La sangre derrotada

La sangre derrotada

Adán E. Macedo

07/10/2020

El alma ya no encuentra escapatoria, que no indique dirección al lagrimal que porto, que he cerrado desde el día que te conozco, y no se contiene desde que anunciaste tu partida, el frio invade mis manos a causa de la ausencia de tu cadera entre ellas, el espacio que habitabas entre mis pensamientos ha quedado esperando por ti, esperando a que vuelvas o esperando a que lo deje morir. Mientras la noche persigue al día, y escucho una melodía que no entona por si sola, le hace falta tu voz susurrando que ya es tarde, tus balbuceos de media noche, causa de los sueños que jamás descifré, pero amaba velarlos, amaba contenerlos con un fuerte abrazo, amaba saber que a mi lado se encontraba de visita en mi vida al amor que busqué hasta ese momento, y me niego a retroceder y aceptar que me he equivocado de vida, porque sea cual sea mi destino al cerrar eternamente los ojos, quiero que seas tú mi compañía, quiero que seas tú quien me mira, me escucha y en mí confía. 

Mientras respiro con gran esfuerzo, y mi corazón se siente tan pequeño en el espacio que le rodea, se sigue contrayendo, se sigue matando por no matarme, pero termina en un caos que provoca me quiera derrumbar, que retumba en un grito de auxilio, que me exige que la sangre deje de hervir, o deje de ser tan fría, porque no logro describir la agonía que causa la desilusión de una partida tan prematura, o tal vez llegó en el momento indicado, tal vez no había mayor muestra de amor que dejarnos ir, y lo hemos logrado, aunque duele, y pesa, no imaginaba antes cuánto pesaría cargar con tu ausencia, cargar con una maleta vacía pero hecha con recuerdos, mis hombros son tan frágiles para lograr terminar con este reto, pero me has traído hasta este punto de mi vida en que no sé si eras parte fundamental de ella, o solamente una pieza más en el camino para continuar, porque no he muerto de amor, aunque no me siento en vida, no puedo evitar guardarle luto al amor que me dio vida, porque no he llegado al cielo, ni he caído de él, tampoco salí del infierno y no me han dictado una condena dentro de él, simplemente estoy en la misma habitación en que nos llenamos de caricias, de amor, en la que te conocí, te consolé y te di el abrigo que necesitabas, donde recibí más amor que en cualquier otro pecho en el que me he reposado a descansar, simplemente estoy en la misma habitación, donde diste vida a mi sangre, y ahora mi sangre rueda por buscarte y el corazón ruega encontrarte. 

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