No hay nada más relajante que el silencio, en especial en medio del caos citadino donde todos corren rumbo a sus trabajos, el estrés de los autos pitando, el murmullo de la gente en medio de un centro comercial o una calle muy concurrida. De pronto entras en una habitación donde todo está en silencio y sientes un alivio en tus oídos. Quizá te encuentras en tus días de vacaciones rodeado de un denso bosque donde solo se escucha el silbar de los pájaros, el sonido de un riachuelo que estrella el agua contra las piedras o quizá escuchas las olas del mar y la brisa soplar bajo una palmera. No hay nada más relajante que el silencio y la tranquilidad.

Sin embargo no podemos decir lo mismo de los silencios de Dios, no hay nada más angustiante que su silencio. Ese momento en el cual estas esperando la respuesta de Dios, una señal, una dirección. ¿Por dónde debo ir, que debo hacer? ¡Dios dame una señal! Pero todo permanece en silencio, el silencio más profundo y desesperante que puedo imaginar. La célebre frase dice que cuando Dios está en silencio es porque está trabajando. Mi pregunta es: ¿porque Dios debe trabajar en silencio cuando más uno necesita de su guía para saber por donde debemos ir o que debemos hacer?

Quizá te ha pasado que vives en un sitio muy concurrido donde la bulla está a la orden del día y vas de vacaciones a un lugar muy tranquilo, los primeros días sientes una paz refrescante pero luego de un tiempo tanta paz y silencio llega a aburrirte y debes regresar al ambiente de costumbre. Algo similar ocurre cuando entramos al silencio de Dios. Lo podemos tolerar por un tiempo pero luego se vuelve tan fastidioso e irritable que solo queremos escuchar un grito fuerte que nos indique por donde seguir. A veces tenemos mil preguntas y mil caminos por donde ir y queremos que Dios nos diga cuál es el que debemos tomar, pero él parece brillar por su ausencia.

Muchas veces creemos que somos los únicos que estamos pasando dificultades, pero todos siempre pasamos por lo mismo, en diferentes manifestaciones pero al final siempre debemos de aprender una lección, ¿recuerdas la historia de Lázaro?, él era un amigo muy amado por Jesús y su familia tenía una relación muy cercana con él. La historia relata que cuando Jesús oyó que su amigo estaba enfermo, se quedó dos días más donde se encontraba. Lo más lógico que nosotros hubiéramos hecho hubiese sido correr donde nuestro amigo, pero en lugar de eso Jesús dijo: esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios. Luego de unos días Lázaro murió y Jesús llegó cuando ya tenía 4 días de muerto. ¿Qué clase de persona seríamos nosotros si sabiendo que nuestro amigo esta grave no vamos de prisa?, pero todo era parte de un plan.

María y Marta, hermanas de Lázaro, al ver a Jesús llegar dijeron: si hubieras estado aquí esto no hubiera pasado. Esto me hace recordar cuantas veces hemos pasado situaciones en las que reclamamos a Dios de abandonarnos, ¿Si eres un Dios de amor porque permitiste esto? ¿Por qué me haces sufrir si tienes la potestad para hacer cualquier cosa? ¿Por qué permitiste que pasara esta tragedia en mi vida? Nos llenamos de enojo y resentimiento contra Dios por permitir ciertas cosas y no “llegar en el momento justo”. Dios nunca llega tarde, y si no llega aún, es porque todo es parte de un plan, que al igual que Lázaro, no va ser para nuestra destrucción sino para que él se gloríe en medio de la adversidad. Quizá en nuestro tiempo creemos que Dios llegó tarde pero él siempre llega en el momento que debe llegar, porque somos parte de su plan para que los demás sean testigos de su poder.

La cueva en esta historia representa todas aquellas cosas a las de debemos morir para poder renacer según el propósito de Dios para nuestra vida. Muchas veces al igual que Lázaro, Dios nos deja en silencio y no llega en el momento que nosotros queremos porque es necesario que dejemos todas esas cosas malas en la cueva y así cuando él nos llame salgamos renovamos y con nuevas fuerzas.

No sé cual sea tu cueva, no se cual sea tu problema, pero te aseguro que Dios si lo sabe y aun mejor, porque el también conoce tu futuro y sabe cuán fuerte vas salir cuando termine tu tiempo dentro de la cueva o el desierto. Es en medio del desierto que logramos llevar nuestras capacidades al máximo y demostrar de que estamos hechos. Es en medio del desierto, cuando no tenemos nada que perder y mucho por ganar cuando decidimos que de todas maneras si no lo intentamos moriremos, por lo cual nada perdemos con intentarlo una vez más. Dios tiene un motivo por el cual guarda silencio y siempre es para enseñarnos algo.

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