Asunto de vampiros (V)

Asunto de vampiros (V)

DaelBeek

11/09/2020

Gavriel se remangó la sudadera para limpiarse las perlas de sudor que bailaban sobre su frente. Habían pasado exactamente 24 horas desde que había saboreado hasta la última gota de sangre de las ratas que habitaban en el castillo abandonado. Miró su reloj con exasperación y dejó salir un profundo suspiro. Sentía que su garganta quemaba, la luz le provocaba una migraña horrible a pesar de tener las cortinas cerradas; podía oler la sangre de los demás estudiantes sin importar los metros de distancia que se interpusieran entre ellos.

Sacudió la cabeza con enjundia, como tratando de despejar su mente. No podía liberar aquel ser sanguinario que tanto esfuerzo le había costado mantener enjaulado. De pronto, unos golpecitos a la puerta llamaron su atención. Esta se abrió despacio, creando un rechinido que usualmente no le molestaría.

―¿Gav? ―era Cross―. ¿Gavriel?

―¿Qué haces aquí? Te dije que estaría ocupado.

La verdad era que le agradaba escuchar su voz, Cross tenía ese efecto mágico de tranquilizarlo en cualquier momento. Sí, más mágico que todo su poder reunido. Aunque sinceramente por dentro temía perder el control de la situación y lanzarse encima de él para beber su sangre. Sabía perfectamente que aquel delicioso elixir corría con fluidez por las venas de su novio. El olor metálico se intensificó cuando Cross se sentó junto a él sobre la cama.

―No te acerques…―le advirtió.

―Gavriel, me preocupas.

Cassian Cross extendió una mano hacia él para tocar su mejilla, no importaba lo que dijera su novio, tenía la certeza de que algo andaba mal. Pero aquello solo logró complicar las cosas para Gavriel, quien cerró sus ojos con vehemencia y trató de pensar en otra cosa que no fuera en la sangre del chico.

―¿Es un asunto de vampiros?

Gavriel asintió con la respiración agitada. Desde esa vez que se besaron en el bosque iniciaron una relación bastante peculiar que implicaba ser honestos uno con el otro, obviamente tuvo que confesarle que era un vampiro, aunque Cross ya lo había sospechado desde un principio.

―No sé qué pasó con las ratas del castillo, pero no he encontrado ninguna y mi reserva de sangre de donadores se agotó. No he podido comer desde ayer.

―¿Y por qué no me lo dijiste antes? Yo te hubiera…ayudado. Sabes que estoy lleno de sangre, ¿verdad?

―No, no ―Gavriel negó con la cabeza―. No sé si podré…controlarme.

―Sí podrás ―insistió Cassian, tomando una de sus manos―. Confío en ti.

Gavriel lo miró a los ojos por un par de segundos que se sintieron como una horrible eternidad. No estaba seguro…de nada. Pero entonces desvió la mirada hacia su garganta, su yugular palpitaba al ritmo de su sed. Lucía tan apetecible. Tal vez… una sola probada, con eso sería suficiente. En medio de aquella tempestad de emociones y confusión, adelantó el rostro hacia su cuello dejando reposar las manos con delicadeza sobre sus hombros. Inhaló profundamente, permitiendo que aquel delicioso aroma lo invadiera sin condena alguna.

El monstruo hambriento dentro de él clavó los colmillos en la inmaculada piel de Cross. Qué maravilla. La sangre de su novio tenía un sabor alucinante, incluso pudo notar una pizca de éxtasis en sus venas que elevaron la temperatura de su cuerpo. En un impulso, bebió cada vez más y más, sin poder saciar su sed. Los ruidos a su alrededor comenzaron a disminuir hasta que solo escuchaba el burbujeo del néctar carmesí subiendo por su garganta.

Gavriel, o lo que quedaba de él, se sumergió en una gloriosa utopía donde únicamente obedecía aquellos deseos impuros por drenar el cuerpo de Cassian, su novio… Mierda, estaba bebiendo de su novio.

―Ga-Gavriel…

Horrorizado por lo que había hecho, el vampiro se separó de Cassian. Miró su cuerpo al borde de la muerte y no sintió nada más que repulsión por su persona.

―Yo…―balbuceó. Un engorroso nudo se anidó en su garganta―. Lo siento…

Recurriendo a las últimas provisiones de energía que le quedaban, Cassian pronunció un encantamiento para sanar todas sus heridas, incluida la pérdida de sangre; pero Gavriel ya le había dado la espalda, cruzando las piernas y llevándose las manos al rostro. Todavía con sangre fresca en la boca, comenzó a llorar desconsoladamente, casi sentía que el corazón se ausentaba de su cavidad. Unos segundos más y podría haber matado a su novio. Unos segundos más y se habría vuelto un asesino.

Y por esa razón, Gavriel Grimshaw se odiaba a sí mismo.

Etiquetas: sangre vampiro

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