Mi cuento de navidad


Las agujas del reloj marcaban las 9 de la mañana del día 24 de diciembre. Ese día salí de casa con mucha prisa y dirigí el vehículo al centro de la capital, llevaba conmigo la carta al niño Jesús, que mi hija de 5 años de edad había colocado debajo del árbol de navidad y cuyo texto decía.

—Querido niño Jesús, deseo que este año me regales un oso grande de peluche blanco, —te quiero mucho. Sheila

Regresé a casa en horas de la tarde henchido de emoción y cargado de regalos para mi mujer y mi primogénita. A escondidas de ellas guardé los regalos en el closet de la habitación, porque la intención era el efecto sorpresa.

Cuando llegó la noche y las agujas del reloj marcaban las 10 de la noche y nos dispusimos a hacer la cena antes de que la niña se fuera a dormir. Cuando mi mujer e hija estaban sentadas esperando para comer, fui a la habitación y extraje los regalos del armario.

— Hija, tus papás te regalan este bello oso de peluche blanco —dije emocionado.

—Pero ese oso blanco se lo pedí al niño Jesús. —respondió la niña con un dejo de tristeza.

Después de la cena, mi mujer llevó a la niña a su dormitorio y luego regresó para hacerme compañía.

El día 25 de diciembre, en horas muy tempranas de la mañana, Sheila entró llorando a nuestra habitación.

—El niño Jesús olvidó mi regalo, —decía entre lágrimas.

—Hija, tus papás te regalaron el oso blanco, —respondí con cariño.

—No, ese no, —respondió la niña llorando.

Al ver el rostro triste de mi hija sentí culpa. De inmediato salí a la calle en busca de una solución al error cometido, pero todas las tiendas estaban cerradas. Me dirigí a casa de una hermana y le conté lo ocurrido. Para remediar el momento mi hermana me hizo entrega de un teléfono viejo, de inmediato lo llevé a casa, y sin que la niña se diera cuenta lo coloqué debajo de su cama.

—Hija, el niño Jesús dejó algo debajo de tu cama, —le dije.

Sheila corrió a su habitación y regresó con una sonrisa en su rostro

—Pápi, pápi, mira lo que me trajo el niño Jesús, decía la niña.

Sheila abrió su juguete y habló por teléfono con su ídolo de navidad.

Calmada la tormenta.

¿Cuál fue mi error? —pregunté a mi esposa

—Faltó la fantasía, —respondió mi mujer. — El mundo de un niño está hecho de realidad y de fantasía. Los padres somos su realidad, pero el niño Jesús, papá Noel y los Reyes Magos forman parte de ese mundo mágico que el niño crea con su pensamiento. Para algunos infantes, los regalos lo trae el niño Jesús, para otros papá Noel o los Reyes Magos; no importa quién trae los regalos, lo importante para un niño es que su fantasía se haga realidad. No es el regalo en sí mismo lo que hace feliz a un niño, sino que su ídolo de navidad haya leído su carta y se haga presente en forma mágica con el regalo que soñó.

El niño crea un mundo en su mente con imágenes de personas y objetos con los cuales comparte e interactúa. Esa creatividad infantil, que hace vida en sus adentros constituye la base de su realidad futura, porque lo que sienta en ese mundo interno perdurará en el tiempo y se convertirá en sus alegrías o tristezas de un mañana.

“Una de las trampas de la infancia es que no hace falta comprender algo para sentirlo. Cuando la razón es capaz de entender lo sucedido, las heridas en el corazón ya son demasiado profundas” Carlos Ruiz Zafón


Etiquetas: reflexión

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