“Soltar para sanar” es una frase trillada que Liber muchas veces había escuchado en conversaciones ajenas donde el tema principal era avanzar; pero esa expresión nunca había sido tan innegable como en ese momento que había caminado siete pasos, desde la habitación que compartieron muchas noches juntos, hasta la puerta del departamento.

Cuando giró la manija y abrió la puerta para salir, el aire fresco despeinó su largo cabello negro y volteó una última vez para mirar aquel lugar en el que por un momento sintió como su hogar. Al poner un pie fuera de ese sitio siguió siendo ella, aunque ahora más sensata y prudente, ahí se dio cuenta que poder decir adiós es crecer.

Reos estaba sentado en su habitación a solo siete pasos de distancia con la mirada en cualquier otro punto y aunque Liber por un breve momento sintió culpa de dejarle el peso que le correspondió desde un inicio solo a él, soltó esa idea de golpe porque si lo piensas mucho, lo complicas más y no quería reincidir en lo que por muchos meses estuvo haciendo.

Salió completamente y cerró la puerta, al fin. El mundo estaba lleno de grandes posibilidades en ese pequeño momento. Mientras bajaba cada escalón, sintió que su alma se recuperaba de una forma que nunca había sentido. Recordó que todo tiene un proceso y si bien, muchas veces se sintió mal por ir más lento, se dio cuenta que no iba acompasada, sino que ese era su ritmo y estaba bien.


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