Ruego clemencia ante las estrellas, perdidas en mi memoria,

Ruego del llanto, el olvido que se me antoja, ansia abrupta.

Ruego la muerte del silencio, único proveedor de paz.

Crisálidas infinitas, que juegan y revolotean en ese jardín estrellado,

perdido en mi memoria.

Ruego al infinito donde se olvida al atardecer, que no llegue la noche de la vida,

y que las crisálidas rían el infortunio vaivén que acogen sus temblorosas manos.

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