Bosque umbrío. Profusión de verdes que seduce.

Bóveda enramada, y apenas, el azul, arriba.

Canto de las aguas que acuna.

Follaje de flores y semillas.

Chillido de un pájaro interrumpe

mi ensoñación, las dudas, los miedos.

Nutrición. Fertilidad. Plenitud.

Siento en mis manos su textura

Y la sensualidad del luminoso sendero,

del bullicio silente,

de la aspereza del tallo de girasol,

de la miel de esos labios y

la sal de una lágrima que carretea

por la punta de la nariz y

después se suicida justo ahí.

Yerma, seca, improductiva.

Quiero beber el agua de la dicha,

abanicarme en el aire danzarín,

aventar las llamas del deseo,

ser chispa de vida,

dar color a la sangre,

ser latido del corazón en la intrepidez de la pasión,

ser el habitáculo del espíritu

y retornar a la tierra en ese vértigo circular, indefinidamente.

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