El pibe, la pelota, la camiseta, el barrio, el potrero, la garra, la pobreza, el fútbol, el himno y tantas palabras más, que no nos dejarán olvidarte Diego.

Cada día que pasa, uno va procesando.

Cuando ves que personas de todo el mundo lo lloran, ya lo extrañan, lo sienten, debes preguntarte qué es lo que pasa. Puedes intentar negarlo, ignorarlo o enojarte, pero levanta la mirada, algo está pasando, en tu entorno, en la historia, en tu cultura, en nuestra cultura.

El fútbol es el deporte más popular y Diego llegó a ser más popular que el fútbol, lo trascendió, lo atravesó, lo corrompió, lo dominó, hizo lo que quiso con él. Así era Diego. 

A ti que no te gusta el fútbol, o que eres un ejemplo de persona, o a ti, que detestas a los malos, no te quedes afuera de tu propia cultura, de tu propia sociedad. Eres parte de ella, aporta algo, si quieres, como lo hizo él, pero, al menos, no te quedes afuera.

Una de las cosas más inexplicables de nuestra existencia son las emociones, esa carga emocional que sentimos al ser impactados con ideas, imágenes, aromas o música, o tantas cosas, que nos hacen vibrar. No te enfades con los que las sienten, no hay mayores explicaciones a ese fenómeno, acércate quizás puedas sentirlas, mira a tu alrededor, ve como tantos estamos vibrando.

Creo que hasta la pelota puede estar vibrando.

Deberían preguntarse por qué Diego es un adicto tan señalado en un mundo lleno de adictos, los hay famosos, políticos, músicos, curas, en todos los ámbitos, pero hubo uno, Diego, que siempre fue señalado, casi como un traidor a la vida, un chico pobre, sin cultura, latino y que, sin mayores armas, señaló reiteradas veces a los poderosos y esbozó concepciones revolucionarias y de izquierda. Esa, sin duda, fue una forma de cortarle las piernas, o alas, para otros.

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