado, a Sam le alegraba, pues en ocasiones las batallas eran demasiado agobiantes, y la personalidad bromista de Onji suavizaba la situación.
Pronto avanzaron hacia la posición del General Desploon. Él y su batallón estaban realizando un ataque frontal por el sendero principal hacia la ciudad capital, una ofensiva muy difícil de ejecutar dada la increíble oposición Kardoniana. Muy a lo lejos, se escuchaban los disparos y explosiones de esa misma batalla. El hecho de caminar directamente hacia ese tipo de masacre atemorizaba las mentes de los soldados, ¿realmente el ataque furtivo que tendrían que efectuar funcionaria? Después de todo, esa táctica no había sido ideada por Desploon, la General Dorant, que estaba a cargo de la división de Sam, era la que la había sugerido, y ella era más novata que Desploon.
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