¿Tus abrazos madre?,

¿ese amasijo de seda?, es mi entusiasmo.

Atan mi barco de vela, en tu puerto de regazo.

¿Y esa risa que retosa, que empapa toda tu boca?,

salpica y moja mi coraza rota.

Y por las leves hendiduras

entran también tus manos, como un rebaño asustado.

Corretean por mi pelo,

y lo hacen mil caminos con tus dedos.

,

Madre, aún no puedes marcharte.

Ven, pon tu frente sobre la frente mía.

Busquemos un lugar quieto, es muy fiero el resplandor.

Tú descansa, que cuando estés casi dormida,

atraparé aquella nube,

la sujetaré en la proa de este banco de madera,

y nuestro mar será para siempre,

una sombra entera.

Cuando despiertes mañana,

estaremos navegando.

Yo llevando este timón.

¡Que la sal hiera mis manos!,

¡que vengan afiladas velas!,

¡que las sogas estén de parte de las enormes mareas!

¡Lucharé contra las rocas

y sus puntiagudas piedras!

¡Que descansen los nudillos,

de tus dedos castigados!,

que tus oídos no escuchen

el batir de las tormentas.

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