Cuando perdemos a un ser muy querido, todos necesitamos con ansias
hacer preguntas para encontrar respuestas que alivien nuestro sufrimiento y aclaren esas incertidumbres que nos propone el destino.

Esta fue mi experiencia, mi única experiencia.

Hoy la comparto contigo, amigo del alma, que buscas con desespero
encontrarla en tus sueños para soltarla por fin y poder continuar tu camino.

…….

Se fue. Un rato después y al día siguiente lo comprobé. Se había ido. No quiso estar más conmigo, él también me había abandonado. Otra persona más que convertía en mentira aquellas palabras de amor que creí tan sinceras.

Como arrastrada por un torbellino, una rabia con un despecho enorme de mujer se apoderó de mí. De un momento a otro volví a ser libre sin quererlo, para  adueñarme de mi cama ancha en su totalidad, para ir donde quisiera y recordar de él lo que a mi imaginación se le antojara sin correcciones ni opiniones de ningún tipo.

Inmediatamente, su presencia se hizo espíritu junto a mí y para mi bien, se ordenaron las dificultades de un complejo camino que, sin excusas, debía transitar en soledad de ahora en más. Para los imposibles encontré todas las soluciones; desde un lugar desconocido, él me cuidó  en silencio con amor y dedicación.

Sentí su presencia. No importó nunca mi respuesta de enojo ni esas lágrimas contenidas de rabia que a veces soltaba por extrañarlo, por estar sola de nuevo, lamentando planes incumplidos y proyectos comenzados que no terminarían jamás. Mil sueños que nunca serían concretados, un tiempo que para siempre estaría ocupado con intensos vacíos de soledad.

Furia de enojo frustrante de mi parte, silencio total de la suya. Un silencio que a veces se rompía con reproches cuando creía recordar aquella tierna sonrisa tranquilizadora, que imaginaba ahora, acompañada de un lastimoso eco de burla.

Se había ido sin explicación, llevándose todo. Todo había desaparecido, todo lo había robado sin que yo lo notara, a escondidas. Nada de él me quedaba ya. Inexplicablemente hasta ese «número amigo» que nos había ofrecido  la compañía de móviles una vez, estaba sin servicio, no existía, se había bloqueado sin respuesta, sin motivo alguno.

Pasó el tiempo cuando por fin, una noche, se dignó aparecer mientras dormía. Fue cuando una amiga esa misma tarde preocupada por darme algún consuelo, me incitó en la locura del «sinconsuelo» a que lo llamara.

En lo profundo del sueño creí escuchar de nuevo esa voz que me sugería probar con la línea de su casa. A ese mismo teléfono que jamás había atendido, ni antes ni después, el que, por falta de uso, había quedado inutilizado hacía mucho y para siempre. Pero, ante lo imposible, desesperada hice el intento.

Al tercer «ring» levantó el tubo y me atendió, con sonrisa fresca calmada, con la prisa que demandan las tareas de toda persona muy ocupada sin tiempo alguno. Un saludo que al escuchar mi voz se convirtió de nuevo en silencio, en silencio culpable de hombre libre perseguido,  atrapado en actitud equivocada.

Le pregunté por qué, qué le había hecho, por qué se había ido, qué le había pasado. Sentí de nuevo su sonrisa tranquila, seguida de un enorme vacío que se desplomó de inmediato en un llanto desesperado sin palabras, un llanto de remordimiento con culpa por haber hecho algo no deseado, por haber tomado una decisión errónea que ya no tendría remedio.

Mis preguntas cayeron como catarata, mientras su dolor seguía escuchándose desgarrador y mudo.

De pronto, cuando sobrevino de nuevo la ausencia total de sonido, pude adivinar una vez más, aquella sonrisa borrosa con ojos tristes cubiertos de lágrimas que yo tanto conocía.

Con calma fingida fue capaz de afirmar: -«Estoy bien ¿por qué me lo preguntas?»-
 
Como si todas mis interrogantes hubieran perdido sentido, una vez más fue él quien tuvo la razón. Encontré en sus palabras la certeza que necesitaba saliendo de su propia boca. «Estaba bien» y eso era lo único que importaba.

Debía soltarlo, dejarlo seguir su camino… y yo … continuar el mío sin él, en el disgusto, intentando superar mi tristeza, mirando hacia adelante, enfrentando los nuevos desafíos sola  y para siempre en su etérea compañía.

Sin dudas, debía hacerlo. Por él y por mí.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS