Blaze! Capítulo 17

Capítulo 17 – Agrio.

El sol alumbra fuertemente en la ciudad de Biir, clavando sus destellos al suelo como si fueran afiladas estacas, dificultando la respiración de los habitantes de la zona, que sienten sus entrañas desecadas por el caliente aire que están obligados a inspirar para no morir. Fuera de una cervecería se encuentra un gran bulto botado sobre el caliente pavimento, el que fue lanzado por los saca-borrachos del bar, para hacer espacio a los nuevos clientes que fueran llegando.

¿Qué pasó?, ¿por qué me sacaron si sólo iba en mi segundo barril de cerveza? –preguntó Blaze, saliendo de dentro de su capa, reincorporándose–. ¡Aún tengo dinero!

La emborrachada maga sacó unas monedas de plata de quien sabe donde y se las lanzó a los bravucones del bar.

Tomen su cochino dinero, ni siquiera era tan buena la cerveza que servían… –murmuró Blaze, mientras uno de los tipos se devolvía a recoger las monedas.

La joven se levantó del sitio en el que la depositaron tan cariñosamente, caminando en búsqueda de algún lugar para capear el insoportable calor, encontrando un tupido y grande árbol que generaba una fresca sombra, pero se encontraba ocupado por un hombre que descansaba agradablemente bajo su alero, lo que no impidió que Blaze se apropiara del cómodo refugio, asustando al campesino con unas burdas y torpes artes mágicas.

¡Y no vuelvas! –gritó la maga al hombre, apoyando su espalda contra el tronco del refrescante vegetal, moviendo una mano en el aire, como si espantara una mosca con el dedo índice–. Drunken Magician…

Frente a la somnolienta hechicera aparecieron dos pequeñas flamas, las que se movían a su alrededor en direcciones aleatorias, sin llegar a juntarse. Las llamas parecían delgadas y ondeantes olas, reaccionando a cualquier cosa que se aproximara a la joven mientras se mantuviera durmiendo, quemando al contacto, suerte sufrida por algunas hojas que cayeron del árbol y alguna que otra mosca que volaba por el lugar.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

¡Qué calor! Ya dormí demasiado, debo ir a hidratarme nuevamente –pensó Blaze, levantándose del piso, la sombra del árbol se había desplazado junto con el sol y estaba completamente sudada, destilando el alcohol ingerido horas atrás.

Blaze volvió a la taberna de la cual fue sacada, ojeando el ambiente desde el exterior, viendo que estaba repleto.

Mejor no, debe ser un hervidero allá dentro –comentó al pasar al lado de otros sedientos clientes, que también optaron por no entrar en la cervecería.

Blaze siguió la hilera de negocios, sin encontrar otra taberna donde evitar el quemante sol, pero después de unos minutos caminando encontró una carreta techada tirada por una vaca, con una banca de madera para depositar las posaderas.

Es mejor que nada –meditó la maga, sentándose al lado de un niño–. ¿A qué se dedica, buen hombre?

Leche, tú pides, yo ordeño –respondió el dueño.

No es cerveza, pero necesito beber líquido. Además, un poco de leche les vendrá bien a mis músculos –contestó Blaze, mostrando su bíceps derecho, haciendo que el niño sentado a su lado en la banca escupiera la leche que bebía.

Blaze giró su cabeza para ver porque el pequeño había derramado su leche, observando una cara conocida, los bordes de su boca emanaban ligeros hilos lácteos, al igual que sus fosas nasales.

¿Blaze? –preguntó el muchacho, dejando el vaso con leche sobre una tabla del carrito, secándose la cara con la manga de su camisa.

¿Albert? –contestó la muchacha, desconcertada por haberlo confundido con un niño, lanzándole una bocanada etílica.

Apestas a alcohol –dijo Albert, tapándose la nariz con una de sus manos.

Tú hueles a recién nacido y no te he dicho nada –replicó Blaze con enojo por el descortés comentario del oráculo, haciéndole señas al ordeñador para que le sirviese un vaso con leche–. ¿Qué haces aquí? Supongo que no habrás utilizado tu habilidad para seguirme, porque si es así…

La verdad es que estaba perdido. Estaba dispuesto a volver al monasterio después de ver la tumba del señor Leasoir, pero al verte decidí vivir mi vida libremente, así que me fui caminando por la ciudad, pero sólo logré perderme en los enrevesados caminos y, cuando intenté volver por donde había deambulado, quedé metido en medio de un bosque… –narró Albert, perdiendo el aliento por la larga frase.

El bosque de Biir, 3 millas más allá –explicó la maga, apuntando en dirección a la arboleda.

Sí, entonces no lo sabía, en realidad no lo supe hasta después de un día, tuve que pernoctar allí –comentó el jovencito, complementando su narración.

¿Pernoctar?, ¿siempre hablas así? Es una suerte que hayas sobrevivido allá fuera –preguntó burlescamente Blaze, saboreando la blanca leche, bebiéndosela sorbo a sorbo.

¿Qué tiene de malo? Bueno, al otro día me encontré con unos viajeros que me trajeron hasta acá, les hice un par de predicciones para ganar algo de dinero y me senté aquí para beber un poco de leche fresca, hasta que llegaste.

¿Seguro? –preguntó Blaze, con un bigote de leche, mirando por sobre su hombro al pequeño Albert.

No tienes ni que decirlo, ya sé que no hay que enojarte, aunque no sepa cuales son las cosas que te enfurecen, el haberte visto en acción me guía a responder correcta y verídicamente –aclaró Albert, dejando en claro el miedo y respeto que le tenía, ignorando el lácteo bigote de la maga para conservar su cabeza en el lugar en el que nació.

Entonces, fue sólo una casualidad, fue bueno verte, que estés bien –dijo Blaze en forma de despedida, dejando unas monedas en la barra, señalando al dueño de la vaca que pagaba por los dos bebedores, levantándose de la banca.

Pero… espera, Blaze, ahora que te veo quiero preguntarte algo –expresó Albert, levantándose del asiento también y girándose para despedirse del vaquero.

Blaze se detuvo en su caminar, pero no volvió su mirada hacia atrás, limitándose a esperar a las palabras del oráculo, las que demoraron en llegar a sus oídos.

Bueno, como comenzar, desde el día que nos conocimos mi vida cambió completamente y… el señor Leasoir y yo sabíamos que el moriría aplastado algún día, pero pensábamos que era por la acción de algún ser divino y… ahora tengo mucho tiempo libre y…

Blaze estaba tiritando de furia, había esperado suficiente. Las palabras de Albert no llevaban a ninguna parte, se estaba persiguiendo la cola, desesperando a la maga, quien estaba a punto de explotar. Las palabras siguieron saliendo de la boca del muchacho, minuto a minuto, destrozando los nervios de su interlocutora.

¡¿Y, y, y, y qué?! ¡Finaliza de una vez por todas, Albert! –bramó la maga, la que emanaba vapor desde su caliente piel, moviéndole el cabello como si tuviera vida propia, liberando la tensión que le produjo el indeciso muchacho por la extensa verborrea.

¿Podría viajar junto a ti? –manifestó el amilanado Albert.

Olvídalo –dictaminó Blaze, siguiendo su camino.

Pero puedo serte útil, mis predicciones nunca fallan, si se interpretan bien –ofreció el oráculo, uniéndose a la marcha de Blaze.

No me sirve, eso depende de lo que haga y no pretendo estar mucho tiempo jugando al ensayo y error, tengo que hacer mi vida también –explicó la muchacha, acelerando el paso.

Tienes razón, pero… –comentó Albert, quedándose en blanco, caminando cabizbajo.

Blaze caminó con largos pasos, esperando que el meditabundo Albert se cansara y la dejara en paz, pero el muchacho no cejaba en su cometido, siguiéndola por varios minutos más, cuando se le ocurrió otra proposición.

¿Y qué tal esto? Viajamos juntos y con mis predicciones te pago para que no tengas que trabajar –propuso Albert, pensando que el dinero fácil la conquistaría.

¿Qué un hombre me mantenga? Mmm, no lo creo… Si quisiera eso, me habría casado todas las veces que me lo han propuesto… No, gracias, puedo generar mi propio dinero –rebatió Blaze, recordando algunos de los pretendientes que se le ofrecieron en bandeja, sintiendo una leve arcada.

No tengo más que ofrecerte, es lo que soy, lo que se ve –afirmó desanimado Albert, deteniendo su andar.

Cuando Blaze iba a retomar la palabra para evidenciar lo innecesario que era el joven para ella, un fuerte retortijón le hizo doblar las piernas, mientras que su rostro cambió su color normal a uno verduzco, obligándola a evacuar los líquidos ingeridos anteriormente. Albert se acercó rápidamente a la malograda maga, apoyándola en su delgado cuerpo, optando por ayudarla a sentarse en el piso y quitarle algunas de sus vestiduras y armas, para aligerarle el cuerpo. La hechicera estaba mareada y descompuesta, vomitando en intervalos, con la piel lívida y sudorosa. El oráculo apiló las pertenencias de la maga, metiéndolas dentro de las plateadas hombreras, corriendo a un negocio de hierbas medicinales, regresando con una cálida infusión entre sus manos.

Toma, me dijeron que no sabe bien, pero debes beberla toda, te ayudará a dejar de vomitar –explicó Albert, sentándose frente a Blaze.

Gracias –respondió la derrocada maga, con la cabeza entre las piernas y cubierta completamente con su capa, con escalofríos recorriéndole el cuerpo.

Se mantuvieron sentados en silencio por horas, hasta que el sol se ocultó, bajando la temperatura ambiente, lo que hizo que Blaze temblara con más fuerza. Los vómitos habían disminuido, pero era vital que la muchacha bebiera líquidos o moriría por la deshidratación.

Espera, conseguiré más infusión y haré una fogata, iré por el agua y luego a recolectar algunas ramas –dijo Albert, perdiéndose del campo visual de Blaze por un tiempo indeterminado.

Albert volvió con la bebida prometida servida en una gran jarra, ofreciéndosela a Blaze, para luego perderse nuevamente, trayendo varias ramas secas que encontró en el bosque de Biir, amontonándolas frente a la joven enferma, la que lanzó una deforme Fire Ball sobre la pila de madera, incendiándola.

No creerías que estoy tan mal como para no poder utilizar mi magia –comentó Blaze, sintiendo náuseas, cubriéndose rápidamente la boca.

No, no pensé eso, digamos que tu método es más veloz que el mío –respondió alegremente Albert, notando una mejoría en Blaze.

Sí, mucho más… gracias –respondió la maga, sirviendo infusión en el vaso, elevándolo en señal de brindis, bebiendo otro trago–. Qué asco…

Lo que sí pensé fue que… bueno… –comentó el oráculo, comenzando con sus rodeos.

Dilo, no te persigas la cola, no ahora, por favor –pidió la maga, sintiendo náuseas nuevamente.

Puedo ser tu chico de los mandados, es decir, creo que lo hice bien esta tarde, ¿o no? –expresó abiertamente Albert, aprovechándose de la debilidad momentánea de Blaze.

Quieres decir escudero, la gente como nosotros no tiene “chicos para los mandados” … bueno, hoy, a esta hora, te acepto lo que sea que digas –afirmó la joven, acabándose la bebida servida, recostándose en el suelo mientras se sobaba la hinchada panza.

Entonces, ¿tenemos un trato? –preguntó Albert sin reparos, ilusionado y expectante ante la respuesta de Blaze.

Primero haz que sobrevivamos esta noche, mañana veremos si el resultado me gusta –resolvió la maga, cerrando los ojos para dormir.

¿Logrará Albert su cometido?, ¿podrá cuidar a Blaze y sus pertenencias una noche completa?, ¿Blaze tendrá un cuadro viral o bacteriano? Esto y mucho más en el próximo capítulo de BLAZE!

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS