Escribí sobre nosotros.

Antes de empezar a escribir. 

Te quiero decir a vos, qué ya no estás, pero seguro lo vas a leer o escuchar. Porqué sos capaz de llevar la contra tanto como a la vida y la muerte, y de alguna forma vas a leer o escuchar esto.
Me parece mal que te hayas muerto antes que yo. Tenías mucho por delante, tantas personas que se perdieron la oportunidad de conocerte que, capaz como yo, te iban a amar.
Ya hasta me da miedo que vuelvas por mí.
_________________________________________________________________________________

Teníamos un trato; si vos o yo moría primero, el otro no iba a llorar, lamentar o sufrir, seguiríamos con nuestra vida como si nada hubiera pasado, bueno desde que te fuiste no se me cayó una lágrima, no te lloré. Sé que es cruel no sufrir por una pérdida, o así me lo querían hacer creer.
Hermana del alma, amor de mi pensamiento, voy a contar un poco de nosotros. Donde lo más importante soy yo y, vos serás el personaje secundario.

 Todavía recuerdo nuestro encuentro, fue en un boliche.
Yo estaba pasando con mi Fernet en mano y vos; toda diosa empoderada, bien vestida, sonrisa perfecta, hermosa en siete palabras; pasaste a mi lado e hiciste que se me cayera un poco, lo que te dije fue lo más obvio. – ¿ que haces bruta?- , vos respondiste – bruta tu madre que te parió, nos ves que estoy pasando yo -. Mujer, no se como me enganche como todo un idiota enamorado.
Hice todo lo posible por estar cerca tuyo bailando, te invite de mi Fernet, que no lo comparto ni con Dios, te pedí el número y no me lo diste, respondiste – mírame bebé mi número es mío y si lo querés tenés que conocerme bien primero – yo te dije – dame una oportunidad y te juro que tu número de casa va a ser el mismo que el mío, anota mí número y vos me vas a mandar mensajes a mi – te lo dije y después de eso me fui a bailar para otro lado. Funcionó fuiste vos quien me escribió.

Nuestra primera salida fue a otro boliche, bah nos encontramos ahí y no me separé de vos, bailábamos pegados y tomábamos lo que encontrábamos, aunque no fuera nuestro.
Como un buen final nos fuimos a comer una hamburguesa con papas fritas. 

Todo lo bueno que tuvimos junto paso en un boliche, nuestro primer beso, nuestro «rápidin» este era nuestro secreto, nuestra primera pelea de «noviecitos», muchas cosas buenas y pocas mala.

Nuestro primer beso fue muy, muy «extremadamente» malo. Estábamos borrachos y cuando nos besamos casi me vomitas en la boca. Fue en nuestra quinta salida; yo tenía ganas de besarte desde que me contestaste y me sonreíste pero vos me hiciste esperar. El segundo beso, fue mejor porque estábamos sobrios.
El «rápidin» fue como en la novena vez que salimos juntos, yo tenía todo preparado para después irnos a dormir juntos, mi idea era algo romántica, pero pusieron reggaetón viejo, vos me bailabas y besabas. Te lleve al vip (hasta ahí cuento). 

Por favor no vuelvas a asustarme de noche.

Nuestra primer pelea fue cuando te dije por primera vez te amo, fue la primera vez que le dije te amo alguien. Salíamos durante siete meses, estabas además de hermosa, borracha y yo también, (no hermoso si no borracho). Te dije te amo, pero no me escuchabas, pero si escuchaste cuando le dije a una chica que era lindo su tatuaje. Discutimos, pero después lo arreglamos sentados afuera tomando vino. Por ese recuerdo hoy brindo.

Voy a contar un secreto tuyo. Tenías heterocromía, los ojos de diferentes colores, uno verde otro color azul, pero por alguna razón vos usabas lentes de contacto color café.
Llevábamos diez meses saliendo y me dijiste – te tengo que contar un secreto -. De alguna forma pensé lo peor, que no me querías o estabas enamorada de otro, pero te sacaste los lentes, cerraste los ojos, abriste y volviste a decirme – ¿espero que no estés molesto por no decirte antes? -; hoy tengo que confesar dos cosas, una me molesto que pienses que no te iba a querer por eso, y lo segundo es que me enamoro más tu cara, ojos de diferentes colores, nariz linda que hacía que el granito que tenías fuera lindo, tenías hoyuelos cuando reías, labio grandes, hasta tus granos te hacían hermosa. Recuerdo lo que te dije, fue – mírame otra vez y me enamoras para siempre – lo sé era un chamuyo malo, pero era verdad.
¿Cómo podías esconder tus ojos? sé que tu tía y abuela pensaban que no era natural, y otras cosas más que llenaron tu cabeza, pero estaban equivocadas. Como odio a esas viejas chismosas que te hicieron mal mentalmente. Criticaban tu cuerpo y tus ideas. Siguen siendo igual, tenés que saberlo. Si podes aparece en sus pesadillas.

Llega el momento de contar tu amor por el deporte, amabas todos los deportes desde básquet, natación, golf y lucha; yo no era muy fan de nada, no me gusta ningún deporte, en educación física de la escuela no te corría ni dos metros; pero vos eras una gran fan de todo, tu favorito era hockey dónde jugabas muy bien, no eras la capitana pero mandabas hasta cuándo tenían que respirar y nadie se animaba a llevarte la contra.
Yo te fui a ver cuándo me dijiste que jugabas. Apenas me hablaste y yo te pregunte hasta el signo. Ese partido lo perdieron por dos goles o puntos no sé cómo se dice, pero fue lindo verte jugar, después seguí yendo para que me vieras en la tribuna, fui a todos tus partidos, cuando estabas en la banca también y cuando no jugabas también iba para aprender algo, pero no aprendí nada.
Fue muy importante para mí saber que te gustaban los deportes y el atletismo, gracias a eso te invite a ver las olimpiadas, pero no fuiste, lo gracioso fue que te volví a invitar, ya un año después para ver la repetición de los juegos y aceptaste.

Voy a recordar los momentos graciosos que pasamos.
Uno que no puede ser gracioso para otros, pero fue cuando salimos a bailar y un chico pensó que yo era gay. Me empezó a chamuyar, le seguimos la corriente para que nos de bebidas, fue tu idea y una buena actuación mía que lo convenció.
Otro momento gracioso fue cuando estabas en mi casa indispuesta, ahí no había toallitas y me mandaste a comprar, eran muchas marcas, no sabía cuál querías, literalmente estuve diez minutos buscando la que tuve al frente mío todo el tiempo.
En la plaza cuando me caí en la fuente y no podías dejar de reír, yo estaba todo mojado. Tú risa era una mezcla de foca y un chancho. Era lindo escuchar reírte.
La última broma que hicimos juntos que no para otros no puede ser gracioso, fue cuando a tu tía » la víbora» le pusimos una cucaracha en la cama. Es mala con todos y se lo merecía.
En los tres meses de relación, tres de dos años, tuvimos la «brillante» idea de hacernos un tatuaje. Obvio que por separados y no eran nuestros nombres. Vos te tatuaste una frase «la vida es bella si la ves con los ojos del alma» un poco larga, pero entro bien en tu espalda; yo me tatué un logo de una banda, en mi pierna derecha. Lo gracioso fue que gritaste de miedo cuando la tatuadora no te había tocado. Cuando me tatuó a mí no paraba de reír, soy muy cosquilludo.

Ahora me siento libre de decirlo sin pensar que está mal, es linda la tatuadora.

Tuvimos un perro que para nosotros era nuestro hijo, lo encontramos en la calle bajo la lluvia. Lo bautizamos Sigfredo Segundo, lo atormentamos con el nombre lo sé, pero lo llamábamos Sise. Éramos como los padres divorciados, una semana cada uno y lo llevábamos juntos a la plaza.
Era manso, era porque murió de viejo a los quince años. Era muy juguetón, me rompió dos pares de media, a vos un zapato y ropa. Sabia sentarse, cuando pasear, rodar, buscar la pelota, salir afuera hacer sus cosas.
Ahora tengo otro «hijo», es una oveja llamada Stella Moda, vive en mi patio. No se la edad exacta, creo yo, que está en la adolescencia. Me siento en el patio a leerle esta historia conforme la voy escribiendo. Puede que sea un buen libro y me genere ganancias, no tengo suficiente plata para darme los gustos que quiero, serias recordada por todos y yo con plata ¿buena idea, no?

Ahora voy hablar de cuando tuve que decirte que cocines dos pizzas, una pizza entera para mí y otra para vos, tenía hambre. Después me preguntaste – ¿siempre te comes una pizza vos solo? – era lógica mi respuesta – si -, la cara de sorpresa fue buena, después te acostumbraste a mi apetito.
A los once meses de relación me regalaste tres kilos de papas, una docena de empanadas y cerveza. Que con justicia compartimos.

Cuando te hable de mi pensamiento sobre la muerte no te gusto mucho.
Te dije – te tengo que contar un secreto – vos me respondiste, – sé que te comes mis chocolates -, fue lindo verte hacer una cara suspicaz, – no, es sobre si me muero – te explique lo básico. – si un día me muero,  no quiero que llores por mí, ni una sola lagrima, tenes que seguir tu vida. A mí me gustaría morir a los treinta para no llegar a ser viejo. No quiero que me entiendas y quizás te enojes, pero es mi pensamiento -. Lo bueno fue que me entendiste y tomaste la misma decisión que yo. 

Voy cumpliendo mi palabra, exceptuando esta historia que hablo de vos.

Vos eras una mujer increíble porque estudiabas medicina, jugabas al hockey, te graduaste con un diploma de maestro mayor de obra, escribiste un libro, sabias inglés, estudiabas neerlandés, tenías un grupo de música y bailabas. Yo sigo trabajando en el campo como toda mi vida, pero ahora trato de escribir recuerdos.
Otra de tus maravillas, era tu trabajo de niñera, nunca entendí como hacías tiempo para todo, para mí no dormías.
Estabas tan preparada en la vida menos para lo que te iba a pasar.

Nunca vivimos juntos, teníamos un perro que criar, dos trabajos diferentes, pero fue una buena relación.
El final llego cuando tuviste la oportunidad de vivir en España y no podías que decir que no. Era lo mejor para vos. (yo ya me cansaba de que te comas mis papas fritas).
Intentamos una relación a distancia, pero yo quería que vivas tu vida allá.

Volviste dos días a visitarme para cortar personalmente, si bien terminamos por celular viniste para despedirnos bien. Donde nos conocimos teníamos que terminar, en un boliche. ¿Qué final? ¿No? bailamos juntos, tomamos Fernet, nos fuimos a comer pizza a las seis de la mañana e hicimos el amor hasta tu hora de partir.

Últimos renglones sobre vos, y tu partida. 

Tu historia tiene un final que hare mío.

Vivías en Granada, durante la pandemia viajaste a Italia para trabajar de enfermera y ayudar a los contagiados de covid 19, te preparaste para la vida pero no para morir por un virus.
De un día para otro te sentías mal, perdiste el olfato y gusto, te dolía la cabeza y el cuerpo. Pediste seguir trabajando con los que ya no iban a volver a sus casas, pero dos días después, mientras dormías en terapia intensiva, no volviste abrir los ojos.
Cuando me llamaron para decirme, algo en mi dejo de existir.
Espero de todo corazón que estés en una tumba, pero sé que a los cuerpo contagiados los cremaban. No para ir a llorar, si no para decirte – mira hice un libro sobre nosotros, ahora soy famoso y tengo plata para comprarme muchas papas para fritar -.
Si te cremaron y soltaron tus cenizas al viento voy quemar un libro en tu honor.

Con amor, con dolor, tristeza y felicidad te dijo «Adiós Marcherita». 

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS