Refugio de letras

Décimo día de alarma. No estoy desesperada como casi todos afuera que dicen no aguantar más.

Yo disfruto en mi buhardilla de cuatro paredes que voy a pintar para alegrarme la vida en el largo encierro anunciado.

Tengo muchos libros. Los he acomodado en una sola pared hasta el techo uno sobre otro.

Enfrente un gran sillón con todo lo necesario donde hago muchas cosas. Con el teléfono visito a los amigos y ¡hasta voy al cine y al teatro!

Pero hasta ahí, porque todos los móviles del mundo no conseguirán sustituir, la lluvia de letras que siento caer desde la pared de enfrente. Mi vida: los libros. Ellos me hacen sentir. Me ponen en movimiento cuando busco aquella frase leída alguna vez en tal libro. Allá voy sobre la mini escalera hasta que la encuentro.

Recuerdo aquel, regalo del chico de los dientes tan blancos que me hacía reír y vuelta al sillón a releerlo… Al abrirlo encontré su rosa…

Aquí estoy pasando el encierro. Termino agotada, tiro de la manta, los cojines que me rodean y a dormir tranquilamente con mi particular lluvia de letras.

Solo tengo que pintar tres paredes y la puerta de entrada.

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