25 Aniversario

De una rosa, los pétalos pintos de agua.
Un azul inmenso por encima de nuestras cabezas.
La melodía que se cuela por los oídos y calienta corazones.
Contra mi nariz fría, el ruido mudo del viento al bailar.

Esas son cosas que nombro maravillosas,
increíbles.
Pero nada se compara a mis padres.
No… ellos son
¡Maravillosísimos!
Tanto que los poemas de mi alma no alcanzan.

El extremo de un hilo rojo, hallando su destinado final.
Mesas oxidadas de laboratorio, orejas coloradas, ojos que se miran por primera vez.
Diferentes átomos, un mismo sentimiento.

Perenne,
inquebrantable,
sincero.

Miles de pedazos de tiempo
con olas altas, ahogándoselos.
Y remolinos de obstáculos envueltos en lágrimas.
Celosos los universos, inventándose socavones
derramados por el regato de su amor.

Deidades susurrando esperanzas,
latiéndose de ganas los corazones bizarros.
Estas vidas
tragándose crueldades vacilantes.
Renaciéndose fuertes,
irrevocablemente uniéndose.

Pensándose en querer
hasta el infinito,
hasta los pies que me sostienen,
o incluso,
hasta los lugares donde globos de infantes
ruedan por calles aquellas.
Para siempre
en la eternidad que se les alcance.

Mis padres se saltan los nunca,
se chupan los dedos con imposibles
y al suelo tiran las migajas de tirria.
Casi nadie, ¿verdad?
Casi nadie hace eso.
Si son tan maravillosos
¿qué he hecho yo para merecerlos?

Acércate, te diré en voz baja
un secreto de oro.
A mí me han bendecido,
no con dinero,
ni salud.
Inmortalidad, tampoco.
Los mejores padres del mundo
los tengo yo.