Dos orugas reptan hasta el final de una rama.

Se paran muy cerca de la hoja más bella y tierna que jamás habían visto.

—Mira eso, es increíble, qué verde tan intenso —comenta la primera oruga.

—¿Verde? ¡Pero que dices! si es de un rojo precioso…—discrepa enérgicamente la segunda.

—No, yo la veo verde.

—No, no, yo la veo roja.

—¿Quereis parar? —interrumpe la hoja.

—No entendéis nada. ¿Pero no veis que vuestra discusión es absurda?

Seguramente, ninguna de las dos tiene la razón.

A mí lo que realmente me inquieta es…

saber cuál de las dos me devorará.

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