Ruperto despierta, pero no despierta en realidad. Todavía se demora unos momentos en comprender que se encuentra dentro de aquel silencio de telarañas blancas, como un velo pegajoso, que lo separa del mundo. Sabe que está en su cama, lo sabe porque extiende los brazos y toca las sábanas frías, y sin embargo el sueño...
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