¡Vete y no vuelvas más! Piérdete como el humo de aquel cigarrillo, el cual odiaba ver entre tus labios. Prendiste en mi la columna del odio. Dejaste que me consumiera poco a poco. Me pudrí, me hice humo y ceniza. Mientras tú sonreías y escupías suavemente mi alma por aquellos labios que alguna vez amé...
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