Una conspiración abierta para un mundo feliz

Una conspiración abierta para un mundo feliz

Luis Gentile

26/09/2020

Una conspiración abierta para un mundo feliz

Notas acerca de Retorno a Un mundo Feliz, de Aldous Huxley

Aldous Huxley nació en 1894 en Inglaterra. Formó parte de una familia de intelectuales de importante actuación en la cultura de ese país. Su abuelo era el biólogo Thomas Huxley, uno de los principales defensores del evolucionismo. Su padre había sido asimismo biólogo, y su madre, una de las primeras mujeres en estudiar en Oxford. El hermano de Aldous, Julian Huxley, era también biólogo y escritor; dedicado a la divulgación de las teorías maltusianas y evolucionistas, iba a ser en 1946 uno de los creadores y el primer director de la UNESCO.

En 1932 Aldous publicó su novela más conocida, Brave New World (Un Mundo Feliz, según la versión en castellano), que plantea una visión pesimista del futuro de la humanidad, en la que sus habitantes son controlados de una forma incruenta, basada en técnicas de eugenesia, propaganda, manipulación genética y uso de sustancias psicotrópicas. Todavía no había visto la luz 1984, de George Orwell, que iba a convertirse en la distopía más famosa, pero que se enfocaba en un gobierno totalitario violento, tal como demostraba ser el stalinismo soviético para ese entonces.

El libro de ensayos que estamos glosando aquí, Brave New World Revisited (o Retorno a un Mundo Feliz), es de 1959. Como veremos, retoma las preocupaciones que lo llevaron a escribir la novela, a la luz de nuevos datos. En este trabajo trataremos de entender cómo este tipo de preocupaciones y prescripciones basadas en la teoría de Malthus y en el evolucionismo social, y que dieran origen a una conspiración mundial, se despliegan a lo largo de la historia y alcanzan la tercera década del siglo XXI mostrando algunas adaptaciones (evolucionando, dirían los evolucionistas) e incluso signos de buena salud y nuevos bríos.

Tal como afirmamos, esta forma de pensar dio origen a una conspiración mundial. Mucho lamentamos tener que emplear esta expresión, dado que quienes la mencionamos somos acusados de padecer distintos desórdenes mentales que nos hacen elaborar teorías disparatadas asociadas, precisamente, con ocultas conspiraciones. Este tipo de acusaciones no atacan el razonamiento que empleamos o las informaciones que aportamos, sino que implementan un ataque por comparación. Se señala, por ejemplo, que hay quienes piensan que la Tierra no tiene forma esférica, sino que tal noción es resultado de una conspiración planetaria. Se pretende así desacreditar a todo aquel que señale o postule la existencia de cualquier otra conspiración, incurriendo así en una falacia lógica. Algunos lo llaman la falacia del espantapájaros, es decir: el desacreditar un razonamiento mediante la comparación de éste con otro totalmente distinto pero que comparte una expresión en común. Es en realidad una tergiversación, por la cual se ataca otro argumento, y no el expresado. De esta forma, se descalifica hoy en día a cualquiera que se pregunte por la existencia de una conspiración, llamándolo “conspiranoico” o “terraplanista”. De igual forma, quien plantea dudas sobre el funcionamiento de ciertos tratamientos ofrecidos por el sistema médico y la industria farmacéutica, pasa a ser un “anti-vacunas”, o sea, una criatura perteneciente a una horda de fanáticos indignados provistos de antorchas y dispuestos a quemar la residencia del doctor Frankenstein.

En este caso, como hay hipótesis disparatadas acerca de conspiraciones improbables, se pretende que las conspiraciones no existen. Pero esto va en contra de nuestra experiencia diaria. Si alguna vez participamos de alguna reunión grupal en la que se tomaran decisiones –por más humildes que fueran- sabemos que es común el surgimiento de pequeñas conspiraciones entre los participantes, incluso en ámbitos tan alejados de sectores de poder como pueden serlo una reunión de consorcio de copropietarios, o la subcomisión de básquetbol de un club de barrio. Cuánto más probable es que personas realmente poderosas, y con una visión similar de lo que debería ser un futuro deseable para la humanidad, trabajen conjuntamente para coordinar acciones en pos de ese futuro.

Poco antes de que Aldous Huxley publicara Un mundo Feliz, el popular escritor inglés Herbert G. Wells, quien había sido alumno de Thomas Huxley, escribió una trilogía de libros destinados a difundir este conjunto de ideas. Estos eran: Esquema de la historia (1919), La ciencia de la vida (en colaboración con el citado Julian Huxley, hermano de Aldous, 1929) y La Conspiración Abierta (1928). En los dos primeros sentaba las bases históricas y biológicas, respectivamente, que le permitían afirmar que era necesaria una conspiración abierta para salvar a la humanidad.

Los temas que aborda Wells serían algunos de los que posteriormente obsesionarían a Huxley y a todo este grupo: el control cuantitativo y cualitativo de la población mundial, la sustentabilidad ecológica, el control de los recursos naturales del planeta y el establecimiento de un gobierno mundial en contra de los sentimientos nacionalistas, a los que asociaban con el autoritarismo y con las guerras.

Todas estas recomendaciones se hacen en nombre de un reformismo progresista, impulsor un internacionalismo que, una vez que se estableciera el gobierno mundial, contribuiría a evitar las guerras. Para esto era necesaria, según Wells, una conspiración abierta en la que participaran las personas más despiertas y más instruidas de una elite mundial, que pudieran ir reclutando adherentes. A través del apoyo de personas influyentes debería cambiarse el sistema educativo y de propaganda para lograr popularizar las nuevas ideas. Estas brindarían a la población una adecuada interpretación de la historia y de la biología humana, una conciencia ecológica y a través de la eliminación de las naciones, podría llegarse al establecimiento de la paz mundial. Nótese que el colaborador de Wells en el diseño de esta conspiración abierta, es decir, Julian Huxley, fue el primer director de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), es decir que el organismo más importante de gestión a nivel mundial en educación, ciencia y cultura, estaba dirigido por un partidario de esta conspiración. Este puesto le permitió trabajar para influenciar en la futura agenda de la humanidad, con el objetivo de modificar la forma de educación de la población y los temas de discusión y nuevos proyectos en áreas sociales, culturales y científicas.

Ahora bien; los integrantes de la clase obrera no eran considerados, salvo honrosas excepciones, como personas aptas para integrar esta conspiración. De hecho, si bien en La Conspiración Abierta[1] se señala que el orden mundial debe cambiar, se critica duramente al marxismo por su concepción de la lucha de clases, por cuanto ésta es considerada destructiva de los avances de la humanidad y basada principalmente en el resentimiento de los menos favorecidos. Asimismo, plantea Wells que quienes deberían estar al frente de este gobierno mundial serían las elites de los países europeos occidentales y Estados Unidos de América. También sostiene que el control poblacional debe establecerse a escala planetaria, y especialmente en las regiones en las que la calidad genética es considerada inferior. De esta forma, por ejemplo, el racismo sería un problema del pasado, toda vez que se lograra una significativa reducción del nacimiento de negros. Además, el gobierno planetario, que ya vimos en manos de quiénes estaría, sería el encargado de manejar los recursos naturales del mundo, ya que se considerarían patrimonio de la humanidad. Por supuesto, para esto habría que suprimir las naciones.

Cuatro años después de la publicación de La Conspiración Abierta, Aldous Huxley da a conocer su Brave New World. Como ya vimos, la novela se basa en la solución que la humanidad podría dar a todos estos problemas. Todavía Huxley tenía una visión pesimista; la de alguien que creía que la presión del crecimiento poblacional llevaría inevitablemente a formas más sofisticadas de autoritarismo para controlar a la humanidad. Pero también, como veremos, la de alguien que, basándose en la teoría de Malthus y en la aplicación del evolucionismo darwiniano a la raza humana, creía firmemente que la intervención de una autoridad que pudiera garantizar la gobernanza global mediante métodos de propaganda racional y el uso de la eugenesia, era una situación no totalmente deseable, pero inevitable en un futuro mediato.

En 1959 Huxley publicó Brave New World Revisited, una especie de actualización de datos relativos a los problemas tratados en la novela original, pero en formato de ensayos. A lo largo de los años, pareció ir considerando que algunos de los métodos empleados por quienes dirigían el mundo en su ficción no eran erróneos. Pasó, por ejemplo, a considerar las drogas alucinógenas como un componente positivo de la nueva conciencia que debía animar a la humanidad. Así fue que el consumo masivo de drogas apareció en la receta de los continuadores de la conspiración. Por supuesto que ésta no fue exitosa en cuanto a alcanzar los objetivos proclamados, pero no pocos cambios, tensiones, discusiones y marcos teóricos de la cultura occidental, pueden relacionarse con estos objetivos iniciales. La obsesión con el control poblacional es una constante, también los métodos de control de la conducta mediante técnicas cada vez más sofisticadas, hasta alcanzar lo que Huxley llamó “dictadura sin lágrimas”. A lo largo de los años, algunas percepciones y algunas herramientas han ido cambiando, hasta llegar al inédito confinamiento planetario que estamos viviendo por estos días de 2020.

Estas consideraciones, que el autor formulara allá por 1959, son parte de ese camino.

Lo que sigue, es un resumen de lo planteado en Retorno a un Mundo Feliz (Brave New World Revisited, en el original), con algunas notas personales añadidas, capítulo por capítulo

Capítulo 1

Sobrepoblación

“En 1931, cuando se estaba escribiendo Un mundo feliz, yo estaba convencido de que todavía teníamos tiempo”. Así comienza este capítulo Huxley.

Plantea en él la preocupación que lo lleva a escribir el ensayo, a saber: la ecuación entre el crecimiento de la población mundial, por un lado; y recursos planetarios que nos son infinitos, por el otro; no es sustentable.

Para él, esta situación va a llevar a un sistema de control que podría asemejarse al que describiera en su libro citado.

Este ensayo está publicado en 1959. Dos años antes había comenzado la era espacial. Tal vez pocos recuerden como fecha significativa el 4 de octubre de 1957, pero ese día los soviéticos lanzaron al espacio el Sputnik, una pelota que logró orbitar nuestro planeta y se constituyó en el primer satélite artificial y en el inicio de la carrera espacial entre las dos superpotencias de la época. Pues bien, aquí Huxley, como muchos en ese entonces, considera la posibilidad de que el futuro de la humanidad estuviera en el espacio exterior; en Marte, más precisamente.

Pero no cree que esa sea la solución, eso ya nos lo anticipa en este primer capítulo, aunque más adelante comentará más sobre este asunto.

Ahora bien ¿Cómo se llega de la constatación de esta sobrepoblación mundial a la emergencia de un sistema de control al estilo de Un mundo feliz? Bueno, se diría que a través del tercer mundo. El razonamiento del autor es el siguiente:

-El crecimiento de la población mundial se acelera cada vez más, y especialmente en el siglo XX. Indica que en el año 1 D.C. la Tierra tenía unos 250 millones de habitantes; cuando los primeros inmigrantes europeos llegaron a Norteamérica, de 500 millones; cuando se produjo la independencia de Estados Unidos era de 700 millones; cuando en 1931 se publicó Un mundo feliz en 1931 ya éramos 2.000 millones, y en 1959 cuando vio la luz este ensayo ya la población era de 2.800 millones. Huxley calculaba que estos números iban a aumentar a más del doble para fin de siglo[1].

-Esos 2.000 millones de habitantes de 1931 son los que se perpetúan como cantidad sostenible en el tiempo por generaciones en la ficción de Un mundo feliz. La obra sitúa su ficción en el año 600 o 700 post Ford, o sea aproximadamente en el 2600.

-Los gobiernos y el sistema mundial son cada vez más exitosos en disminuir la tasa de mortalidad pero no lo son en disminuir la tasa de natalidad. Conspiran en contra de esto último, las creencias religiosas y la propia libertad de las personas que deciden engendrar más hijos.

-Por lo tanto vislumbra un mayor crecimiento poblacional en países del llamado tercer mundo. Esto llevaría a sus gobiernos a la necesidad de un mayor control de la población instaurándose regímenes autoritarios. Aquí hay una presunción eurocéntrica según la cual la calidad de la democracia europea es mejor porque son países con más tradición a favor del republicanismo y la división de poderes que los africanos y los sudamericanos, por ejemplo. De hecho intuía que para 1980 todos los países subdesarrollados estarían bajo control de gobiernos totalitarios, y probablemente bajo el control del partido comunista.

-Pero ¿cómo afectaría esto a países como los EEUU y los europeos? Huxley preveía que la inestabilidad de los países subdesarrollados podía afectar la provisión de materias primas sin las cuales las industrias del primer mundo podrían colapsar. Y por otra parte, también este predominio del comunismo haría que se calentara la denominada guerra fría. Al ocurrir esto, los países centrales entrarían en un estado de guerra que, como siempre ocurre, limitaría las libertades dado que el objetivo de sus gobiernos sería imponerse al comunismo en la conflagración.

-Ante esta situación que llevaría a una necesidad de aumentar el control social, analiza la distopía más conocida además de la que él mismo planteó, que es obviamente 1984, de George Orwell. El mundo de esta novela está mucho más ligado a la forma represiva soviética de la época del líder Stalin, que era lo que Orwell tenía ante sí cuando la escribió en 1948. Pero, observa Huxley, ya en 1959 ni siquiera la Unión Soviética planteaba el control de manera predominantemente represiva. El control basado en recompensas por actitudes consideradas positivas iba a ser en el futuro, entendía Huxley, más eficiente que el orden en base al castigo de actitudes que el poder considerara negativas.

Es evidente que en este aspecto tuvo razón.

2

Cantidad, calidad, moralidad

En la ficción de Un mundo feliz, que no era tan feliz en realidad, se practicaba la eugenesia (es decir, el mejoramiento genético planificado) y también la disgenesia (genética degradada para que los humanos resultantes practicaran trabajos de menor complejidad, jerarquía e importancia). En la segunda mitad del siglo XX, nos cuenta Huxley, nada de esto se llevaba a cabo.

En opinión del autor, el resultado es que cada vez hay más población y que la misma es cada vez de menor calidad. Esto se debe a la ausencia de estos planes genéticos, pero también a los avances de la ciencia (especialmente la medicina) mediante los cuales la humanidad logró aumentar la expectativa de vida y con ello, individuos que en la antigüedad morían sin dejar descendencia, actualmente tienen hijos.

De manera que estos individuos y su descendencia afectarían la selección natural, provocando que la misma no sea tan estricta como lo era en tiempos en que la medicina no estaba tan desarrollada.

Todo ello en relación a los dos primeros términos del título de este capítulo. La cantidad de la población mundial crece, la calidad de sus genes –según su visión- decrece. Pero ¿Por qué incluye Huxley a la moralidad? Esta se encuentra en la respuesta adecuada al dilema ético que podría plantearse de esta forma: es bueno ayudar a los más necesitados y a los más débiles, pero es malo que gracias a esta ayuda ellos se perpetúen, descendiendo la calidad genética de la humanidad. Huxley se pregunta por la justa medida entre estas dos opciones. Este es su dilema ético.

En 1959 esto se planteaba crudamente, como puede apreciarse. Hoy pareciera que no es políticamente correcto hablar de calidad poblacional y la palabra eugenesia está de hecho casi proscripta. Pero el problema es que la disciplina puede ponerse en práctica sin utilizar la palabra maldita. Cuando leímos Un mundo feliz, o vimos la película que fue bastante exitosa, pensamos que era una distopía, como lo fuera más tarde 1984, de George Orwell; que lo que se nos mostraba era un futuro considerado negativo por el autor. Entonces, si bien en la ficción se utilizaban la eugenesia y las drogas alucinógenas como métodos de control social, supusimos que la novela pretendía alertarnos para evitar que la humanidad tomara esos caminos en la vida real. Sin embargo, si nos atenemos a la biografía de Aldous Huxley y al grupo al que perteneció, esto ya no nos queda tan claro, como veremos a continuación.

Para relatarlo cronológicamente: su abuelo había sido el médico y biólogo Thomas Huxley, ferviente defensor de la teoría evolucionista, a tal punto que fue apodado “el Bulldog de Darwin”. El padre de la teoría de la evolución, “partiendo de Malthus, aceptó el principio de la desproporción existente entre la multiplicación de los seres vivos y los medios de subsistencia, este hecho produce una lucha por la vida y esta lucha desemboca en una supervivencia de los más aptos, por quienes hay que entender aquellos seres cuyas funciones se han adaptado mejor a las exigencias del medio”[2].

Cuando esta teoría evolutiva se hizo extensiva al campo de las ciencias sociales sus implicancias fueron despiadadas, por cuanto se comenzó a postular un darwinismo social, según el cual la supervivencia del más apto y por lo tanto de su descendencia tendía a perfeccionar al ser humano, pero para que esto sucediera había que omitir toda intervención que ayudara a los menos aptos, para desfavorecer su reproducción y contribuir así al mejoramiento de la especie humana. En este contexto surge la eugenesia, que es la aplicación de las leyes biológicas de la herencia orientada al mejoramiento de la especie humana. Un destacado miembro de la Sociedad de la Eugenesia Británica fue justamente Julian Huxley, hermano de Aldous. Julian no era un simple escritor y biólogo evolutivo; era miembro de la élite británica, fue distinguido como caballero inglés, colaboró con H. G. Welles en el proyecto de la conspiración abierta y sería nada menos que el primer director de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Nótese de paso como la propia UNESCO nace bajo la influencia de corrientes de opinión favorables a la eugenesia. La primera misión como jefe de la UNESCO lo llevó a Africa. La organización fundada en Londres luego de la segunda guerra, dirigida por un aristócrata inglés, impulsor de la eugenesia, lo primero que hace es dirigirse a un continente pobre y subdesarrollado. Los lectores de buena memoria tal vez aún recuerden el capítulo uno, en el que Aldous Huxley temía que la superpoblación de los países subdesarrollados llevara la destrucción y el autoritarismo a Europa o losEstados Unidos de América.

Volviendo al ensayo de Aldous Huxley, encontramos que algo de esto está implícito en un ejemplo que nos pone el autor a continuación. Imaginemos, nos dice, una isla que en sí misma es un país subdesarrollado. Imaginemos también que los habitantes de esa isla sufren de una enfermedad, digamos la malaria. Pero los avances científicos hacen posible eliminar la enfermedad. El resultado inmediato de ello sería una disminución de las muertes provocadas por la malaria, pero también a mediano plazo se estaría creando un infierno en la isla, atestada de gente destinada a morir lentamente de hambre porque la superpoblación incrementaría la miseria general y sus consecuencias.

Visto desde la actualidad, en el comienzo de la segunda década del siglo XXI, vale la pena reflexionar acerca de cómo los intelectuales que pensaban el futuro global veían el mundo hace sesenta años, para ver en nuestro presente las huellas de esos pensamientos, y quizás las huellas de acciones que se llevaron a cabo en consonancia con los mismos.

Entonces nosotros también podemos imaginar: imaginemos que los habitantes del planeta Tierra somos los habitantes de esa isla imaginaria. Sabemos que desde hace muchos años la elite intelectual ya se planteaba si era éticamente justo dejar que nos reprodujéramos libremente o si era más legítimo controlar de alguna forma nuestro nivel poblacional y calidad genética.

Pues bien; la población mundial se encuentra (nos encontramos) ante un doble jaque. Tenemos un virus circulando que es muy contagioso y que amenaza con matar a millones de personas en el mundo. Ante esta amenaza, organizaciones supranacionales muy influyentes a nivel planetario (mucho más que los gobiernos nacionales), han impuesto un aislamiento de la población prácticamente en todo el mundo, de una magnitud que es inédita en la historia de la humanidad. En esta encrucijada no nos queda sino perder: si salimos, se nos dice, provocamos la muerte de millones de personas debido a la facilidad de contagio del virus. Si nos quedamos encerrados en nuestras casas, nos encaminamos hacia una debacle económica que dejará como consecuencia desocupación, miseria, quiebra de gran parte de las micro, pequeñas y medianas empresas y destrucción de riqueza, lo que en el mediano plazo hará disminuir drásticamente la calidad de vida y muy probablemente provocará también millones de muertes.

En el ejemplo del libro, el de la isla, la elite mundial se planteaba el dilema ético acerca de si era mejor aplicar avances científicos beneficiosos para eliminar una enfermedad o si era preferible dejar a la enfermedad actuar para mantener el nivel poblacional en niveles bajos.

En nuestra realidad, sesenta años después, no estamos hablando de un avance científico que signifique una posible cura de determinada enfermedad sino que, con toda probabilidad, nuestro actual estado de la ciencia o de la explotación de los recursos del planeta nos han bendecido con una nueva enfermedad y cualquier camino que tomemos como humanidad (en el ejemplo, habitantes de la isla) llevará a un incremento del control poblacional, o a un incremento del control social, o a ambos combinados.

Es muy interesante que, debido a que el virus es especialmente letal cuando se contagian adultos mayores, si se lo dejara actuar sin oponer restricciones, esto redundaría en la muerte de muchas personas de edad avanzada. Por lo tanto sería un eficaz remedio contra el progresivo envejecimiento de la población mundial y a la vez económicamente implicaría un gran ahorro en pago de jubilaciones. Las manifestaciones públicas de funcionarios de estos organismos supranacionales deplorando el aumento del promedio de edad de la población y pidiendo medidas para evitar la quiebra de los sistemas previsionales son reiteradas y abundantes.

Por ejemplo, el Fondo Monetario Internacional ha señalado que “las implicaciones financieras de que la gente viva más de lo esperado (el llamado riesgo de longevidad) son muy grandes. Si el promedio de vida aumentara para el año 2050 tres años más de lo previsto hoy, los costos del envejecimiento —que ya son enormes— aumentarían 50%”.[3]

Por otro lado, los resultados finales del aislamiento obligatorio de un enorme porcentaje de la población mundial todavía no se han determinado. La caída abrupta del intercambio, el quiebre de innumerables empresas, la desocupación, son fáciles de prever. Se cree además que existe alta probabilidad de estatizaciones de empresas, reducción del intercambio internacional, especialmente lo que se llamó globalización, destrucción de diversos sectores de producción y de servicios, regionalización de la economía. Es decir, un cambio de paradigma económico y social.

Si creemos –por ahora esto es sólo una hipótesis- que el virus que nos amenaza no se contagió a los humanos por causas naturales, sino que hubo una intervención precisamente humana e intencional para que esto ocurriera, podríamos concluir que estamos ante un intento de ingeniería social y económica a nivel global.

Es decir, como acabamos de ver en este texto de 1959, nada que no estuviera previsto.

3

Sobre-organización

La tesis de este capítulo es precisamente que la segunda mitad del siglo XX sería la época de la ingeniería social. Determinados grupos de elite iban a dar forma a la sociedad mediante la utilización del saber que las ciencias sociales iban a ir edificando. Los investigadores sociales que se formaran en estas nuevas disciplinas serían los ejecutores, por cuenta de la elite gobernante, de los programas de ingeniería social

Este pesimismo se basa en el siguiente razonamiento: el totalitarismo no se deberá solamente a la relación entre superpoblación y recursos finitos, sino también, como se entrevió en el capítulo anterior, a los avances tecnológicos. Estas nuevas tecnologías centralizarían cada vez más el poder, hasta generar en occidente grandes propietarios que sojuzgarían al resto, mientras que en la órbita comunista resultaría en un gran estado opresor. El hombre-individuo dejaría paso a un nuevo tipo de ser humano, el hombre social. Para evitar un descontrol total en el que no podría funcionar la humanidad, se iría hacia un control total. De esta forma la sobre-organización se impone a los individuos. Al ser prioritaria esta organización, los fines se imponen sobre los medios, habilitándose las dictaduras, como las de Hitler o Stalin en la primera mitad del siglo XX.

Pero Huxley supone que el futuro nos dispensará de estas dictaduras represivas de viejo estilo. Las disciplinas humanas y sociales estaban avanzando tanto en aquel momento, que el autor concuerda con los que en la década de 1950 anunciaban que “si la primera mitad del siglo XX fue la era de los ingenieros técnicos, la segunda será la de los ingenieros sociales”[4]. El control social no se hará mediante dictaduras estrictas y represivas, sino que la ciencia social avanzará hacia sofisticados métodos de control que aseguren el orden necesario para la supervivencia de la sociedad.

Sin embargo, Huxley se plantea una pregunta inquietante: si lo ingenieros sociales son quienes van a controlar a la sociedad ¿Quién va a controlar a los ingenieros sociales?

4

La propaganda en una sociedad democrática

En este capítulo Huxley hace un recorrido que lo lleva del optimismo de los filósofos y políticos de la Ilustración a la incertidumbre actual en cuanto a la relación de la información de los individuos de una sociedad y la posibilidad de vivir en un sistema democrático.

Nos dice que en el siglo XVII se creía que el individuo era un ser enteramente racional, y que basado en la razón, si se le proveía de la información adecuada, podía tomar decisiones acordes, de acuerdo a su interés y al de la propia sociedad. Obviamente en la actualidad nadie piensa que la razón es la que determina las acciones del ser humano. En una civilización post Freud se cree que las motivaciones que influyen en las decisiones pueden no ser racionales, que el ser humano es racional pero también irracional.

De todas formas, occidente se las ha arreglado para crear y sostener gobiernos más o menos democráticos, nos dice el autor, en los que el poder inmediato del gobernante es balanceado por el poder mediato de la ciudadanía a través del voto. Sostiene Huxley que dado un contexto adecuado, los hombres pueden ejercer este tipo de gobierno, pero que actualmente, por los problemas ya citados de sobrepoblación y sobre-organización se está produciendo un deterioro de ese frágil equilibrio.

Aborda así el tema de la propaganda. Porque este sistema en el cual los individuos se informan y toman decisiones, que se ve perjudicado por estas crisis de superpoblación, no se da en abstracto, sino que existen individuos y grupos de poder que intentan influir en las demás personas por medio de la propaganda. Esta puede ser racional (cuando se refiere a información para toma racional de decisiones por parte de individuos); o irracional, cuando se incentivan pasiones a través de slogans, o se presentan chivos expiatorios internos o externos para lograr adhesiones por medio de la exaltación de los ánimos).

Ahora bien, Huxley reconoce que existe un problema incluso con la llamada propaganda racional. Es que lo que se considera razonable en determinados aspectos de la sociedad, como el político, el religioso y el ético, no es algo absoluto y objetivo. Son en realidad verdades relativas vinculadas a sistemas de ideas. Para complicar las cosas aún más, no es solamente que la racionalidad es relativa a un sistema de creencias, sino que la información con que los individuos cuentan para tomar decisiones tampoco puede considerarse pluralista y completa.

En efecto, Huxley compara la época posterior a la independencia de los Estados Unidos de América, con su proliferación de pequeños periódicos de distintas tendencias, que permitían que se sostuviera la noción de libertad de prensa, con la concentración actual (hace de esto más de medio siglo, pero la situación no hizo sino empeorar) de los medios de difusión en occidente.

Esto supone un tipo de censura, que se verificaba en el “mundo libre” a través de esta concentración de poder y el mercado (censura económica) mientras que en los países comunistas la censura era más directa y se llevaba a cabo a través del Estado. Pero en ninguno de los dos casos la información era pluralista, por lo tanto, al no haber información adecuada no se verifica el primer principio básico para una democracia: no existe siquiera la información adecuada para tomar decisiones racionales en bien propio y de la sociedad. Si a esto le sumamos la irracionalidad que ya en el siglo XX filósofos, psicólogos e intelectuales colocaron en el origen de la toma de decisiones por parte de los seres humanos, el panorama de la democracia entendida con ese modelo optimista de la ilustración, se torna muy complicado.

Pero eso no es todo. Huxley entiende que en la época en que se creó la democracia moderna, se entendía que la propaganda podía ser verdadera o también podía ser falsa. No veían otra posibilidad y en eso se equivocaron mucho. Actualmente (de nuevo, tanto en 1960 como ahora en 2020) la mayoría de la comunicación no tiene que ver con lo verdadero o lo falso, sino con lo irreal. “En una palabra –remata Huxley– fallaron al no tener en cuenta el casi infinito apetito del hombre por la distracción”.

Es la era del entretenimiento. Así como Marx decía que la religión era el opio de los pueblos, el entretenimiento viene a reemplazar esta droga entre los no creyentes. O en otras palabras, quienes no crean en el más allá que las religiones enseñan, tal vez se vean cautivados por esa otra irrealidad, que es la ficción de entretenimiento.

Huxley teme que los dictadores del futuro combinarán las técnicas de propaganda con “distracciones constantes que, en Occidente, amenazan actualmente con ahogar en un mar de banalidad, la propaganda racional que es esencial para el mantenimiento de la libertad individual y la supervivencia de instituciones democráticas”[5].

5

La propaganda en una dictadura

En este capítulo Huxley analiza las dictaduras utilizando al régimen nacional-socialista de Hitler, casi a manera de arquetipo. En realidad, salvo en el título y en el párrafo final no se refiere a las dictaduras en general, sino al nazismo. Es sorprendente que el autor, pese a dejar muy en claro que deplora este tipo de gobiernos, admite –confiesa, diríamos- un profundo interés sobre los escritos teóricos de Hitler, sobre todo en lo vinculado a la teoría social, la dominación y legitimación de un gobierno.

Comienza con una observación de quien fuera ministro de armamento de Hitler, Albert Speer. Durante una alocución en el juicio al que fue sometido, este ex funcionario nazi señaló que la dictadura de Hitler había sido la primera en utilizar todos los adelantos técnicos de la era moderna. Se refería principalmente al altavoz y a la radio. Hoy estos instrumentos nos pueden parecer rudimentarios, pero según Speer fueron fundamentales porque al llevar la voz del gran líder directamente a las masas, permitieron evitar que ciertos jefes intermedios disfrutaran de una cierta autonomía relativa, que obtenían al actuar como polea de transmisión. Pero gracias a los adelantos técnicos en materia de difusión de mensajes, del primero al último de los alemanes pudieron escuchar en ese entonces al Führer, sin que éste necesitara de intermediarios que pudieran distorsionar el contenido de sus discursos. Esto sucedía con dictaduras más antiguas, en las que la ausencia de estos medios de amplificación y difusión directos obligaba a que los mandos medios tuvieran ocasionalmente la posibilidad o la necesidad de tener iniciativa propia.

Lo más polémico viene en los párrafos siguientes, en los que el autor incurre en lo más cercano a un elogio hacia Hitler que la moral y las buenas costumbres podían –o pueden- tolerar. Huxley analiza aquí escritos del dictador, y encuentra que cuando éste se refiere a abstracciones como la raza, la historia o la providencia, se hace totalmente ilegible; pero cuando habla de las masas alemanas y la forma de dominarlas, la cosa cambia. Entonces, dice el autor, “el sinsentido da paso al sentido; lo ampuloso a una lucidez aguda y cínica.” En sus comentarios acerca de las masas y la propaganda, Hitler “estaba escribiendo sobre cosas que conocía de primera mano”[6]. Por eso es que Huxley se vale de los escritos del líder del nazismo para describir la teoría que hace posible tal dominación.

En este sentido, la mencionada lucidez de Hitler le permite señalar un principio básico y fundamental cuyo conocimiento permitiría dominar a cualquier pueblo. A saber, que:

Las masas son despreciables

Dado que no se basan en la razón y el conocimiento, sino en sentimientos y pulsiones inconscientes. Manipular este componente irracional predominante es la llave del éxito. El uso de movilizaciones masivas y desfiles refuerza esta característica. La multitud no tiene juicio propio y los individuos se tornan más sugestionables aun. Hitler no era completamente original en esta creencia. Probablemente lo había leído, al igual que lo leyó Freud, en La psicología de las masas, de Gustav Le Bon. Este autor francés escribió que “entre la muchedumbre, las personas desinhiben y olvidan las normas morales y se vuelven sumamente emocionales”[7]. Esto fue desarrollado por Freud, que en su libro Psicología de las masas y análisis del yo, afirmaba también que cualquier masa “debe tener un líder. Una persona que le proporcione su ideal del yo o valor. El líder se convierte en el ideal del yo común de cada miembro y adquiere todas sus facultades críticas, de igual modo que el hipnotizado cede su autodeterminación al hipnotizador”[8].

Si sólo tomamos en cuenta el instrumento de dominación del líder, y decimos que entre otras cosas, ese instrumento se basa en la movilización de las masas consideradas como despreciables, estamos a un paso de afirmar que toda movilización masiva de individuos es perjudicial porque degrada a las personas y posibilita o es instrumentada por una dictadura. Huxley toma ese camino. Ya vimos que considera a Hitler lúcido cuando proclama que las masas son estúpidas. “En una palabra –dice Huxley– un hombre en una multitud actúa como si hubiera ingerido una gran dosis de algún poderoso tóxico. Es víctima de lo que he llamado veneno de rebaño”[9]. Es decir: las masas serían estúpidas, y toda reunión de personas en el ágora, no sería otra cosa que un grupo de estúpidos intoxicados.

Pero desde otro punto de vista, podríamos afirmar que la política (en este caso la llevada a cabo por una elite), cuando no llega a comunicarse de ninguna manera con esas masas, pero sí toma decisiones que las perjudican, no puede pretender que esas poblaciones mayoritarias acepten sumisamente la situación. Se crean las condiciones para que esa población busque algún tipo de solución y, probablemente, que un líder –más o menos demagógico o democrático- se postule para conducir esos reclamos. O en otras palabras; dado que las masas existen: ¿cómo pueden afirmar o reclamar por derechos de las mayorías, si proscribimos el recurso a la movilización por considerarlo degradante? ¿Deberían confiar las masas en el buen criterio de uno o varios partidos de elite que tomaran decisiones basándose presuntamente en el interés general? En lo referente al surgimiento del nazismo en Alemania, podemos decir, como afirma Hosbawm, que las insensatas sanciones impuestas a Alemania en la Conferencia de Versalles y sus derivaciones, se combinaron con la gran depresión de 1929, creando las condiciones para su ascenso al poder.

En otras palabras, Huxley, al analizar al nacional socialismo, hace un especial énfasis en la exitosa dominación de las masas alemanas que llevó a cabo Hitler (de esa manera desprecia a las mayorías, que cuando actúan en masa serían estúpidas y manipulables), pero no se remonta al accionar concreto de quienes dirigieron el mundo en los años posteriores a la primera guerra mundial, que dieron como resultado el surgimiento de distintos tipos gobiernos autoritarios en casi todo el planeta[10].

Eso sin mencionar que otro instrumento del nazismo, como lo fue la eugenesia, tenía sus adeptos y sus inicios precisamente en Inglaterra. Esto Huxley lo sabía muy bien puesto que su propio hermano era miembro de la Sociedad Británica de Eugenesia (ver capítulo 2). Junto con el novelista H.G. Wells, Julian Huxley redactó el libro La ciencia de la vida, publicado en 1930, en el que desarrollaban aspectos entonces novedosos de la ecología, e impulsaban el llamado darwinismo social, promocionando una política de eugenesia y control de la natalidad con el objetivo de mejorar la raza[11]. Acerca del racismo que profesaba Adolf Hitler, escribió Eric Hobsbaum en su Historia del Siglo XX, que “no era ese sentimiento de orgullo por una ascendencia común, pura y no interrumpida, que provee a los genealogistas de encargos de norteamericanos que aspiran a demostrar que descienden de un yeoman de Suffolk del siglo XVI. Era, más bien una elucubración post darwiniana formulada a fines del siglo XIX, que reclamaba el apoyo (y, por desgracia, lo obtuvo frecuentemente en Alemania) de la nueva ciencia de la genética o, más exactamente, de la rama de la genética aplicada (eugenesia) que soñaba con crear una super-raza humana mediante la reproducción selectiva o la eliminación de los menos aptos”[12]. Es decir, que la habían inventado los ingleses y la habían desarrollado los norteamericanos, antes de que Hitler la aplicara en forma despiadada.

Finalmente, acerca de la caracterización de las movilizaciones de masas como algo despreciable, fácilmente manipulable y, debido a ello, asociado siempre a los gobiernos autoritarios, podemos oponer que hemos conocido dictaduras sangrientas –por ejemplo la argentina de 1976 a 1983- que no sólo no alentaron demostraciones masivas de personas, sino que también las prohibieron[2].

Al finalizar este capítulo, Huxley elogia una vez más a Hitler: “desde su punto de vista y al nivel en el que él había elegido llevar a cabo su nefasto trabajo, Hitler era perfectamente certero en sus estimaciones sobre la naturaleza humana”. Se pregunta a continuación cómo hacer para preservar el valor de los individuos en una era de superpoblación y super-organización.

Como veremos, él tenía en mente no sólo las preguntas.

6

El arte de vender

Analiza aquí la publicidad comercial.

El publicista en este caso –dice Huxley- tiene una ventaja y una desventaja en comparación con el que debe vender un político. La primera es que el producto que tiene que vender no arrastra los preconceptos en contra que puede suscitar un dictador. La desventaja es que no puede apelar a las emociones más primarias y negativas, como la ira o el odio, cosa que sí hace el propagandista político, dirigiéndolos en contra de los enemigos de turno.

Así como en la propaganda de un gobierno dictatorial no apela a la razón y el conocimiento sino a sentimientos y pulsiones inconscientes; de la misma forma la publicidad comercial no nos habla directamente del producto y de su calidad sino de símbolos relacionados con deseos o con miedos del público consumidor. Ahora bien, no es fácil para el publicista comercial basar su trabajo en las más bajas pulsiones porque no es deseable que éstas queden asociadas en la mente del consumidor con el producto que se pretende vender.

Eso sí; el publicista no le hablará al público sobre la cosa que se vende, sino sobre determinados símbolos vinculados con deseos o miedos de las personas. Por ejemplo; no hablará de autos sino de prestigio, no disertará sobre las cualidades de las bebidas alcohólicas sino sobre amistad y camaradería, no describirá el funcionamiento de los laxantes, sino que hablará sobre la salud, no divulgará la fórmula del desodorante, sino que hablará del atractivo sexual, no venderá libros sino cultura.

Lo que el publicista tiene que encontrar para llevar a cabo su labor es un puente entre los deseos y temores inconscientes del público, y el producto que quiere que ese público compre.

Según Huxley, esta operación se ve facilitada por el hecho de que muchas personas de mentalidad simple, no notan la diferencia entre el símbolo y lo que este representa.

Las herramientas que tiene para construir este puente dependen del medio, pueden ser visuales, auditivas o audiovisuales. El autor destaca especialmente el comercial cantado, ya que la música fue utilizada para promover ideas desde hace mucho tiempo.

A lo largo de la historia, las ideas divulgadas a través de la música han sido de características patrióticas, religiosas o militares. En la actualidad, y debido a los medios audiovisuales, también se aplica la música a la publicidad de productos comerciales. Señala que “para la mayoría de la gente la música es intrínsecamente atractiva. Es más, las melodías tienden a integrarse en la mente del oyente por toda la vida”. Si a una melodía insignificante pero pegadiza se le agregan palabras, esas serán “palabras de poder”, pueden llegar a ser palabras que el oyente recuerde por el resto de su vida. Además, tal vez la misma frase que simplemente pronunciada no signifique nada o sea directamente una tontería, en una melodía pegadiza o simplemente buena, puede ser cantada “con placer e incluso con una especie de convicción intelectual”[13]. Porque lo que nos lleva a esto es el placer de la melodía. Huxley se pregunta si los seres humanos podemos separar el placer de cantar o simplemente de oír una buena canción, de la tendencia demasiado humana a creer en la propaganda que la canción está propagando.

Por otra parte, cuando lo que quiere venderse es un candidato político, la cosa no es muy distinta. El político es meramente un producto más, sujeto al mismo mecanismo que el resto de los productos. El candidato debe amoldarse al marketing publicitario; su discurso no debe exceder el escaso tiempo que el votante promedio está dispuesto a escuchar. Pero aún antes de eso los votantes son investigados: se indaga intensamente, sobre individuos científicamente seleccionados para que sean representativos del electorado, acerca de sus deseos y miedos inconscientes. Luego de eso, el equipo de campaña debe armar el discurso teniendo en cuenta el resultado de las investigaciones. Finalmente –afirma Huxley- “todo lo que se necesita es dinero y un candidato que pueda ser entrenado para parecer sincero”.

Como es obvio, este estado de cosas hace que la conclusión del autor sea más bien pesimista en relación con la democracia, entendida como sistema en el cual los ciudadanos otorgan el poder a los mandatarios basados en poseer buena información para así poder tomar decisiones racionales. Para Huxley, “los métodos que se usan actualmente para promocionar al candidato político como si fuera un desodorante, protege completamente al electorado de tener que escuchar jamás la verdad sobre cualquier tema que se trate”.

7

Lavado de cerebro

Pavlov había descubierto que el stress, administrado a los perros con una determinada intensidad y por un cierto período de tiempo, lograba llevarlos a un colapso nervioso por medio de una especie de detención del funcionamiento del cerebro. Este descubrimiento de la psicología conductista casi puede expresarse mediante una fórmula matemática. Diríamos entonces que el colapso nervioso es una función de la intensidad del estímulo negativo y del tiempo durante el cual el individuo se ve sometido a dicho estímulo. A veces éste es muy potente y produce el colapso en poco tiempo, pero puede suceder también que el estímulo no sea tan importante pero si es suministrado al individuo por el lapso suficiente, logra producir el mismo efecto.

Acerca de este descubrimiento, nos cuenta Huxley, tenemos dos malas noticias: la primera, que la misma fórmula se aplica perfectamente a los seres humanos; la segunda, que esta fórmula no solamente provoca el citado colapso nervioso, sino que hace al individuo mucho más susceptible de aceptar y obedecer órdenes.

De esta forma llegamos a las modernas (al menos eran modernas a mediados del siglo XX, seguramente habrán evolucionado hasta el presente) técnicas de lavado de cerebro.

El autor nos cuenta que en los países comunistas (tomados ahora como modelo de la forma de gobierno autoritaria toda vez que ya no existe el nacional-socialismo a lo Hitler), ya no se tortura (torturaba) a la gente sino que el disidente es (era) sometido a este tipo de técnicas. En primer lugar lo que se hacía era suministrarle una dosis de estímulo negativo durante el período de tiempo necesario. Luego, cuando su voluntad hubiese flaqueado lo suficiente como para entrar en un estado de colapso nervioso y ser susceptible de aceptar órdenes, se le inoculaba la teoría política que el régimen desease. Finalmente, se lo sometía a un examen también bajo condiciones de stress, haciéndole saber lo nefasto que podía ser para su futuro no contestar adecuadamente a las preguntas que se le formulaban.

Según el autor, esta especie de lavado de cerebro se halla a mitad de camino entre la ficción de 1984 y la de su libro Un mundo feliz. Lo está en el sentido en que aún en este tipo de reeducación existe un componente que puede asimilarse a la tortura. Su prognosis es que los gobiernos autoritarios lograrán formas cada vez más sutiles de adoctrinamiento de la población.

En este sentido imaginaba una casta pobre, la gente que llevaría a cabo los trabajos menos importantes, que tendrían ese condicionamiento desde niños sin que se percataran de ello y, por otro lado, castas superiores que por la naturaleza de su labor en la sociedad tendrían márgenes mayores de libertad, pero que ante desvíos en la conducta o pensamiento de alguno de sus individuos, serían pasibles de procesos de lavados de cerebro.

En 1959 Huxley preveía que estos métodos más sutiles, como el condicionamiento universal de los niños, iban a tener lugar en un futuro que estimaba en varias generaciones. Pero advertía que en ese camino, que era el camino hacia un futuro como el de Un mundo feliz, el de la manipulación sutil, “nuestros gobernantes tendrán que confiar en las técnicas provisorias y transitorias de lavado de cerebro”.

¿Llegamos al mundo feliz?

Es decir: ¿Pasaron ya los tiempos del brainwashing explícito? ¿Se logró ya el direccionamiento del pensamiento de los habitantes del planeta de una manera más sutil, como lo presagiara Huxley en 1959?

Al comenzar la segunda década del siglo XXI, encerrados en nuestras casas como estamos, no sabemos si las libertades de las que antes disfrutábamos (como la de deambular fuera de nuestro lugar de vivienda) seguirán existiendo en el futuro.

Podríamos pensar, en términos de psicología conductista, que gran parte de la población mundial ha sido sometida a un prolongado estado de stress. Estamos afrontando condiciones angustiantes y estresantes, que además se están prolongando en el tiempo (en la mayoría de los casos, por varios meses). Si recordamos los principios enunciados por Pavlov, veremos que se están cumpliendo. En este caso los estímulos negativos serían principalmente dos: el miedo y el confinamiento compulsivo. Lo primero porque a través de organizaciones de gobierno mundial (Organización Mundial de la Salud) se nos dice que existe un virus que probablemente matará a millones de personas en poco tiempo, aunque no fueron tan contundentes en avisarnos la forma de prevención ni de tratamiento en caso de enfermar, sino que incurrieron en numerosos errores y contradicciones. También provoca miedo el discurso de políticos y dirigentes mundiales (amplificado por los medios masivos de difusión) en el sentido de que el mundo ya no volverá a la normalidad y que por lo tanto, todos podemos perder todo o parte de lo que teníamos hasta hace unos meses, por ejemplo nuestro trabajo, nuestro modo de vida, nuestros bienes, nuestros familiares y amigos o nuestra propia existencia.

Lo segundo, porque a consecuencia de este diagnóstico se prescribió ese encierro obligatorio, que es indudable que está poniendo a gran parte de la población mundial bajo un régimen de stress. Estos dos estímulos, prolongados por varios meses, siguiendo el razonamiento de Huxley y de la psicología conductista, podrían estar llevando a parte de la población mundial a un estado de colapso nervioso y también a ser más susceptibles de aceptar discursos y situaciones de hecho que de otra forma no habrían tolerado de ninguna manera. Un claro ejemplo de ello es la baja de salarios. Prácticamente no hay protestas en el mundo por la reducción en el monto de los salarios percibidos por los trabajadores. El otro ejemplo obvio es el acatamiento al encierro compulsivo, y en muchos casos la denuncia policial (alentada por las autoridades) de las violaciones al confinamiento.

Ante este estado de cosas, frente a esta población planetaria que sigue sufriendo este tipo de estímulos, emergen algunos discursos desde posiciones de poder (político o económico) que contienen precisamente órdenes y recomendaciones:

El primero y más obvio es de carácter planetario, y en realidad no es un discurso sino una orden en forma de slogan: “quédate en casa”, nos dice. No sabemos hasta cuándo porque; por un lado, los gobiernos establecen períodos tentativos que luego resultan ser erróneos y, por otro lado, se nos advierte que podrían surgir nuevos virus o una mutación del actual que prolongaría el encierro o esta anormalidad por más tiempo.

El segundo es: “después que pase esta pandemia, o incluso las siguientes, el mundo ya no volverá a ser el que conocimos. Por tanto: debes reconvertirte y reinventarte”. Dado que es probable que la forma en que te ganabas la vida ya no exista en el nuevo orden mundial, debes aprender otro trabajo o acostumbrarte a vivir de la ayuda social que el Estado proveerá a aquellos que queden al margen del sistema económico.

Esto en relación con las personas adultas. En el caso de los niños, están experimentando la interrupción del contacto social que tenían con otros niños en la escuela. Si esto se prolonga en el tiempo será una generación que habrá vivido una parte importante de su infancia en aislamiento. Si, como dicen muchos políticos y líderes mundiales, el mundo ya no será como antes, tal vez estos niños ya se están entrenando para este nuevo orden en que no será necesario salir de nuestras casas. La pregunta sería: además de no ser necesario ¿Será deseable? ¿Será permitido?

En cualquier caso, si el futuro incluye menos trabajo de las personas y más de las computadoras y robots y también menos transporte de personas y más trabajo y estudio a distancia, actualmente los niños que ahora están recluidos en sus hogares por una recomendación atinente a la salud pública, estarán de hecho recibiendo los primeros entrenamientos para desempeñarse en el mundo del futuro. Y el futuro, como siempre se dice, pertenece a los niños (y a los pequeños robots).

Es evidente que Huxley, en 1959, hablaba sobre gobiernos dictatoriales de ese entonces y sobre los que preveía en el futuro. Pero en realidad pensaba no en gobiernos nacionales sino en un gobierno mundial al estilo del recomendado por su colega H. G. Wells. En este caso, todo este episodio parece ir en la dirección de una nueva especie de gobierno supranacional, que a su vez tendría como objetivo una mayor eficiencia en la gobernanza global.

Ese aspecto también se vincula con Huxley y su grupo, que aspiraba a un gobierno mundial como manera de gestionar todos los problemas y peligros que quedan expresados en los capítulos de este libro.

8

Persuasión a través de la química

En este capítulo hace un repaso bastante erudito de los avances que la farmacología y la neurología habían alcanzado a finales de la década del 50, a partir de lo cual se plantea el futuro uso de determinadas drogas como método de control político, pero también como forma de mejorar la vida de las personas.

Si según la opinión de Karl Marx, la religión era el opio de los pueblos, en el caso de Un Mundo Feliz se verifica una inversión en los términos. En este caso la droga (que en la novela se llama soma) es la religión del pueblo, debido a la importancia que posee en la mente de los habitantes y en la sociedad.

Lo que hace a continuación es comparar la sustancia soma con distintas drogas que estaban disponibles al momento de escribirse el libro (1958).

Encuentra de esta forma, que las nuevas sustancias psicoactivas provistas por la industria farmacéutica estaban progresando de tal forma que en el futuro iban a ser efectivas de manera positiva, en el alivio de enfermedades mentales, y también, de manera negativa, en tanto herramienta para que los gobiernos lograsen tener bajo control a la población. Creía que la industria se encaminaba, mediante nuevos medicamentos, a proveer alivio a pacientes que padecieran neurosis y psicosis, con efectos secundarios que no significaran daños permanentes a sus cuerpos.

En cuanto a la comparación con el soma, hallaba que una droga parecida aún no había sido descubierta, dado que soma tenía tres cualidades en una sustancia; podía ser depresora, estimulante y alucinógena. Sostenía que, pese a que aún no existía una droga parecida, se habían descubierto varias que podían sustituir determinados aspectos. “Ahora existen tranquilizantes que resultan baratos desde el punto de vista fisiológico, lo mismo que nuevos alucinógenos y nuevos estimulantes”.[14]

Despreciaba otras drogas de circulación legal, como las bebidas alcohólicas. Acusaba a estos depresores del sistema nervioso, de causar efectos secundarios importantes en la sociedad, por ejemplo; aumento de la tasa de criminalidad, de accidentes y de violencia doméstica. En el caso de los estimulantes legales, menciona al café, al té e incluso al mate (esa no me la esperaba, pero en cuanto a drogas parece que Huxley no quería perderse ninguna). Opina que si bien los aspectos nocivos a largo plazo no son importantes, tampoco lo es el efecto estimulante que causan. Para lograr uno mayor había que pasar a drogas ilegales, entre las que destaca la cocaína y las anfetaminas, pero afirma que ambas tienen efectos nocivos a largo plazo, especialmente la adicción.

Pasa entonces a concentrarse en las drogas alucinógenas. Describe los efectos del peyote, o de su sustancia activa; la mescalina, que la farmacéutica ya había sintetizado para esa época. Menciona al respecto que podía accederse a esta experiencia que suministraba una novedosa percepción de las cosas casi sin sufrir efectos secundarios en el cuerpo. También suministra su experiencia con el cannabis, del que señala que no es tan inocuo. Lo que para esa época lo deslumbraba era la dietilamida de ácido lisérgico (conocida en ese momento como LSD25). Decía que los farmacólogos habían logrado “otro aspecto de Soma: un mejorador de la percepción y productor de visiones que es, fisiológicamente hablando, prácticamente inofensivo”. También que “la experiencia de ácido lisérgico es percibida, por casi todos los que se someten a ella, como profundamente significativa e iluminadora”

La posición del autor en relación al avance de la farmacología y la neurociencia, es neutral. Dice que “lo más probable (dado que la ciencia es divinamente imparcial) tanto esclavizarán cuanto liberarán, sanarán y al mismo tiempo destruirán”[15].

Las puertas de la percepción

Sin embargo, si en 1959 Huxley se manifestaba neutral ante estos avances de la farmacéutica, lo cierto es que transitaba desde el pesimismo inicial que expresara en su libro Un Mundo Feliz, hacia una posición cada vez más optimista.

Pero, como dijera otro famoso inglés, vamos por partes.

En 1931 se publica Brave New World. En esta ficción la droga es parte importante de la arquitectura social de esta civilización basada en castas: se llama Soma. Para el autor, ésta era una sustancia que servía a los gobernantes en el sentido que proporcionaba distracción a los individuos, a la vez que aumentaba la susceptibilidad de sus conciencias a la manipulación. En este sentido la droga alucinógena tenía connotaciones claramente negativas, no en sí misma pero sí debido al uso que se le daba en esa ficción.

Pero en 1954 Huxley da a conocer un texto que contribuyó a cambiar para siempre la cultura occidental en su relación con las drogas. Se titulaba Las puertas de la percepción y era un estudio sobre los efectos de la ingestión de un hongo llamado peyote, cuyo principio activo, la mescalina, actúa sobre el cerebro posibilitando una manera de percibir el mundo totalmente diferente a la que estamos acostumbrados. En la década siguiente tanto el texto de Huxley cuanto nuevas drogas químicas (principalmente el LSD) se difundirían ampliamente entre la juventud de Estados Unidos de América fomentando una nueva mente global basada precisamente a esta nueva forma de percepción del mundo. Para dar sólo un ejemplo de lo influyente que resultó el texto, mencionemos que la banda de rock The Doors tomó su nombre de esta obra.

Esta vez la opinión de Huxley sobre la sustancia en cuestión fue ampliamente positiva, pese a que él mismo señaló que los efectos de Soma y los de la mescalina no eran tan diferentes. Su historia con el peyote comenzó cuando se ofreció como conejillo de indias para la experimentación con la droga.

Bajo sus efectos grabó las conversaciones que tuvo con los investigadores científicos y luego trató de transcribir sus experiencias perceptivas en un texto. La teoría que subyacía a este experimento puede resumirse así: los seres humanos podríamos percibir todo lo que existe, o al menos mucho más de lo que percibimos, pero tal cantidad de información sería imposible de asimilar y nos volvería completamente locos. Por lo tanto nuestro cerebro se encarga de filtrar todo ese exceso de información, asegurándose de que percibamos fundamentalmente la que nos sirve para la supervivencia. Pero hay ciertas sustancias químicas que pueden interferir con el cerebro y obstaculizar el cumplimiento adecuado de esa función de filtrado. Esa –estimaban los investigadores- podría ser una de las causas de estados de conciencia alterados, como la psicosis. Estas sustancias químicas pueden ser producidas por nuestro propio organismo, o pueden ser suministradas, como es el caso de la mescalina. Los resultados que Huxley experimentó le parecieron altamente satisfactorios, sobre todo en cuanto a la modificación de la dimensión utilitaria que le asignamos al espacio y el tiempo, a favor de una contemplación más profunda del ser de las cosas. “El espacio estaba ahí todavía; pero había perdido su predominancia. La mente se preocupaba primeramente, no de las medidas y las ubicaciones, sino del ser y del sentido[16]”.

Lo cierto es que cuando escribió este influyente texto en 1954, todavía no había probado el LSD. Esto ocurrió recién un año después. Si tuviéramos que resumir su experiencia en cuatro palabras, tal vez estas serían: “mejor que la mescalina”. Como queda registrado en Retorno a un Mundo Feliz (1959, ver capítulo 8), Huxley consideraba que el ácido lisérgico proporcionaba un efecto aún más enriquecedor de la percepción, y no presentaba ningún efecto dañino para el cuerpo.

Como se ve, ya quedaba poco del pesimismo inicial demostrado en el texto de 1931. Pero aún Huxley iba a publicar otra ficción en la que las drogas eran un aspecto importante de una organización social imaginaria. Se trata de La Isla, editada en 1962. En este caso el autor no da vida a una sociedad despreciada, como en Un Mundo Feliz, sino a una utopía. El mismo nombre es un reconocimiento a la obra de Tomás Moro, el inventor de la palabra, cuyo relato tenía lugar también en una isla. En el caso de esta obra de Huxley, la droga que utilizan los habitantes de este lugar imaginario, sirve para la iluminación de los individuos y no para el control de los mismos por parte de los gobernantes.

Nuestro autor no parecía ya concebir una utopía en la que no existieran las drogas alucinógenas. Su convencimiento fue sincero, si tomamos en cuenta que incluso en el momento de morir, su esposa le suministró una última dosis de LSD para que la finalización de su vida se convirtiera en su viaje final (tal vez haya hecho realidad un viejo deseo de Adolfo Bioy Casares, que escribió que la vida sería mucho más agradable si terminara un poco antes de la muerte).

Pero más allá de su sinceridad, lo importante fue la consecuencia de la difusión que Huxley le dio a este tipo de drogas. El mismo, junto con Humprey Osmond, acuñó el término “psicodelia” (de alguna manera complementó así a su abuelo, que había inventado la palabra “agnosticismo”)[3].

Para Huxley y gente de su círculo cercano, las drogas psicodélicas permitían una conciencia ecológica superior, tendían también al pacifismo y a un auto-descubrimiento del individuo, recuperaban las filosofías orientales. En suma, tendían a crear y consolidar un tipo de cultura que posteriormente se conoció como New Age.

Pero también era evidente que, tal como el mismo Huxley describiera en Las puertas de la percepción, si bien esta droga abría nuevos horizontes de descubrimiento de uno mismo y del mundo, provocaba también un gran debilitamiento de la voluntad, por lo cual las personas bajo los efectos de estas sustancias, básicamente se iban a abstener de realizar cualquier tipo de acción. En este sentido, puede afirmarse que las drogas psicodélicas desalentaban la conformación de lazos sociales, al favorecer el ensimismamiento y el “descubrimiento” de virtudes ocultas en los objetos, debido a lo cual los individuos podían pasarse horas percibiendo, por ejemplo, distintos aspectos de las patas de una silla. Esta característica era tenida en cuenta por organizaciones de los gobiernos y, especialmente en Norteamérica, por la CIA, que fomentó desde los años 60 el uso masivo de drogas como el LSD.

Al principio, la exclusividad de la fabricación de esa droga la tenía el laboratorio suizo Sandoz. Los pocos que accedieron a ella y la llevaron a Norteamérica, tenían relación con el servicio de inteligencia de EEUU y de Canadá. El mismo Humphry Osmond, quien fuera el proveedor de la mescalina para que Huxley pudiera hacer su primera experiencia y que fuera coautor con éste del vocablo “psicodelia”, señaló que “la introducción en los años sesenta de las principales drogas psicodélicas fue consecuencia de la investigación de la CIA sobre su posible uso militar”[17]

Tal es el caso de Al Hubbard, que sería uno de los iniciadores de su difusión entre los músicos y los famosos de Hollywood[18]. Apodado Capitán Trip, Hubbard inició en esta experiencia alucinógena a Timothy Leary y a actores como Cary Grant. Pese a que este temprano propagador del ácido en círculos influyentes creía en el potencial terapéutico de la droga, y la utilizaba para el tratamiento de pacientes alcohólicos, muchos de los iniciados tomaron otros rumbos, popularizando el LSD entre la juventud universitaria y muy frecuentemente en conexión con la CIA. El uso que la Central de Inteligencia hizo de este fármaco se relacionó con su tristemente célebre programa MK-ULTRA, que a través de 149 proyectos, se centró en la investigación de la modificación de la conducta, la hipnosis, los efectos de las drogas, la psicoterapia, los sueros de la verdad, los gérmenes patógenos y las toxinas de los tejidos humanos[19].

De tal modo que, pese a todo el optimismo que Huxley demostraba acerca del carácter liberador de la droga, dado su pertenencia al limitado círculo de iniciados en el tema, no podía ignorar que en los hechos era instrumentada por agencias vinculadas al poder, para los fines antes descriptos[4].

Son notables las similitudes de los temas tratados por Huxley en este texto de 1959 y los desarrollados desde esa época por la CIA. Estas coincidencias son sugestivas. Es muy difícil no preguntarse si además de alertar sobre estos posibles futuros, Huxley no estaba ayudando a crearlos, tal como lo afirmó J.G. Ballard (el escritor que siempre tenía razón) en su prólogo a Las Puertas de la Percepción.

Es un hecho que Huxley alertaba sobre el mal uso que podía hacerse de estos avances científicos. Este mal uso era el que podían usufructuar los dictadores del futuro, que iban a dirigir la sociedad mediante una “dictadura sin lágrimas”. Pero; cómo compatibilizar esta posición con el hecho de que él mismo fuera el impulsor y divulgador de un tipo de droga que podía asimilarse a la Soma (que en su ficción Un Mundo Feliz era utilizada por el gobierno para mantener a la población bajo control).

A riesgo de adelantarnos a las conclusiones, podríamos decir que aquí lo que plantea en Retorno a un Mundo Feliz, es una alerta contra este tipo de uso en el caso de dictaduras futuras de índole nacional. Tal vez por eso sólo menciona como ejemplos a Hitler, a Stalin y a los países comunistas de entonces. Tal vez la clave sea que este grupo de pensamiento al que Huxley pertenecía consideraba la conveniencia de algún tipo de gobierno supranacional, de manera que la humanidad pudiera ocuparse de los que ellos consideraban los grandes problemas planetarios desde el punto de vista maltusiano y del evolucionismo social, a saber, como queda expresado en los primeros capítulos: la superpoblación mundial, la ecología y el descenso de la calidad genética de los seres humanos.

En este contexto, puede presumirse que tanto Huxley como Toynbee o H. G. Wells, asumían que estos avances científicos que podían acabar en una sofisticada sociedad de control, eran inevitables. De manera que lo importante era advertirlo y lograr que no se utilizara para el mal, sino para lo que ellos consideraban el bien. Así lo indica el doctor Tomothy Leary, otro importante difusor de los alucinógenos en EEUU, profesor de psicolingüística en la Universidad de Harvard, en su relato Flashback, en el que le hace decir a Huxley que “estas drogas para el cerebro, fabricadas en masa en los laboratorios, traerán grandes cambios en la sociedad. Esto sucederá estemos aquí o no. Lo único que podemos hacer es correr la voz”[20]

Por supuesto que de alguna forma ha de determinarse en dónde está el bien, o sea que en última instancia es una decisión ética la que se impone. Como hipótesis propondríamos que según la óptica de este grupo, una elite mundial preocupada por el futuro del planeta consideraba que podría hacer un buen uso de estas tecnologías e intentar dar forma a un mundo más deseable, mientras que los dictadores de cuño nacionalista estarían en general más interesados en simplemente mantenerse en el poder de manera despiadada.

Por ejemplo; un grupo vanguardista como el que ellos integraban podían difundir el LSD y otras drogas para generar un nuevo tipo de religión, una nueva conciencia ecológica y pacifista y supuestamente enriquecer la percepción que los humanos tenemos del mundo. Pero estas mismas o similares drogas, si eran utilizadas por dictaduras como las de Corea del Norte, sólo lo serían para hostigar a los prisioneros, procurar encontrar la droga de la verdad o controlar y modificar el comportamiento de las personas.

El problema fue que el programa MK-ULTRA de la CIA, junto a la cual trabajaron los divulgadores de estas drogas, precisamente tenía estos objetivos.

9

Persuasión subconsciente

Huxley nos recuerda aquí un experimento citado por Sigmund Freud en su libro La interpretación de los Sueños. Se trata de un estudio llevado a cabo por un neurólogo austríaco, mencionado como Dr. Poetzl, quien había logrado probar que no todo lo que percibimos lo hacemos de forma consciente. Este científico había sometido a los sujetos de su estudio a imágenes proyectadas, algunas de ellas por un lapso muy breve, y les había pedido que dibujaran todo lo que habían visto. Al otro día les hacía contar lo que habían soñado, y así encontró que parte del material proyectado, aunque no había sido percibido conscientemente, aportaba material para la elaboración de los sueños.

La publicidad comercial y la industria del entretenimiento intentaron aprovechar este viejo descubrimiento insertando imágenes o sonidos que sólo podían ser percibidos de forma inconsciente, pero los resultados obtenidos en cuanto a la eficiencia del método, no han sido comprobados científicamente.

Intentando hallar una respuesta a este fracaso parcial, la escuela de investigación inglesa, que denominaba “inyección estrobónica” al proceso de manipulación de la mente por debajo del nivel de conciencia, llamaba la atención sobre la importancia práctica de crear las condiciones psicológicas adecuadas para logar la persuasión inconsciente. Consideraron que ésta podía lograrse siempre y cuando el sujeto a persuadir estuviera bajo determinadas condiciones tales como: trance hipnótico, bajo los efectos de ciertas drogas, o debilitado por enfermedad, hambre o cualquier tipo de tensión física o emocional. Por el mismo camino se llega a pensar que los niños y los enfermos son en general más fácilmente sugestionables, así que quienes pretendieran influir sobre las mentes de las personas en el futuro, seguramente apuntarían a lugares específicos, como las escuelas y los hospitales.

Luego Huxley pasa de las condiciones necesarias al propio contenido de la sugestión. Señala que aquí también, como en la publicidad común, el sistema eficiente funcionaría por asociación. Nos explica que una mención inconsciente directa sólo logrará que el individuo ejecute los actos que se le indican si previamente ya tenía predisposición a hacerlo. Por ejemplo, si un espectador de cine percibe inconscientemente una imagen que le dice que compre un producto o vote a un candidato, probablemente lo haga, con la condición de que el espectador previamente ya valorara en forma positiva al producto y/o al candidato, por lo que hubiera comprado el producto o votado al candidato de todas formas, sin necesidad de ser persuadido inconscientemente.

Pero en el caso de tener que vender algo que no necesariamente posea una connotación positiva en la mente del potencial comprador, lo que funcionaría es el actuar por asociación. De esta forma, ideas generalmente consideradas positivas, como la patria, o la seguridad, o la prosperidad, deben ser asociadas inconscientemente con el producto (o el candidato) a vender. De esta forma, nos dice Huxley, “si en una campaña publicitaria la belleza femenina puede ser arbitrariamente asociada a cualquier cosa, desde una excavadora hasta un diurético; en una campaña política el patriotismo puede asociarse con cualquier causa, desde el apartheid hasta la integración, y con cualquier tipo de persona, desde Mahatma Gandhi hasta el senador McCarthy”.

Volviendo a los experimentos del Dr. Poetzl, Huxley señala que la ciencia básica tarde o temprano encuentra aplicación en la vida real, por lo que era de esperar que en el futuro los discursos de candidatos fueran acompañados por imágenes o sonidos subliminales que potenciaran los sentimientos positivos, para que éstos fueran inconscientemente asociados al eventual candidato. Señala que fue un error de su parte haber omitido la descripción de este tipo de manipulación de la mente en su libro Un Mundo Feliz. Agrega que lo incluiría si tuviera que reescribir ese libro.

10

Hipnopedia

En Un Mundo Feliz existía la hipnopedia; un método por el cual el Estado educaba moralmente a los habitantes mediante el uso de hipnosis durante la etapa del sueño liviano. En la ficción, todo niño en edad de entender el significado de las palabras, era expuesto a sugestiones continuas, todas las noches durante el sueño.

Tal como ocurre con la sugestión subliminal, explicada en el capítulo anterior, en la práctica, la hipnosis durante el sueño no arrojó resultados tan impresionantes como algunos investigadores habían previsto. En los años en que esta revisión de la novela original salió a la luz (1958) distintas empresas ofrecían métodos de aprendizaje y de auto ayuda, basados en la escucha de discos durante el sueño. Se comercializaban con pequeñas almohadillas con parlantes. Se suponía que el inconsciente captaba los mensajes y eso posibilitaba un aprendizaje profundo. En la práctica, sin embargo, no funcionó tal como algunos preveían, o por lo menos no funcionó en todas las personas.

Una de las claves para que este método fuera efectivo era la diferenciación entre el sueño liviano y el sueño profundo. Las personas en período de sueño profundo no podían asimilar lo que se les decía, pero cuando estaban atravesando el sueño liviano, en el que se podía detectar la existencia en el cerebro de ondas alfa, sí eran susceptibles de responder al estímulo. Y el resultado era similar al que arrojaba la sugestión mediante hipnosis.

Otra era el tipo de mensajes. Los muy complejos eran más difíciles de asimilar y los más simples eran más efectivos. Un complejo curso resultaba demasiado sofisticado para asimilar mientras se dormía, pero sugestiones simples de tipo moral eran más efectivas.

El contexto y la situación de la persona a sugestionar también influyen en la efectividad del método, de manera que; tal como ocurre con la persuasión inconsciente; los niños, los enfermos y las personas bajo tensión nerviosa serían más susceptibles.

Pero también existe entre la población un variable grado de susceptibilidad ante estos estímulos. Para señalar las diferencias entre los individuos más susceptibles y los menos sugestionables, Huxley recurre a un experimento relacionado con la eficacia de los placebos. A distintos sujetos en un hospital se les suministró placebo ante determinada dolencia real. Como siempre ocurre, algunos reaccionaron positivamente a la administración de esta medicación inocua, mientras que otros no manifestaron cambio alguno en sus dolencias. Luego se intentó estudiar qué tipo de personas era más proclive a beneficiarse de un placebo, y por tanto más susceptible a las sugestiones. Se encontró que la diferencia no residía en la edad, el género de la persona, ni el coeficiente intelectual, sino más bien en componentes temperamentales de la personalidad. Los más susceptibles a la sugestión que significaba el placebo, resultaron ser más cooperativos, menos críticos y menos suspicaces que los no susceptibles. También mostraron aquellos (pese a ser más amigables para con los demás) una mayor ansiedad en relación consigo mismos, que se traducía muchas veces, bajo situaciones de stress, en dolencias psicosomáticas.

De todo esto surge que hay un porcentaje de la población que sería altamente sugestionable, otro que no es sugestionable en absoluto, y entre medio de ellos, un porcentaje mayoritario de población que sería sugestionable bajo determinadas condiciones. Huxley opina que el hecho de que exista un porcentaje de la población que sea considerado sugestionable no es un dato negativo, puesto que “si todo el mundo fuera tan inmune a la sugestión como algunas personas, la vida en sociedad sería imposible”[21].

De la relación entre la susceptibilidad de las personas a todos estos tipos de sugestión, y la democracia como forma de vida, tratarán los siguientes capítulos de este ensayo.

11

Educación para la libertad

En estos dos últimos capítulos, Huxley procura completar el ensayo agregando sus propuestas, ante la situación que analizó en los anteriores. En éste el asunto que trata es el de la educación, a la que considera como el área más importante que la humanidad debe tener en cuenta para asegurar su libertad.

Propone lo que denomina educación para la libertad. La misma se basa en dos premisas: la primera es el establecimiento de los hechos; la segunda, la enunciación de los valores. Pero, claro, todos nos preguntamos cuáles hechos y cuáles valores. De la respuesta de Huxley a estas preguntas se desprende la visión que tiene de la educación y del futuro deseable de la humanidad. Veamos cómo llega a estas dos respuestas.

Comienza cuestionando lo que llama la “ética social” (recordemos que es la que se consideraba como tal allá por 1960). Huxley opina que esta ética social está equivocada, por cuanto se basa en una errónea interpretación de la realidad. Por lo tanto, sus prescripciones son desacertadas, es decir que las actitudes que la humanidad en general estaba considerando como buenas y positivas, en realidad eran perjudiciales.

El asunto en el cual él notaba que la visión sobre la sociedad no estaba ajustada a los hechos de la realidad, era el relativo a la incidencia del componente genético en el comportamiento humano y en el curso de la historia. La polémica se daba en cuanto a la importancia relativa concedida a la crianza y a lo cultural, por un lado; y a la genética y lo heredado por el otro, en relación con el comportamiento individual y el avance de las sociedades.

Critica especialmente a los filósofos y estudiosos de disciplinas sociales que sostenían que el comportamiento humano estaba determinado por el aspecto cultural de una sociedad dada. Llevado al extremo, este razonamiento terminaba por negar la contribución individual de las personas al desarrollo de una sociedad. Huxley plantea irónicamente que, según esta visión, la existencia de Shakesperare no tendría importancia, por cuanto toda su obra estaría escrita en realidad no por una persona, sino por el ambiente cultural de la Inglaterra isabelina.

Cita, en este sentido, a Bertrand Russell, para quien las casusas por las que se verifican cambios históricos serían de tres tipos: económicas, de teoría política y debido a la acción de individuos importantes. Esto tiende a afirmar la importancia de los individuos, y por lo tanto, a negar que la disciplina del estudio de la historia pueda considerarse una ciencia. En efecto, al estar influida por las personalidades importantes, por mucho que se estudien las características sociales, culturales y económicas, siempre habrá individuos cuyas acciones influyan sobre el curso de la historia, y esto no puede predecirse ni establecerse científicamente. De esta forma, sostiene Huxley, “si Bismark y Lenin hubieran muerto en su infancia, nuestro mundo sería muy diferente al que, en parte gracias a Bismark y Lenin, existe en la actualidad”.

Agrega resultados de investigaciones según los cuales las especies más evolucionadas en la escala biológica, presentan más variabilidad entre sus individuos. De esta forma, los seres humanos son muy distintos entre sí, en comparación con otras especies. En otras palabras, los seres humanos no son comparables a las hormigas en ese sentido.

Esta preocupación acerca de la variabilidad genética humana puede notarse también en Un Mundo Feliz, en el que Huxley había imaginado un gobierno que para controlar mejor a los individuos había logrado una mayor uniformidad mediante la manipulación genética. En esa ficción los integrantes de una misma casta, especialmente los de las más bajas en la sociedad, eran prácticamente hermanos mellizos diseñados por el Estado. Su predicción es que en el futuro los tiranos no contarán con un sistema semejante, pero que les bastará con otros dispositivos enunciados en este ensayo; como la persuasión irracional, la amenaza económica y la de violencia física.

Precisamente para combatir estas tiranías imaginadas en el futuro, es que se necesita, en la visión de Huxley, esta educación basada en hechos y en valores. Ahora ya podemos ver cuáles son los hechos a los que hace referencia. Para él, estos son; la diversidad individual y la unicidad genética (considerar a todo ser humano como único e irrepetible). Estos hechos determinan cuáles serían los valores a tener en cuenta en esta educación. Serían básicamente tres: la libertad individual, la tolerancia y la caridad mutua. En base a ellos debería cotejarse cualquier tipo de discurso, de manera tal que todo aquel que se aparte de estos principios, debería ser desechado.

Recordemos que en lo relativo a los discursos, Huxley destaca más de una vez en su texto la diferencia entre propaganda racional e irracional. Esto ya se comentó en los capítulos iniciales, pero aquí retoma esas distinciones que parecen algo arbitrarias, por cuanto es difícil de trazar esa línea, e incluso deberíamos preguntarnos si la racionalidad o irracionalidad de un discurso no son básicamente categorías que cambian histórica y culturalmente de acuerdo al momento y lugar en que se enuncien. Pero más allá de estas consideraciones que agregamos, lo que el autor plantea es que estos valores deberían servir como criterio para aceptar o no determinado discurso, más allá de que éste sea racional o irracional. De manera que la propaganda irracional, si además es contraria a estos valores, se consideraría inmoral y debería ser rechazada. Por el contrario, “aquella que es meramente irracional, pero compatible con el amor y la libertad, y en que en principio no se oponga al ejercicio de la inteligencia, puede provisionalmente aceptarse por lo que valga”.

Uniformidad y manipulación genética

Si tomamos en cuenta el párrafo final del capítulo, cuya última parte acabamos de citar, nos queda claro que algunos discursos políticos (en este texto de Huxley se los llama propaganda) se valoran como racionales, y otros por el contrario, como irracionales. La discusión es acerca de cómo se determinaría esta condición y quiénes estarían a cargo de esta decisión. En la oración citada Huxley utiliza la voz pasiva. Dice entonces que tal proposición puede aceptarse, con lo cual queda bastante escondido el sujeto de la oración. ¿Quiénes son los que deben aceptar o rechazar? ¿La humanidad en conjunto, el pueblo, las masas, un grupo de elite?

Como reseñamos en la introducción y en el segundo y el cuarto capítulo, la familia de Huxley tenía, asociada con nombres como Herbert Spencer, H. G. Wells, Bertrand Russell y Arnold Toynbee, una tradición de liderazgo en el ámbito de la inteligentzia británica. Sus puntos de vista eran, por lo tanto, influyentes e incluso considerados como un faro, una orientación entre la elite. Por lo tanto, cuando nos dice Huxley cuáles tienen que ser los hechos fundamentales y los valores primordiales de la educación, y cuando fundamentalmente aquellos se refieren al factor genético, no podemos olvidar que estas consideraciones provienen de una elite británica cuya tradición, como ya hemos visto, se asocia con el darwinismo social y la eugenesia. El propio Huxley aborda el tema de la calidad genética de la humanidad en este libro, claro que sin mencionar la palabra eugenesia, que después del desastre causado por el nazismo cayó en un descrédito casi unánime.

Pero sin embargo, Huxley no puede ocultar la importancia que le otorga a este factor genético. Ya en el capítulo segundo se preocupa no sólo por la cantidad de habitantes del planeta en relación con los recursos disponibles, sino también por la calidad de los pobladores. De la misma forma, en este capítulo vuelve sobre el tema genético, esta vez al subrayar la importancia de este componente en relación con el factor cultural en la construcción de la personalidad individual y de la historia. Por otra parte, como él mismo comenta, ya en su obra original, Un Mundo Feliz, se había ocupado de incluir entre los instrumentos de dominación de los individuos por parte del gobierno tiránico, a la manipulación genética. En esta ficción, las personas eran sometidas a toda clase de dispositivos de persuasión, pero antes que eso, habían sido creados mediante manipulación de sus genes para eliminar todo vestigio de aquello que podía hacer que una persona fuese única e irrepetible. Por el contrario, todos los componentes de la misma casta, especialmente de las castas inferiores, eran iguales. Es decir que la uniformidad ya operaba desde el nacimiento y luego se reforzaba con la persuasión.

De manera que vemos dos caras de una misma moneda en relación con la importancia de la genética humana. Si en la ficción, Huxley se centra en el aspecto negativo (la supresión de la diversidad mediante métodos artificiales), en este libro señala el aspecto positivo de esa diversidad de los seres humanos y lo menciona como uno de los únicos dos hechos fundamentales que debe tener en cuenta la educación para salvar a la humanidad del desastre.

Por otra parte, se nos dice en Un Mundo Feliz que los gobiernos tiránicos del futuro posiblemente utilizarían técnicas de manipulación genética para uniformizar a la población. Pero sin embargo, en este texto, Huxley tiene que admitir que eso ya no lo veía como probable en 1959, sino que vislumbraba los distintos dispositivos de persuasión pero sin incumbencia del Estado en el diseño artificial de las personas. Es decir que ese aspecto genético no constituía un asunto de importancia al alertar sobre una posible tiranía que se constituyera en el gobierno del futuro.

Pero sin embargo ahí estaba en la ficción, y aquí también en el ensayo el aspecto genético se coloca en el lugar más importante; se lo considera nada menos que el hecho fundamental en el que debería basarse la educación, y a partir del cual debería determinarse cuáles serían los valores primordiales de la humanidad.

Una humanidad que, como se nos advierte en el capítulo segundo, está disminuyendo su calidad genética.

12

¿Qué se puede hacer?

Hay una intención implícita en los primeros párrafos, que podría formularse como pregunta: ¿Cómo rescatar la mente de las personas?

Nos introduce al tema mediante un comentario acerca de la historia del derecho inglés, específicamente del origen del Habeas Corpus, por el cual un juez podía solicitar precisamente eso; el cuerpo de una persona. Esa persona podía estar en el más infame calabozo, pero ante este recurso, debía ser llevado en presencia del juez. Huxley se lamenta de la imposibilidad de existencia de un equivalente Habeas Mentem. Razona que si lo que se secuestra es la mente, no hay carcelero o comisario que pueda llevar esta mente cautiva ante un juez, “y ninguna persona cuya mente hubiera sido capturada mediante los medios detallados en los capítulos anteriores, estaría en posición de quejarse de su cautiverio”.

Propone sin embargo, aunque las considera completamente insuficientes, algunas soluciones legislativas, que se centran en prohibir precisamente esos métodos de manipulación de la mente. Señala que no debería permitirse la proyección subliminal, la enseñanza a las personas en el momento en que están durmiendo, y también todo tipo de propaganda considerada anti-racional.

Pero estas medidas son insuficientes, nos advierte, ante los peligros de la superpoblación y la sobreorganización mundial. Estos dos problemas globales llevarían al mundo hacia un sistema de gobierno que podría definirse como el de Inglaterra, pero al revés: en lugar de ser una monarquía constitucional, tendríamos una supuesta democracia que en realidad sería un gobierno absolutista dominado por una oligarquía.

Pasa entonces a las que considera soluciones de fondo. La primera que propone es la reducción del crecimiento poblacional global. Señala que, considerando la tasa de crecimiento de la población, debe actuarse sobre los nacimientos. El resultado de esa acción debía ser que la tasa de éstos fuera igual o inferior a la tasa de mortalidad, de manera de disminuir o eliminar el crecimiento poblacional. Actuando sobre la tasa de natalidad se evitaría llegar al mismo objetivo pero de una forma más drástica y violenta, como lo es de hecho el actuar sobre la tasa de mortalidad. Esta última modalidad implica guerras, hambrunas, genocidios, pestes o más de uno de estos factores simultáneamente.

En segundo lugar queda el incremento de la producción alimentaria, y su modificación en términos de mayor eficiencia y menor costo ecológico.

En tercer lugar; la implementación de sustitutos energéticos que reemplazaran a los hidrocarburos.

Reconoce que en todos los casos, estas soluciones son bastante fáciles de enunciar pero harto difíciles de llevar a cabo. Por ejemplo, la reducción de la tasa de natalidad chocaba en ese entonces con el problema de que no todas las mujeres querían usar ese novedoso invento que fue la píldora anticonceptiva. Más allá del instrumento utilizado por esos años, el argumento es válido en la actualidad, y se aplica a cualquier método anticonceptivo voluntario. Este consentimiento de las personas para someterse voluntariamente es el componente clave: debían tomar la decisión de no tener hijos, o de no tener tantos hijos, por lo tanto la labor propuesta era una de concientización y de educación de las personas para que tomasen esa decisión. En textuales palabras, para Huxley el desafío era el siguiente: “¿Cómo aquellas personas que deberían tomar la píldora, pero no quieren hacerlo, pueden ser persuadidas de cambiar de idea?”. Huxley no menciona aquí ni el aborto ni programas de esterilización de la población, que surgen como alternativas más drásticas.

Además de estas tres estrategias globales, indica otras directirces generales acerca de algunos temas. En relación con la propiedad privada, la recomendación es evitar la concentración en pocas y poderosas manos: “Si crees en la democracia, haz los arreglos para distribuir la propiedad lo más posible”.

En lo referente al voto popular, relativiza su importancia. Dice que, pese a ser bueno en teoría, en la práctica, por sí mismo, no es garantía de la libertad. Propone que la sociedad se integre por pequeños grupos que cooperen entre sí, auto-gobernados y que puedan gobernar por fuera del sistema burocrático del Estado. Dice que sólo de esta forma podrán evitarse las dictaduras plebiscitarias. Agrega ejemplos de intentos en este sentido, a los que considera exitosos, pero ninguno de ellos fue implementado a escala nacional, de manera que pueden considerarse prácticas de grupos específicos pero no políticas públicas.

Deplora además la concentración de la población en grandes metrópolis. Su propuesta es revivir la comunidad de pueblos rurales en la medida de lo posible. Esta propuesta no está complementada de una descripción del tipo de economía que respaldaría esta organización poblacional. Esto teniendo en cuenta el presupuesto de que las geografías humanas no devienen en abstracto, sino que están subsumidas en un determinado paradigma de organización económica y social. Otra posibilidad que señala es revivir de alguna forma este espíritu de comunidad de pueblo rural, formando distintos grupos aún dentro de una gran ciudad.

La conclusión de este capítulo, que es de alguna manera la conclusión del ensayo, es que la humanidad, a principio de la década del 60 del siglo pasado, estaba sufriendo por el poder creciente de las oligarquías, la concentración de la población en mega-ciudades y se encaminaba a una democracia sólo aparente, salvo por los pequeños grupos autónomos que subsistían a pesar de estas realidades.

Este diagnóstico del estado del planeta lleva a su temor sobre el surgimiento de dictaduras cada vez menos vulnerables. El penúltimo párrafo lo dedica a una comparación entre las dictaduras del pasado y las del futuro. Las primeras habrían fallado porque no pudieron proveer de pan y circo suficientes, pero también porque sus sistemas de propaganda y de educación distaban de ser perfectos. En cambio, las dictaduras del futuro, nos dice, tendrán a su disposición nuevas tecnologías y metodologías para persuadir y educar a la gente, por lo que “no parece haber buenas razones para que una dictadura profundamente científica pueda ser derribada jamás”[22].

Conclusiones

Es imposible disentir con todos los críticos literarios e investigadores que ya señalaron la importancia y lucidez de las apreciaciones de Huxley. Tampoco estamos cuestionando su sinceridad al plantear estos dilemas de la humanidad. Es evidente que, dada la historia del siglo XX que el autor vivió, en especial las guerras mundiales; sus antecedentes filosóficos y lo de su entorno cercano, los temas tratados son los que lo obsesionaron durante toda su vida. Es más; deberíamos agregar que, a diferencia de 1984, de Orwell, estas profecías están más cerca de cumplirse en nuestra realidad. O al menos admitamos que el sistema de control de la población (un control que se reconoce como necesario en algún punto, para evitar una anomia que conduciría probablemente a una catástrofe) se está verificando en la dirección en que Huxley había previsto, si bien con instrumentos técnicos y filosóficos no exactamente iguales a los que él describiera.

Otro aspecto destacable de la novela es su ambigüedad, que es uno de los aciertos literarios de la obra, y que podemos considerar en al menos dos sentidos: primero, la ambigüedad que existe en la ficción entre los conceptos de utopía y distopía. Porque en la novela, la humanidad termina arribando a un futuro no deseable mediante la búsqueda de la sociedad perfecta. El problema de los planificadores de Un Mundo Feliz es que al alcanzar, por diferentes métodos, la sociedad que la elite consideraba perfecta, decidieron congelar esa situación prohibiendo todo cambio, por lo que restringieron la libertad, de manera que el sueño de una sociedad ideal se termina transformando en una pesadilla.

Y en segundo lugar una ambigüedad que no se registra ya en el plano de la ficción, sino en cuanto a las intenciones del autor. Porque, ateniéndonos a la argumentación de Huxley vemos que él, junto con otros intelectuales, se estaban planteando todas estas preguntas y considerando todos estos instrumentos para llegar a cierto tipo de control de la conducta de los seres humanos con el objetivo de lograr cierta estabilidad y confort. En este sentido vale destacar la coincidente preocupación por la cantidad y calidad de la población mundial, la cercanía intelectual (incluso familiar, en el caso de Huxley) con los grupos maltusianos impulsores de la eugenesia y del darwinismo social, y el entusiasmo que posteriormente manifestara por la nueva percepción que las drogas psicodélicas traerían a los seres humanos. Es como si el autor nos intentara anticipar un futuro al que él creía que nos encaminábamos indefectiblemente, para mejorarlo en la medida de lo posible, pero advirtiéndonos a la vez (como lo hace en el prólogo) que la alternativa al alcance eran simplemente los nacionalismos que llevarían a la guerra y la barbarie.

El último párrafo de Brave New World Revisited es un llamamiento a la libertad y a una resistencia ante estas calamidades, ya enunciadas durante todo el ensayo, que la estarían amenazando.

Llegado a este punto, nosotros podríamos recapitular y recordar todo lo que está implícito en este llamamiento final. Diríamos entonces que, siguiendo al autor, si queremos realmente a la libertad tenemos que: trabajar para convencer a la gente de utilizar métodos anticonceptivos efectivos, o lograr otra manera de que no haya más nacimientos, especialmente en Africa y en Sudamérica; lograr de alguna forma que la calidad de la población mundial mejore o al menos no se deteriore, lo que implicaría a su vez influir para que sólo alguna porción de la población mundial pueda tener descendencia; favorecer la instalación de pequeños grupos o comunidades con gobiernos autónomos, en detrimento de Estados Nacionales que pudieran desembocar en Dictaduras Plebiscitarias, dado que el voto popular tiene una importancia sólo relativa en los hechos para la conservación de la libertad; educar a la población para que considere que la genética y la herencia biológica son los hechos primordiales de los que se derivan los valores fundamentales de la sociedad; lograr que los países subdesarrollados no intenten poner al día su industria mediante la depredación de los recursos naturales, aun cuando los ya desarrollados lo hayan hecho en el pasado o lo continúen haciendo.

En definitiva, si todo eso se logra, además de contar con una legislación adecuada prohibiendo ciertas técnicas y métodos de control social, la humanidad estaría en condiciones, nos dice el autor, de evitar una dictadura perfecta eternizada en el poder.

Dado que ciertos grupos de la elite mundial, quienes son los más influyentes para escribir la agenda filosófica y científica del planeta, tienen estos planes desde hace ya muchos años, creemos conveniente que estos argumentos y esta discusión lleguen a la mayor cantidad de personas, porque estas son las agendas que en definitiva van a definir nuestro futuro.

Sesenta años después de que este ensayo de Huxley viera la luz, la humanidad entera fue golpeada por la aparición de un virus altamente contagioso, y por primera vez en la historia más de dos tercios de la población mundial fue puesta en cuarentena, prohibiéndose a las personas salir de sus casas (quienes las tuvieran) por motivos de seguridad sanitaria. Las consecuencias económicas globales, en materia de destrucción de valor, desempleo, pobreza e incluso de mortalidad que se darán a consecuencia de medidas tan extremas todavía están por verse, y por lo tanto no pueden ser analizadas. Tampoco sabemos si finalmente los grandes laboratorios tan vinculados al poder mundial de los ultra-ricos y de instituciones transnacionales como la Organización Mundial de la Salud, anunciarán por fin que existe una vacuna que deberá aplicarse a toda la población del planeta que no quiera quedar en la ilegalidad o relegada a una suerte de ciudadanía de segunda clase.

Actualmente tenemos confinamiento, quiebra de empresas, desocupación creciente, necesidad de que el Estado provea para la alimentación de un número creciente de familias en todo el mundo que se han quedado sin fuentes de ingresos. Pero lo que más abunda es la incertidumbre. Nadie sabe cómo va a ser el futuro, pero los líderes mundiales se la pasan anunciando, como al pasar, que habrá una nueva normalidad (interesante eufemismo, donde los hubiera), y que los ciudadanos deberíamos reformularnos, o incluso reinventarnos (un eufemismo no menos interesante, y bastante inquietante a la vez). Nadie sabe qué nos deparará el final de esta crisis mundial a la que le pusieron nombre de un virus. Nadie sabe ni siquiera de dónde salió ese virus. Al respecto resulta bastante paradójico que sectores de opinión que se han pasado la última década enseñándonos que no debemos “naturalizar” ciertas categorías, sino que debemos apreciar que son fruto de una concepción cultural determinada (por ejemplo, en lo referente a la problemática de género) ahora naturalizan esta situación, diciendo que la catástrofe económica y humanitaria mundial es fruto de un “virus” o de una “pandemia”, sin que importe en lo más mínimo de dónde proviene el virus y el carácter cultural de lo que llamamos pandemia, en tanto lo que se considera de esta forma depende de la definición de pandemia que es controlada por la Organización Mundial de la Salud.

Ante este desconocimiento universal, resuenan discursos que, si observamos con algo de atención, son una continuidad de los enunciados por H. G. Welles hace un siglo y continuados por Huxley. Se nos dice que el principal problema planetario es de sustentabilidad ecológica y que una de las soluciones es la reducción de la población mundial, que debe efectuarse en forma urgente. También se nos dice que ya nunca retornaremos a la normalidad previa a la situación provocada por el surgimiento y diseminación de este virus. Adicionalmente, que sólo terminará parcialmente esta situación catastrófica si nos ponemos una vacuna.

Una de las voces que se escuchan es la de William Gates III, dueño de una de las fortunas más importantes del mundo y activista por la sostenibilidad ecológica planetaria y contra el cambio climático. Dice Bill que hay que reducir las emisiones de dióxido de carbono a cero, porque la humanidad ya llegó a su límite. Explica que la cantidad de emisión del CO2 es función de la población humana, de la energía gastada por habitante, de la eficiencia energética y de la cantidad de anhídrido carbónico emitida por unidad de energía. Y señala que para actuar sobre la primera variable, la de la población, “si hacemos un trabajo realmente bueno, con nuevas vacunas, programas de cuidado de la salud, servicios de salud reproductiva, podemos reducirla (a la población mundial) quizás en un diez o un quince por ciento”.[23]

Es decir que se admite actualmente que las vacunas son un medio para reducir la población mundial. Asumimos que no es que las vacunas vayan a matar más gente, así que su cometido sería el de reducir la tasa de natalidad. Y por lo tanto ya no sólo se buscaría alcanzar este objetivo por medio de la persuasión, como preveía Huxley, sino también mediante innovaciones tecnológicas. Ahora bien, estas innovaciones lograrían el cometido independientemente de la voluntad de las personas. En el caso de la situación actual provocada por la aceleración de contagios del virus SARS COV 2, se nos dice que la vacuna es la única solución definitiva para la humanidad, y que por lo tanto toda la población que quiera realizar actividades económicas y sociales en el futuro deberá estar vacunada. Es decir que es una imposición. Si bien es cierto que la mayoría de la población estará actualmente rogando que finalmente lancen la vacuna al mercado y se las apliquen cuanto antes, esto no es más que una estrategia de supervivencia ante el desastre que supone el aislamiento y la paralización de las actividades económicas, y el miedo que las personas tienen de contagiarse de una enfermedad de la cual todo el mundo está hablando casi todo el tiempo, incluyendo el recuento diario de víctimas fatales en tiempo real del cual nadie se puede abstraer.

En un enorme porcentaje, quien se aplique estas nuevas vacunas lo hará para salvarse sanitaria y económicamente y no tendrá la menor idea de que su implementación forma parte, según lo afirma Bill Gates, de un plan para reducir la población mundial por medio de la disminución en la tasa de nacimientos. Aquí no discutimos si esta reducción de la fertilidad y por tanto de la tasa de crecimiento poblacional, asociada con otros factores ecológicos, es deseable. Establecemos simplemente, porque está admitido, que forma parte de un programa de un grupo de élite mundial que posee, como no puede ser de otra manera, una visión de cómo debería ser el futuro, y un plan para lograrlo. Esta visión y este plan no son nuevos ni están ocultos. Y están mucho menos ocultos hoy día, en que pese a que la información relevante puede quedar sepultada bajo toneladas de noticias irrisorias, está sin embargo disponible, aunque sea muy difícil para nosotros seleccionar los datos significativos.

Estos planes están enunciados en libros como éste que reseñamos, o como Conspiración Abierta, de H. G. Wells, escrito aún antes que éste, o en conferencias contemporáneas como la que reseñamos, de Bill Gates. Tienen aproximadamente los mismos ejes, por lo que podemos hablar de una continuidad en lo esencial, aunque existan distintos grupos que pueden disputarse, ante una crisis global como la actual, el liderazgo de la conducción planetaria, con distintos proyectos que incluso pueden ser antagónicos. No es el objetivo de este trabajo el análisis de una situación tan compleja como la que atraviesa la política y economía planetarias y en la cual se dirime el futuro de la humanidad, sino simplemente recordar la existencia, desde hace aproximadamente un siglo, de esta autoproclamada conspiración abierta, que nace precisamente en Inglaterra en momentos en que el imperio inglés atravesaba su definitiva decadencia y se sigue observando en nuestro presente, con todas las adaptaciones que ha debido tener a lo largo de la historia de este último siglo.

Así como hablábamos de la ambigüedad del libro de Huxley, nos enfrentamos aquí a una paradoja similar. Y es que, para lograr la anhelada libertad, se llega a la conclusión de que es necesario reducir la población mundial, quedando implícito que también sería deseable mejorar la calidad de la misma. Para lograrlo se necesita persuadir a las personas de que deben usar métodos anticonceptivos (especialmente si son pobres o viven en países de Africa o Hispanoamérica), y también utilizar novedosas tecnologías que consigan el objetivo sin necesidad de persuasión de las personas, sino directamente mediante la implantación casi obligatoria de esas tecnologías en sus cuerpos.

O en otras palabras; para conseguir el objetivo sacrosanto de la libertad humana como concepto abstracto, lo único que debemos hacer es arrasar con la libertad de las personas de manera concreta. Esa es precisamente la paradoja que planteó Un Mundo Feliz.

[1] Era correcto. Estas notas se escriben en el año 2020, cuando la población mundial supera los 8.000 millones.

[2] Excepto en acontecimientos especiales, como el mundial de fútbol o la guerra de Malvinas, periodos muy acotados en que la propaganda oficial fomentó movilizaciones masivas para que la población manifestara obligadamente su alegría, tanto la de ganar un mundial cuanto la de ir ganando la guerra según los informativos del régimen. Algunos señalaron que al encontrarse los ciudadanos en la calle con un objetivo en común, el régimen perdió una de sus mayores ventajas, que era precisamente el hecho de que la población viviera como individuos completamente aislados unos de otros.

[3] Thomas Huxley, miembro destacado de la Sociedad Metafísica, había acuñado el término agnosticismo, que postulaba básicamente que las proposiciones religiosas son inaccesibles al razonamiento humano. La psicodelia, aporte lingüístico de Aldous, de alguna manera completaba el círculo, sustrayendo la religión del mundo de los símbolos y asimilándola a la experiencia, la intuición y la inspiración mística.

[4] Los archivos del programa MK-ULTRA se hicieron públicos y en los últimos años hasta se han producido series de televisión que lo mencionan. Una es Wormworld, un documental que investiga el suicido de un ex agente de la CIA a quien le habían suministrado diversas drogas y se lo había sometido a tratamientos de modificación de la conducta. Otra es Stranger Things, una ficción que mezcla la fantasía con proyectos que llevaba a cabo la agencia en el marco del programa mencionado.

Referencias

[1] Wells, Herbert. The Open conspiracy. Blue prints for a world revolution. Victor Gollancz Ltd. Londres. 1928

[2] Ferrater Mora, José. Diccionario de filosofía. Sudamericana. Buenos Aires. 1951

[3] Fondo Monetario Internacional. Informe sobre le estabilidad financiera mundial. Abril del 2012. Disponible en https://www.imf.org/external/spanish/pubs/ft/gfsr/2012/01/pdf/presss.pdf

[4] Huxley, Aldous. Brave New World Revisited. Chatto & Windus. London. 1959

[5] Huxley, Aldous. Op Cit

[6] Huxley, Aldous. Op Cit

[7] Le Bon, Gustave. The psicology of the crowd. Tranlations Publishers. New York. 1995

[8] Freud, Sigmund. Psicología de las masas y análisis del yo. Amorrortu Editores. Buenos Aires. 2016

[9] Huxley, Aldous. Op Cit

[10] Hobsbawm, Eric. Historia del siglo XX. Grijalbo Mondadori. Buenos Aires. 1998

[11] Wells, Herbert y otros. The science of life. Doubleday. New York. 1934

[12] Hobsbawm, Eric. Op cit.

[13] Huxley, Aldous. Op Cit

[14] Huxley, Aldous. Op Cit

[15] Huxley, Aldous. Op Cit

[16] Huxley, Aldous. The doors of perception.

[17] Osmond, Humphry y otros. Understanding Understanding. Harper & Row. New York. 1974

[18] Forn, Juan. Capitán Trip. Publicado en Página 12. Buenos Aires. 2014. Disponible en https://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-243322-2014-04-04.html

[19] Estulin, Daniel. El Instituto Tavistok.

[20] Stainberg, Jeffrey. From cibernetics to Littleton: techniques of Mind Control. EIR. 2000

[21] Huxley, Aldous. Op Cit

[22] Huxley, Aldous. Op Cit

[23] Gates, William. Conferencia TED 2010. Transcripicón y traducción disponibles en: https://www.ted.com/talks/bill_gates_innovating_to_zero/transcript?language=es#t-1664869

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS