El olor de tu perfume me asedio la razón mientras caminabas delante de mi. Los amigos y las risas enmarcaban la noche en que te conocí… Mi taza de café no dejaba de temblar con la vibración de tus pulsaciones, los segundos se congelaron con el cálido sonido de tu voz. Y tu mirar ¡hó, señor! Como si ningunearas el brillo de las estrellas que titiritantes envidiaron tus pupilas de alegría. Y ahora te hice mi amiga amiga, apunto estoy de cometer el pecado de enamorarme de vos.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS