¡Ella!, ¡Fue ella!

Señalaban con sus mandíbulas gélidas,

con los ojos exagerados en la mueca de repugnancia.

¡Ella, ella lo hizo!

Una puerta pequeña,

Un farol insuficiente,

Una desolación agobiante.

Los recuerdos tallados en piedra

El arrepentimiento arrodillado

¡Ella! ¡Fue ella! ¡Ella la despertó!

La niña dormía en sueño inalcanzable

Pálida, putrefacta, y el hedor de sus millares de relojes

¡¿Por qué lo hiciste?!

El rostro de la madre, ensombrecía

Gemía extraviada, gemía incontenible

¡Ahora es tu responsabilidad!

Despertó, la despertaste

Corrí, escapé

Me ahogó el aire,

Me ahogó el miedo

Me ahogó el futuro acechándome

Me ahogaron sus ecos

¡es tú responsabilidad!

Despertó

Ellos

Reían con rostros vacíos.

La sentencia había sido dictada

y era absoluta.

La espetaron, la corearon, la disfrutaron

Obligué mi mente, entonces, al recuerdo.

Sí, es cierto, lo hice…

¡¿Por qué lo hice?! No sé, pero así fue

Quizá rosé con mis dedos temblorosos

Quizá dibujé cada símbolo de la lápida

Quizá… inconsciente…

La condena me arrebató el oxígeno

Costaba respirar

campanada

era ineludible

campanada

su figura cercándome en la noche

cien campanadas más

La niña frente a mí…

Pieles resecas, póstulas violáceas

Suponía sus ojos vacíos,

No me atreví a su rostro.

Tomó mi mano, pasiva, se entregó,

Caminaba,

mi castigo

Su pestilencia caminó conmigo,

Nos sentamos en la sala, en penumbra

Miré su boca, mi tormento

Sabía, la abriría

Sabía, separaría esos labios resecos que semejaban cocidos

sabía, cientos de larvas pujarían por emerger.

Blancas larvas de sepultura, saldrían, lo harían, pujarían, llegaba el momento,

Llegaba…

Entonces sucumbí al acto más cobarde de todos

al más deshonroso, miserable

Porque, entonces…morí.

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