El ascenso

El ascenso

JAMA

02/11/2020

La cima es visible, pero nunca alcanzada.

El tiempo avanza, pero es incorpóreo.

La muerte es dolorosa, pero no ocurre un llanto.

El amor juvenil brilla por su vitalidad y catarsis enérgica, pues las aspiraciones y sueños se encuentran casi en la punta de la montaña existencial, casi en la punta, pero nunca en la cima, ya que la finalidad es inexistente; tal es el caso del amorío que hoy protagoniza esta historia, quienes caminaron por kilómetros de terreno accidentado entusiasmados por una meta onírica y aterrados por la inminente llegada de la noche, pues de ahí provienen los monstruos más atroces protagonistas en el fin de todas las cosas.

Sin duda el viaje resulto agotador, pues a veces el tiempo no es amable con sus habitantes, y aunque sus cuerpos no parecían envejecer, sus espíritus se volvían paulatinamente mas indispuestos a seguir cargando el empalagoso peso de la vida, y aun así, al fin llegaron a esa majestuosa montaña, anhelada por muchos moradores que siguen los alaridos del viento. La cima se encontraba cubierta en una extensa niebla como si esta ocultara alguna cualidad decepcionante, y así la joven pareja se dispuso a escalar esa empinada superficie rocosa.

El ascenso fue agotador pero sin eventualidades importantes, las piedras a menudo eran resbaladizas y el musgo a los alrededores cubría el ambiente en un perfume terroso y húmedo. El viaje se realizo con normalidad hasta la abrupta indisposición de Mavina, una hermosa doncella de tez morena, ojos verdes y cabello rizado blanquecino; el evento en cuestión surgió de un chocante alarido y le siguió una pesada caída en una suave superficie cubierta por vegetación, era claro que Mavina está harta de seguir avanzando.

Jovin, un delgado joven de tez pálida, cabello escaso y expresividad vivaz iba delante de la joven mujer, y al percatarse de tal suceso puso en el suelo parte de su carga y se dirigió a los aposentos acolchados de su amada, con la esperanza de poder animarla a seguir adelante.

-Vamos hermosa, falta poco – dijo Jovin.

Tras un breve suspiro Mavina expreso.

-Espera un poco, estoy cansada, no pasara nada si nos detenemos un momento.

-Podemos descansar arriba – dijo Jovin – las vistas ahí son hermosas, ya lo veras.

Mavina calló por unos segundos y luego cuestiono.

– ¿Por qué no podemos quedarnos aquí?

-Tú sabes porque – replico Jovin – el sol se pondrá pronto y, bueno, tú sabes, los monstruos vendrán.

-¿Eso importa? – respondió Mavina en tono defensivo.

Javin se coloco frente a su amada intentando ganar contacto visual.

-Claro que importa – respondió Javin efusivamente – no quiero que te pase nada malo.

Mavina sin subir la mirada replico.

-Tú no puedes controlar eso.

-Al menos lo intentare – dijo Javin

Mavina por fin eleva su mirada y observa fijamente el rostro de Javin para soltar una chocante puñalada verbal.

-Estás perdiendo el tiempo Javin, y es lo que menos tienes en el mundo, “tiempo”, así que déjame en paz y sube tu dichosa montaña, quizás con eso sientas esa paz que nunca en tu vida has experimentado.

Javin sintió una leve presión en el pecho y guardo silencio por unos segundos; tras recobrar su cordura emocional tomo asiento a lado de Mavina acercándose lo más posible.

-¡Tú ganas!, supongo que podemos esperar un rato – expreso Javin.

Ambos se quedaron pasmados observando la paulatina caída del sol en el horizonte; Javin vuelve la mirada a la joven percatándose de su desdichada expresividad.

-¿Hay algo que pueda hacer?, ya sabes, para hacerte sonreír – cuestiono Javin.

Ella no responde, por lo que Javin tras pensarlo por unos instantes retoma la palabra.

-Sabes, en uno de mis viajes cruce el interior de un viejo bosque, los lugareños lo llamaban el bosque del Alamo, te sorprendería lo oscuro que es por dentro – Javin emito una risita por unos segundo – ahí es muy hermoso, los olores, los arroyos, las ardillas, pero sobre todo, ¿Sabes que es lo más hermoso que se puede observar ahí?

Mavina no responde a la pregunta.

-Las orquídeas moradas del Alamo, por dios tienen siglos y siglos por detrás, había escuchado sobre ellas, pero nunca tuve oportunidad de verlas, ya de menos tocarlas u olerlas, ojala hubieras estado ahí, desprenden un perfume exquisito y sus tallos se mueven como si fueran consientes, como si te escucharan, como si se alegraran de tu presencia.

Javin elevo la mira en signo de resucitar la introspección.

-A pesar de eso yo…

-Ya sé de las orquídeas purpuras – interrumpió abruptamente Mavina.

-Entonces sabes la razón por la que son tan especiales, ¿no es así? – cuestiono Javin.

Por unos instantes Mavina divago en sus pensamientos y finalmente recito en voz suave.

-Son inmortales.

-Exacto – grito Javin triunfante – ellas no se marchitan, es asombroso.

-Lo es – recito Mavina en un tono casi imperceptible – una eternidad en un solo lugar a la espera de que algún verdugo termine con tu plano existencial, tal vez la efusiva e infantil mitología hacia los hechos nublaron su chocante naturaleza, ahora ya no pueden verse como son las cosas en realidad; debe ser aterrador vivir para siempre.

Javin piensa las palabras correcta para llevar la conversación a su terreno de juego.

-Uno de estos días te traeré una de esas orquídeas, ya sabes, para que puedas sembrarlas en tu jardín como solías hacer antes, estoy seguro que las abejas te ayudaran en la decoración de un colorido y oloroso jardín de orquídeas moradas que duran una eternidad.

-Ya no hago jardinería Javin, y no me gustan las flores – replico Mavina casi colérica.

-Solían gustarte – dijo Javin sintiendo el peso de cargar una incomoda discusión.

-Las cosas cambian, ahora solo quiero olvidar, olvidar todo, olvidar el maldito pasado – escupió Mavina.

Javin observo incrédulo a su amada, pues las circunstancias dictaban que ella estaba marchitándose, como si se tratase de cualquier flor común y corriente.

-Al menos inténtalo, por ti, por mi, vamos – dijo al fin Javin.

Mavina volteo violentamente la mirada a Javin.

-¿Qué quieres lograr con esto?

Hubo silencio; el sol bajaba poco a poco y el paisaje se hacía paulatinamente más oscuro, más distante, mas difuminado. Javin dijo al fin.

-Es solo que, ¿Por qué todo debe terminar?, es decir, podría terminar justo aquí, ¿Qué pasara después?

-Quizás nada – respondió Mavina.

-Yo no quiero eso, tiene que haber algo más, si es un “nada”, entonces no tendría sentido.

-¿Y las orquídeas? – cuestiono Mavina a fin de regresar al tema original.

-Cuando las vi por primera vez en aquel claro de la oscuridad tuve una extraña sensación, un cosquilleo en el pecho, sabía lo que era, un pensamiento nuevo habitaba mi mente; me resultaba emocionante y aterrador al mismo tiempo.

-Sí – dijo Mavina, indicándole que prosiguiera con su relato.

Javin tardo un poco en responder, pues aquella afirmación presumía de gran intensidad.

-Al verlas pensé por un segundo que quizás, la muerte no existe.

Mavina sonrió sarcástica y finalmente afirmo.

-Eso no tiene ningún sentido.

Javin pierde el poco optimismo que aun habitaba su frágil figura y finalmente se quiebra sin expectativas hacia su recital anterior.

-Tal vez tengas razón, es que, tengo tantas cosas buenas en estos momentos, y yo… no quiero perderlo, desearía tenerlo hasta la eternidad, entiendes, no quiero perderte.

Mavina cambia su expresividad burlesca a una incómoda seriedad.

-Quizás deberías casarte con esa orquídea – soltó Mavina luego de una leve risita a fin de aligerar la situación.

Javin toma la mano de su amada y la abraza con ambas palmas.

-La noche se acerca, deberíamos subir – afirma Javin.

-No quiero – responde Mavina.

-Si ellos te encuentran te van a….

-Ya sé lo que pasara – interrumpe Mavina – ¿vas a subir?

Javin rodea a Mavina con sus brazos y exclama.

-No, no subiré, prefiero tenerte un poco más.

Ambos observan perplejos la mitad superior del sol cubriéndose en una montaña lejana.

-Supongo que aquí termina todo – afirma Javin luego de un leve suspiro.

-¿Importa? – suelta Mavina fríamente.

Javin vuelve la mirada a su amada y cuestiona.

-¿Sabes que sigue después?

-No tienes por qué temer – responde Mavina.

Javin muestra curiosidad hacia esta afirmación.

-¿Por qué? – pregunta.

Mavina suspira levemente y sostiene la mirada en su amado, luego de prolongar algo de tiempo responde.

-Quizás el tiempo no existe.

Ambos se acurrucan en aquella reconfortante cama de hierbas, y el sol finalmente desaparece en el horizonte, el clima se vuelve neutro, hay silencio, monotonía y oscuridad, todo se vuelve un recuerdo, supongo que hay un “nada”.

“Por JAMA para mi familia, amigos y el resto del mundo que sienten incredulidad al saber que la existencia termina, pero las historias son inmortales”.

Etiquetas: fantasía relato corto

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